El sol del Barroco americano

Capilla del Sol. Ramiro Albino, flauta y dirección. Pablo Saraví, violín. María Jesús Olóndriz, violonchelo. Demian Sielecki, órgano. Suite No. 1 en Mi menor, de Charles Desmazures. Gayta (Anón.). Sonata de cámara en Re menor, Op. 5, No. 7 de Arcangelo Corelli. Toccata para chelo, de Francesco Supriani. Suite de Danzas en Re menor (Anón.). Pastoral (Anón. sobre original de Domenico Zipoli). Folias de Espanya ab Mudansas (Anón.). Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Conciertos del Mediodía. Mozarteum Argentino. Función del  13/6/2023.

Una muestra de Capilla del Sol, liderado por Ramiro Albino, en la envolvente sala Casacuberta del San Martín. Foto: Gentileza Prensa Mozarteum Argentino

“Veinte años no es nada”, dice el tango, y “Para muestra basta un botón”, dice el refrán. Sin embargo, esta presentación del conjunto Capilla del Sol para el ciclo “Conciertos del Mediodía” del Mozarteum Argentino parece desmentir ambos postulados. Los veinte años del conjunto de música colonial latinoamericana del Museo Isaac Fernández Blanco, de alguna manera, lo fueron todo, tratándose del único conjunto estable en esa especialidad de nuestro medio musical. Bajo la talentosa dirección de Ramiro Albino, y con la activa coordinación de Leila Makarius y Jorge Cometti (también director del Museo), Capilla del Sol ha sabido llevar esta peculiar y mixturada manifestación de la música barroca a los confines del mundo: desde México hasta Eslovenia, desde Washington hasta San Petersburgo, y por supuesto a los más diversos festivales y puntos de este mal llamado (desde el norte) “sub continente” americano. Por otro lado, los que hemos tenido la suerte de escuchar al conjunto desde su creación, con cierta periodicidad, incluido su emotivo debut en el Colón, y de haber reseñado sus interesantísimas grabaciones, con más nutridos orgánicos, sabemos que lo escuchado el martes es apenas una muestra de toda la potencialidad de Capilla del Sol. Una muestra que, para los que descubren este repertorio, seguramente actuará como disparador de esa enorme riqueza en la que la voz humana, ausente en esta propuesta, cumple, como en toda la música preclásica, un papel fundamental.

El concierto ofrecido en la envolvente sala Casacuberta del Teatro San Martín –ámbito muy propicio para un pequeño ensamble- se tituló “Sarao en el palacio del último rey guerrero. Danzas y sonatas en la corte de Felipe V”. El título evoca la figura del primer rey Borbón español, nacido en Versalles, uno de cuyos retratos –de tipo ecuestre- acaba de ser restaurado por la Asociación de Amigos del Museo Fernández Blanco para celebrar el centenario del propio Museo. En esa ocasión, Capilla del Sol interpretó fragmentos de La púrpura de la rosa, la primera ópera estrenada en territorio americano (Lima, 1701); de allí la evocación a este monarca que, a partir de sus segundas nupcias con Isabel Farnesio, agregó a su origen francés y a su cetro hispano la vertiente italiana, que tanto influyó en el barroco latinoamericano a partir del 1700, a la par del creciente predominio de los instrumentos de arco.

El haber sumado a Pablo Saraví, concertino de nuestra Filarmónica y a la vez notable especialista en el arte de la lutería y los violines de época, aportó un color idiomático al repertorio propuesto. Para ello eligió, según recabamos, un violín con cuerdas de tripa y arco de época, modelo Amati, construido por Sebastian Klotz, un luthier contemporáneo a los compositores programados. Los otros colores que integraron esta particular formación fueron el de la flauta de pico de Ramiro Albino, el violonchelo de María Jesús Olóndriz y un órgano positivo a cargo de Damián Sielecki.

El programa permitió transitar una muestra de esa diversidad que para el siglo XVIII ya estaba instalada en el Barroco, tan extendido como los territorios que regía Europa y sus coronas. Una Suite de once movimientos, entre danzas y “sinfonías”, de Charles Desmazures, abrió el encuentro con el típico sabor del Barroco francés para el conjunto completo. La libertad de este lenguaje exige flexibilidad, y así la Gayta que siguió requirió flauta y un violonchelo capaz de emitir la nota tenida que remeda el instrumento hoy tan asociado a los celtas (el órgano, anunciado, no fue de la partida).

No podía faltar una obra de Corelli, el compositor más influyente de su generación y maestro indiscutido de la escritura para violín, aun antes de Vivaldi. Su Sonata Op. 5 No. 7 permitió el lucimiento de Saraví con un instrumento que literalmente cantó, en pulcro estilo, la línea escrita por el autor del Concierto de Navidad. El violonchelo de Olóndriz, en estilo históricamente informado, más ronco y menos suntuoso que el instrumento que luego elegiría el Romanticismo, se lució en la Toccata de Supriani.

A partir de de la Suite de Danzas en Re menor, anónima y obtenida en el Archivo Musical de Chiquitos, la espontaneidad del barroco latinoamericano desembarcó en el concierto, con especial destaque de la flauta en la Bourrée, sentida expresividad en la Zarabanda y un final con una idiomática Giga.

Siguieron otros dos anónimos: una Pastoral (Pastaralla, también hallada en Chiquitos), basada en Zipoli, similar a la Gayta, y unas Folias de 1731, de un manuscrito de la Biblioteca de Cataluña, serie de variaciones cuyo tema semeja el de la Zarabanda de la Suite en Re menor para teclado de Händel (lema sonoro del film Barry Lindon, de Kubrick). El bis fue la reiteración de la Gavotte en rondeau de la Suite de Desmazures, que reunió a los cuatro intérpretes de nuevo en el escenario.

En suma: el concierto fue una muestra en potencial de las virtudes, las riquezas y la versatilidad que un conjunto de este tipo puede brindar. Lejos de cualquier impostación innecesaria, Capilla del Sol ha hecho una vez más música sin etiquetas, la que entra por el lado sensible y nos revela una cultura diversa que no es otra que la americana, la que todo el tiempo estamos buscando y que aquí se deja oír con los oídos como la evidencia se abre a los ojos y se deja admirar por ellos.

Daniel Varacalli Costas

 

 

 

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