Tres grandes voces para "Il trovatore"
Il trovatore. Ópera en cuatro actos de Giuseppe Verdi. Libreto de Salvatore Cammarano sobre El trovador de Antonio García Gutiérrez. Orquesta Estable del Teatro Colón. Dirección musical: Giacomo Sagripanti. Coro Estable del Teatro Colón. Director: Miguel Martínez. Puesta en espacio: Marina Mora. Concepto escénico: Gabriel Caputo. Diseño de iluminación: Rubén Conde. Reparto: Anna Netrebko (Leonora), Olesya Petrova (Azucena), Yusif Eyvazov (Manrico), Fabián Veloz (Conde de Luna), Fernando Radó (Ferrando), María Belén Rivarola (Inés), Santiago Martínez (Ruiz), Sergio Wamba (Viejo Gitano), Cristian Taleb (Mensajero). Teatro Colón. Función del 17/8/2023.
El melodramma de
Verdi y Cammarano nació de una intención fallida. Según consta en la
correspondencia entre ambos, el maestro pretendió un libreto que le permitiese
trabajar nuevas formas, capaz de alejarlo del canon compositivo de la época y que
le diese la oportunidad de ofrecer a su público una absoluta novedad. No quería
la típica división en números rígidamente estructurados, sino una “ópera de una
sola pieza” -tales fueron sus palabras- de fluir continuo, sin coro de
introducción, sin números cerrados y alejada de toda convención. En definitiva:
desplazar esa suma de factores que hacen de la ópera de la primera mitad del
siglo XIX algo tan reconocible, para a menudo caer en la rutina y en un inevitable
desgaste.
Tal su costumbre, Verdi se
ocupó de elegir el tema, para el caso el drama homónimo del español García
Gutiérrez. Pero era imposible que el poeta contentase semejantes exigencias,
pues Cammarano -libretista de Donizetti- se había formado en plena tradición
del primo ottocento y el resultado fue todo lo contrario a la intención
original: el libreto es como una hoja de ruta que determina la forma y el rumbo
de la música. A pesar de todo, el compositor quedó muy satisfecho con el
altísimo nivel musical alcanzado mediante los versos de Cammarano. Tradición,
sí, pero en su estilo más pulido y refinado, elevado a grandes alturas; el
libretista murió al terminar la célebre cabaletta “Di quella pira” y fue
sucedido por su asistente, Emanuele Bardare, que finalizó el libreto en base a los
apuntes dejados por el poeta difunto.
En la versión ofrecida por
el Teatro Colón en esta temporada 2023, el italiano Giacomo Sagripanti (titular
de la Ópera de Tiflis, Georgia), realizó en su carácter de director musical una
labor clara y ordenada, a la vez que se mostró buen acompañante en los momentos
solísticos. Algún pasaje crítico cercano al desbande (la escena concertada del
comienzo del acto III, entre el Conde, Azucena, Ferrando y el coro) no impide afirmar
que su labor se colocó con discreción por encima de lo medianamente correcto.
Muy buen desempeño de la orquesta, a excepción de algún instrumento solista
como la trompeta, y excelente el Coro Estable preparado por Miguel Martínez.
En lugar de versión de
concierto tal como estaba anunciado, este Trovatore se ofreció en
versión semi-stage. No es mi deseo repetir aquí lo expresado en relación
a la producción de Anna Bolena
en cuanto a que los responsables de los diversos rubros merecen una ocasión
mejor para mostrar su trabajo. El principal teatro de ópera de América
Latina y uno de los mejores del mundo en lo edilicio no puede desvirtuar la
naturaleza de un género que exige tanto de la música como del aspecto dramático
(ni falta que hace aclararlo), y si el segundo brilla por su ausencia -una versión
semi-montada no lo suple- la representación, así cuente con intérpretes
destacados, se malogra. Por lo demás, cabe señalar que aquí los solistas se
movieron con algo más de libertad que en el drama de Donizetti.
En cuanto al elenco vocal,
Anna Netrebko afirmó una vez más su estelar personalidad y demostró las razones
por las cuales es una de las más grandes artistas líricas del momento. Lleva décadas
cantando, de a ratos se puede percibir alguna que otra nota dudosa, pero esto
no logra empañar la enorme personalidad y la admirable escuela de canto, que
hace sentir al oyente que uno de los más difíciles papeles de Verdi para su
cuerda es “cosa sencilla” para ella. La voz llenó la sala sin forzar en lo más
mínimo, con un ejemplar manejo del canto sul fiato y piani ejemplares:
cantar piano no significa disminuir la voz, enmudecer, como se suele mal
interpretar, sino regular el aire y el apoyo sin debilitar, cosa que Netrebko
sabe hacer magistralmente como parte de una suma de virtudes. El primer cuadro
del último acto, con el arduo bloque D’amor sull’ali rosee – Miserere – Tu
vedrai, seguido por el gran duetto con el Conde en el cuadro final,
fueron antológicos (dicho sea de paso, todas las cabalette se cantaron
con los cortes abiertos, esto es con sus repeticiones).
Fabián Veloz demostró una vez más ser un barítono verdiano ideal por su calidad vocal, dominio técnico y comprensión del estilo. Cantó un excelente Conde de Luna que creció a lo largo de la función y cosechó merecidísimos aplausos.
La gran sorpresa fue la
aparición de Olesya Petrova, como Azucena. Su desempeño en este drama, que en
un principio Verdi pensó titular La zingara, fue asombroso y
superlativo. Un registro de mezzo de alto poder, entero a lo largo del
registro, desde los extremos graves al agudo, una intensa composición dramática
(a pesar de las limitaciones de la versión escénica) y en resumen la más
completa desde el punto de vista vocal entre los excelentes cantantes
mencionados. Mucho tiempo pasará hasta que al escenario del Colón regrese una
Azucena de esta calidad.
Fernando Radó como
Ferrando fue correcto, aunque para su personaje lo más indicado es una voz de
mayor densidad. María Belén Rivarola estuvo a la altura de las circunstancias y
no está de más señalar que si bien su inclusión en esta parte secundaria fue muy
acertada, por su calidad vocal debería ser tenida en cuenta a corto plazo para
papeles de mayor compromiso. Del resto de estas partes señalo a Sergio Wamba, a
cargo de un papel mínimo, un vecchio zingaro, lo cual no impidió
apreciar no solo su prestancia, sino un interesantísimo material vocal, bien
timbrado, de color agradable y segura articulación: alguien a ser tenido muy en
cuenta, no abundan los cantantes de calidad y creo que aquí estamos ante un
elemento muy promisorio.
Y nos falta Manrico. Es
probable que a estas alturas y forzado por la costumbre, el tenor que tuvo a su
cargo la parte principal haya olvidado su propio nombre: en todo el mundo
lírico, en cada idioma, es “el marido de la Netrebko”, así que mejor llamémoslo
como corresponde: Yusif Eyvazov. Su caso va más allá de la siempre tan mentada falta
de tenores, pues no es sino un advenedizo de la lírica, un tenor con voz de
comprimario -sin ofender a los tenores de esta clase, que los hay excelentes-
puesto en primeros roles, con una floja base técnica y una “colocación”, si
cabe el término, que nos hace preguntar dónde tiene puesta su voz, cuya escucha
es por cierto ingrata. Paralelamente, otra de las cosas que más llama la
atención es la decadencia de un público que ovacionó a Eyvazov a la par de
Netrebko, Petrova y Veloz. En suma: gracias a soprano, mezzo y barítono, este Trovatore valió la pena; y en cuanto al primo
tenore, no queda más que suspirar con resignación.
Claudio
Ratier
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