Mandinga, el rostro del Diablo
Mandinga, el Diablo que vino de África. Autor: Diego Damián
Martínez. Dirección: Yamil Ostrovsky. Intérprete: Mauricio González. En Hasta
Trilce, hasta el 28 de noviembre.
La oscuridad del escenario vacío va poblándose de un humo
gris. De esa confusa tiniebla emerge un personaje cimbreante, algo
descangallado, desafiante, que avanza entre sones de tambores tribales y se
apodera de un saco de hombre. La voz cascada y la mirada entre pícara y
siniestra se transmutan de inmediato cuando el personaje se calza ese saco y se
transforma en Matías, un argentino que debe repetir hasta el cansancio su
nacionalidad ante múltiples situaciones de discriminación por ser de raza
negra. A partir de allí, la historia fluctúa entre el presente de Matías,
-despreciado hasta la agresión, abandonado por una mujer a la cual añora- y el
pasado que pobló alguna vez la inmigración negra, reducida a la esclavitud.
Fuertemente consistente, este unipersonal de una hora de
duración recorre la temática de lo afroamericano indagando en todos sus
aspectos. Uno de ellos es significativo: Mandinga, el dios de los negros,
convertido en diablo criollo precisamente por su negrura. Matías sufre, sueña,
e invoca a Mandinga para pactar con él, en su angustia por lograr su
integración.
Pieza fundamental de toda la obra es la excelente interpretación del uruguayo Mauricio González. Mutaciones de voz, expresión del rostro, lenguaje corporal, son las múltiples herramientas que González pone al servicio de una actuación exigida y sin fisuras, cara a cara con el espectador. La cuidada dramaturgia, que interpela sin agredir, se complementa admirablemente con los recursos casi coreográficos introducidos por el director y bailarín Yamil Ostrovsky. “Mandinga” es un movilizante e imperdible encuentro con un segmento de nuestra historia.
Patricia Casañas
Buena opinión Patricia, engancha para que uno la vaya a ver.
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