"Don Quijote": renovando la alegría de una comedia inmortal
Don Quijote. Ballet en tres actos. Coreografía: Silvia Bazilis y Raúl Candal. Ballet Estable del Teatro Colón. Dirección: Julio Bocca. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección: Manuel Coves. En el Teatro Colón, el jueves 24 de julio. Próximas funciones: 27, 29, 30 y 31 de julio, 1, 2 y 3 de agosto.
Incluir Don Quijote en una temporada de ballet es
apostar a un éxito seguro: una comedia dinámica, con atractivo visual, música
alegre, muchos personajes y todo el salero de España en escena. Algo que el
marsellés Marius Petipa, genial coreógrafo del siglo XIX, supo desarrollar
estupendamente desde su radicación en la Rusia zarista en 1847. Petipa fue el
gran hacedor del estilo clásico académico, caracterizado por sus extensas
producciones, su virtuosismo y el predominio de la danza por sobre los demás
ingredientes de la obra. Su Don Quijote,
estrenado en Moscú en 1869, lo reveló como conocedor de la danza española,
producto de su estadía en la península ibérica. La revisión del ballet que
efectuó en ocasión de su estreno en San Petersburgo en 1871, con el agregado
del ‘acto blanco’ esencial para el gusto de la nobleza rusa, fue el prolegómeno
de su nombramiento como Primer maestro de baile del Ballet Imperial, y de un
largo derrotero de éxitos y de obras inmortales.
La primera
versión integral de Don Quijote en el
Teatro Colón fue montada en 1980 por el coreógrafo Zarko Prebil, en una
simbiosis entre la original de Petipa y las revisiones que Alexander Gorski
introdujo en 1900 para el Teatro Bolshoi. A partir de allí y hasta 2009, la de
Prebil fue la magnífica e inolvidable puesta que el Ballet Estable tuvo en su
repertorio.
Para este año, los también inolvidables ex primeros bailarines Silvia Bazilis y Raúl Candal fueron convocados para poner en escena su versión de las aventuras del ingenioso hidalgo. El solo hecho de que la actual camada del Ballet Estable tenga a estas dos legendarias y queridas figuras trabajando técnica e interpretación es un hecho sumamente auspicioso. El aporte coreográfico de Bazilis y Candal se evidenció en la construcción del segundo acto, en la marcación dramática y en algunas interpolaciones y detalles que no afectan la estructura de la obra en general. La elaboración de cada uno de los múltiples personajes fue minuciosa, y en este aspecto todos los intérpretes han sabido asimilar las indicaciones de Bazilis y Candal.
En la primera función los protagónicos fueron asumidos por Ayelén Sánchez y Juan Pablo Ledo. La bailarina encarnó a Kitri con seducción y simpatía, destacándose su hermosa línea y su expresividad. Ledo, por su parte, compuso un muy buen Basilio desde lo actoral, con marcada energía en sus intervenciones en los dos primeros actos.
El Torero fue
bailado por Lucas Matskin, recientemente ingresado al Ballet, con elegancia y
buena técnica; Milagros Niveyro compuso una Mercedes sugestiva y Victoria Wolf
y Beatriz Boos secundaron eficazmente a los protagonistas como las amigas de
Kitri.
Arrancó una
merecida ovación el desempeño de Jiva Velázquez como el jefe gitano, un papel
que reúne virtuosismo y actuación y que en el bailarín lució magnífico. Como
también lo fue la gitana de Maricel De Mitri, una espléndida bailarina que
brilla en su madurez técnica y dramática. Caterina Stutz fue un pícaro Cupido
con prolijos pas de bourrés, y Mora
Capasso bailó su Reina de las dríades con seguridad.
Dentro de los
personajes actuados, se destacaron Matías Santos como Don Quijote, Leonardo
Reale como un efervescente Sancho Panza y Emanuel Abruzzo como el desopilante
Camacho; el cuerpo de baile se plegó con entusiasmo.
Guiada por Manuel Coves, la Filarmónica abordó con tempi rapidísimos la partitura de Minkus, con algunas interpolaciones cuyos autores no fueron identificados.
Aunque el marco
escénico no hizo debido honor al escenario del Teatro Colón, que ha conocido
escenografías mucho más creativas, este Don
Quijote es una ocasión ideal para atraer nuevos públicos y renovar la
alegría de esta comedia inmortal.
Patricia Casañas
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