Nadine Sierra: entre el arte y el marketing

 Recital de Nadine Sierra (soprano) y Bryan Wagorn (pianista), con la participación de Diego Bento (tenor) y Marc André (contrabajista). Obras de Gounod, Puccini, Donizetti, Chopin, Mozart, Verdi, Villa-Lobos, Braga y Giménez. Ciclo Aura. En el Teatro Colón, el miércoles 3 de diciembre.

La soprano Nadine Sierra, en su recital en el Teatro Colón (Foto: Juanjo Bruzza)

Es una de las sopranos más activas de la actualidad: sus compromisos hasta septiembre de 2026 la llevarán al Carnegie Hall, a la Staatsoper de Viena y la de Baviera, la Salle Gaveau, la Ópera de Los Ángeles, el Teatro Real de Madrid, la Ópera de Roma, el Teatro alla Scala de Milán. Joven, extravertida, bella, Nadine Sierra pasó por el escenario del Teatro Colón para ofrecer un recital que la mostró en la plenitud de sus condiciones vocales e interpretativas.

El programa –peculiarmente armado y sin sorpresas- recorrió una amplia gama de estilos. Por su ubicación al comienzo de la ópera, el aria de presentación de la Juliette de Gounod (Ah, je veux vivre) con sus complicadas coloraturas siempre trae algo de inquietud puesto que no da tiempo a quien la interprete a calentar debidamente la voz. Nadine Sierra apostó a ese mismo desafío al seleccionarla para abrir el recital, y lo resolvió con solvencia, ímpetu y un fiato extraordinario del cual hizo gala durante toda la velada. Casi sin solución de continuidad y con la misma energía abordó Chi il bel sogno di Doretta de La rondine, para luego dar paso al belcantista Quel guardo il cavaliere de Don Pasquale, con simpática actuación de la soprano, que hizo recordar su debut en el Teatro Colón con El elixir de amor en 2022.

Hasta aquí, Nadine dejó bien en claro los motivos que la llevan hoy día a transitar los escenarios líricos más importantes: una voz plena en todo su registro, liviana en las coloraturas –que emite con total naturalidad-, entera en el centro y en los graves, y maleable a la luz de los matices interpretativos que la cantante imprime a cada papel, todo ello sumado a una presencia escénica creíble y seductora.

Bajando los efectos de tanta ebullición,  Deh, vieni, non tardar de Las bodas de Fígaro fue el momento mozartiano del recital, cantado con estilo y atinados matices. Pero la paz duró poco: hizo su entrada la Violetta verdiana y sus cavilaciones en É strano… Ah, fors’e lui… Sempre libera, con algunas fiorituras no habituales y la participación del tenor argentino Diego Bento, de muy buen desempeño. La soprano tuvo que esperar pacientemente que cesaran los inoportunos y extensos aplausos antes del Sempre libera

El pianista Bryan Wagorn, el tenor Diego Bento y la soprano Nadine Sierra (foto: Juanjo Bruzza)

Al comenzar la segunda parte, Sierra tomó la senda hacia lo popular con la hermosa Melodía sentimental de Villa-Lobos y la colorida Engheno novo de Braga, canciones que su madre portuguesa le enseñaba de niña, según contó en entrevistas previas. Pero se reencauzó hacia la ópera con Verdi y Puccini, a través de Caro nome de Rigoletto y el inoxidable O mio babbino caro. Inexplicablemente, la soprano omitió el anunciado Depuis le jour de Louise de Charpentier, que hubiera sido muy interesante escuchar en su voz e interpretación, para terminar el programa previsto con una pícara página de zarzuela: Me llaman la primorosa de El barbero de Sevilla de Gerónimo Giménez.

Terminar es una manera de decir, porque a partir de allí la cantante norteamericana se prodigó en siete variadísimos bises: la dulce canción de cuna Summertime de Porgy and Bess de Gershin, el bolero Bésame mucho (acompañada por el joven contrabajista francés Marc André), dos Puccini (Vissi d'arte y Si, mi chiamano Mimi), un prescindible O sole mio, I could have danced all night de My fair lady, cerrando con la fresca canción Beautiful dreamer de Stephen Foster. 

El contrabajista Marc André acompañó a la soprano en Bésame mucho (Foto: Juanjo Bruzza)

En todo momento el acompañamiento de Bryan Wagorn al piano resultó ideal; ambos son compañeros de escena desde hace dos décadas, según comentó la soprano. Dos números solistas permitieron a Wagorn mostrar su hermoso fraseo, sobre todo en la transcripción del Intermezzo de Manon Lescaut.

Durante todo el recital Nadine Sierra dialogó con los asistentes –primero en español y luego en inglés-, bromeó, derrochó sonrisas y mohínes, emprendió impactantes cambios de vestuario, se descalzó antes de Summertime (algo habitual en sus recitales), agradeció haber sido nombrada huésped de honor de Buenos Aires (no ‘ciudadana’, como dijo), elogió con vehemencia la energía de los porteños y de nuestra ciudad, y hasta fingió elegir alguno de sus bises entre los pedidos del público (por suerte no hubo tango). Todo formó parte de una maquinaria de marketing que no empañó en absoluto sus cualidades artísticas que la convierten en una de las más rutilantes estrellas del actual firmamento de la ópera.

Patricia Casañas 








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