Stabat Mater de Rossini: logrado proyecto colectivo
Stabat Mater, de Gioachino Rossini.
Solistas: Mónica Ferracani, soprano. Alejandra Malvino, mezzosoprano. Fermín
Prieto, tenor. Lucas Debevec Mayer, bajo. Asociación Coral Lagun Onak. Coro de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Director de
coro: Miguel Ángel Pesce. Coro de Jóvenes Lagun Onak. Director: Mariano
Manzanelli. Coro Polifónico Nacional Evangélico. Directora: María Constanza
Bongarrá. Orquesta Juvenil Nacional Libertador San Martín. Director: Mario
Benzecry. Sala sinfónica del Palacio Libertad. Función del 4/12/2025
Por más de un motivo, resultó una excelente idea interpretar el Stabat Mater de Gioachino Rossini en este tramo final de la temporada. La Orquesta Juvenil Nacional Libertador San Martín, bajo la guía de su fundador hace ya más de tres décadas, el maestro Mario Benzecry, fue uno de los motores de este emprendimiento artístico que convocó a cuatro de los mejores cantantes argentinos, junto a un conglomerado de coros –el Lagun Onak, en su versión tradicional y juvenil, el de la Facultad de Derecho de la UBA y el Polifónico Evangélico, modelados por avezados maestros.
Las buenas razones para montar esta obra a las que se aludía al comienzo arrancan por lo ya dicho. La posibilidad de que músicos y cantantes de nuestro medio tengan un espacio para trabajar en conjunto en un reto artístico de este nivel ya es de por sí un punto positivo. Porque el Stabat Mater de Rossini exige mucho de todos: de la orquesta, tanto de las cuerdas como de los vientos, de los solistas y de la masa coral. Como si Rossini hubiera pensado garantizar un espacio para cada uno, encontró la ocasión para que el oyente aprecie colores orquestales (por ejemplo, las nutridas partes de los trombones), el coro a capella (en el no. 9: “Quando corpus morietur”), en uno de los momentos más estremecedores de la obra, y también a los solistas, como por ejemplo en el número 5 (“Eia Mater fons amoris”) para el bajo, o el no. 8 para la soprano (nunca mejor llamado “Inflammatus et accensus”). Esta incuestionable buena razón para hacer esta obra –ser arena de prueba para los hacedores de la música en toda su variedad- también se justifica por la escasa frecuentación del género sinfónico-coral en nuestro medio musical. Así, la ejecución de una partitura de esta magnitud (como tantas otras del género, desde la Missa Solemnis de Beethoven hasta el Requiem de Duruflé) se vuelve una ocasión especial, acaso precisamente por la magnitud de medios que requieren y la necesidad de espacios adecuados para interpretarlas.
La falta de programa de mano (problema al parecer ya insuperable en casi todos los conciertos, salvo en el Colón) tuvo como contrapartida que el maestro Mario Benzecry, con su habitual calidez y afán didáctico, explicara brevemente que este Stabat Mater fue escrito por Rossini a raíz de un encargo para Madrid, en 1831, apenas dos años después de que decidiera retirarse del oficio de compositor que lo había hecho rico y famoso. Así y todo, el músico de Pésaro compuso los seis primeros números sobre el doliente texto medieval de Jacopone da Todi (al que ya habían hecho honor Pergolesi y también Haydn) y luego, carente de inspiración, dejó que los cuatro restantes fueran completados por un colega, Giuseppe Tadolini. Así se estrenó en Madrid en 1833, hasta que en 1842, para su presentación en París, Rossini finalmente completó la obra de su propia pluma, tal como se la interpreta actualmente. Resulta difícil, aun para un oyente entrenado, encontrar ese hiato temporal en una partitura que parece hecha toda de un tirón. Estratégicamente, Rossini ubica al comienzo de la fuga final el tema caviloso que la orquesta expone al comienzo, otorgando de este modo, a través de la memoria auditiva, una sólida unidad a la pieza.
Las habituales objeciones al carácter operístico de este Stabat Mater (que comparte también el Requiem de Verdi) son al día de hoy irrelevantes. Es cierto que el número del tenor (no. 2: “Cuius animam gementem”) exhibe un claro melodismo propio de la ópera, pero también es cierto que en la obra hay momentos de honda meditación (como el señalado no.9) que revelan la profunda comprensión de Rossini respecto del texto que musicalizaba. Y es precisamente esa intuición dramática, propia del operista, la que hace de este Stabat Mater una obra atrayente, viva, plena de expresividad y de contrastes, jamás rutinaria ni académica.
El nivel interpretativo general alcanzado por todos los elementos que permitieron realizar este Stabat Mater fue excelente. El maestro Mario Benzecry, en vísperas de sus 90 años, dirige y se expresa, con la palabra y con el gesto, con una precisión y una vitalidad extraordinarias. Así, toda la artillería instrumental y vocal respondió con eficacia a su marcaciones, que tendieron– en sus propias palabras- a tiempos moderados para evitar el carácter bufo que a veces pudiera filtrarse en la pieza, salvo en la fuga de cierre, donde un tempo tendencialmente veloz generó al comienzo una cierta confusión de las líneas que finalmente llegaron a buen puerto.
La Juvenil Libertador San Martín sonó transparente y bien ensamblada, mérito además de sus dedicados profesores (en esta ocasión, se despidió de esta tarea el violista Mario Fiocca). Los solistas fueron todos de excelencia, tanto que costaría destacar aspectos de uno por sobre otro: Mónica Ferracani lució sus agudos y su capacidad de matices (no.8); Alejandra Malvino mostró un registro entero (en lo que es en realidad una parte para soprano segunda), de notable resolución en su pasaje a capella (no.7); Fermín Prieto desplegó una vez más una voz clara y redonda (no. 2), mientras Lucas Debevec expresó con expresiva gravedad sus pasajes responsoriales con el coro (no. 5). En cuanto a las masas corales, aun tratándose de coros no profesionales, nada hizo echar de menos ese estándar: hubo buena amalgama y matices expresivos cuidados y respetuosos del texto. Méritos, naturalmente, de sus preparadores, los maestros Miguel Ángel Pesce, Mariano Manzanelli y María Constanza Bongarrá.
Fue en suma, un modelo de trabajo musical que reafirma el alto nivel al que se puede llegar en nuestro medio musical con buenas ideas, sentido de lo colectivo y compromiso artístico.
Daniel Varacalli Costas

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