Benjamin Bernheim: un tenor brillante y versátil
Benjamin Bernheim, tenor. Carrie-Ann Matheson, piano. Obras de Georges Bizet, Henri Duparc, Ernest Chausson, Piotr Ilich Chaikovski, Giacomo Puccini, Jules Massenet, Joseph Kosma, Charles Trenet y Jacques Brel. Ciclo “Grandes Intérpretes”. Teatro Colón. Función del 27/7/2025.
Aunque es un concepto repetido, no está demás
recordar que desde hace años la posibilidad de tener en el escenario del Teatro
Colón a las primeras figuras de la lírica mundial se reduce, en la mayoría de los
casos, a recitales. En algunas ocasiones con orquesta y en otras, como todos
los recitales planificados en esta temporada 2025, con acompañamiento de piano.
Y aunque no sea la opción ideal, bienvenidas las mejores voces de la lírica
actual a la mítica sala de la calle Libertad.
El tenor franco-suizo Benjamín Bernheim, con cuarenta
años recién cumplidos, ofreció en su debut en la Argentina un recital
exquisito, donde cantó en cuatro lenguas distintas y demostró las razones por
las cuales actualmente está entre los primeros tenores de la lírica mundial.
Algunas particularidades que merecen señalarse: de
los diecisiete fragmentos interpretados, cinco corresponden a su último trabajo
discográfico (Douce France) realizado
junto a la misma pianista que lo acompañó en el Colón. También tomó riesgos al
comenzar la velada con un aria muy difícil de Georges Bizet; lo mismo al incluir tres
canciones populares al fin del recital y hacer fuera de programa dos arias de
gran dificultad. En eso se nota el intérprete sólido, ajeno a efectismos vanos
y dispuesto a mostrar una paleta representativa de su madurez artística.
Con perfecto estilo francés, uso adecuado del
registro, e intensidad emocional, interpretó “Je crois entendre encore” la sutil y refinada aria de Nadir en Los pescadores de perlas de Bizet.
Sin exhibicionismos, con notable control de su instrumento y profunda compenetración poética pasaron cuatro obras de Henri Duparc: L’invitation au voyage con texto de
Charles Baudelaire; Chanson triste
con texto de Jean Lahor; La vie
antérieure con texto de Charles Baudelaire y Phidylé con texto de Leconte de Lisle. La conjunción entre canto y
piano fue perfecta, gran mérito de la pianista Carrie-Ann Matheson que además
mostró toda su valía como solista en el Interludio de Poème de l’amour et de la mer en versión para piano solo de Ernest
Chausson.
El final anunciado de la primera parte era con “Kuda-Kuda”
del Evgueni Onieguin de Chaikovski vertido de forma admirable, con emoción a
flor de piel, sin un atisbo de excesos tan proclives en ese fragmento. Si
algunas dudas podían tener algunos sobre el volumen de la voz, éste fue el
momento para despejarlas. Vimos correr lágrimas en los ojos de varios curtidos
asistentes a veladas en el Colón ante la intensidad de la interpretación de
este fragmento.
La clásica aria tenoril de Werther pasó de la mitad
de la segunda parte a finalizar la primera. Aquí Bernheim electrizó sin dudas
al público con su inmaculado francés, por su control, su expresividad, sus
agudos de acero y por su bello color vocal.
La segunda parte se inició con otro clásico del
repertorio francés. El aria de la flor de Don José en la Carmen de Bizet. Sin dejar su bello registro lírico fue potente en “La fleur que tu m’avais jetée”, con una
llegada al agudo de notable perfección, brillo vocal y perfecto estilo.
Es raro encontrar en un concierto de un tenor de
gran carrera internacional alguna de las exquisitas canciones de Puccini, muchas
de las cuales fueron fermento de fragmentos de arias de óperas posteriores. Así
pasaron por el generoso rango vocal de Benjamin Bernheim: Mentìa l’avviso con texto de Felice Romani, Terra e mare con texto de Enrico Panzacchi, Sole e amore con texto anónimo y Morire con texto de Giuseppe Adami. Momento pucciniano que nos deja
abrigar la esperanza de escuchar al tenor francés en algún momento como
Rodolfo, Renato Des Grieux o Ruggero.
Finalizó el programa con extraordinarias versiones de
Les feuilles mortes (Kosma – Prévert),
Douce France (Trenet) y Quand on n’a que l’amour (Brel). Aquí
bordó con elegancia cada frase y dio el matiz justo, no con estentórea voz
tenoril sino con la sutileza y el matiz justo que sólo un gran artista puede dar
a estas tres piezas.
Carrie-Ann Matheson acompañó con maestría en todo
momento y dio a cada obra la interpretación adecuada a su estilo.
Los dos fragmentos fuera de programa fueron un
perfecto complemento del repertorio ofrecido: así pasaron el aria de Sou-Chong “Dein
ist mein ganzes Herz!”(Tuyo es todo mi corazón) de la opereta El país de las sonrisas (Das Land des Lächelns), de Franz Lehár y
“Ah! Leve toi soleil!”de Romeo y Julieta
de Gounod.
Bernheim brilló en la opereta, demostró sus
posibilidades en idioma alemán y finalizó con total excelencia como Romeo en una versión memorable.
Gustavo Gabriel Otero


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