Más allá del tiempo y el espacio

 

Coro Universitario de Mendoza. Directora: Silvana Vallesi. Programa: Benjamin Britten: A Ceremony of Carols (Mercedes Bralo Cisternas, arpa). Francis Poulenc: Quatre petites prières de Saint François d’Assis. J.S. Bach: Motete BWV 229. Knut Nystedt : Stabat Mater (José Luis Di Marco, violonchelo). Michael Ostrzyga: Iuppiter. Morten Lauridsen: Luz Aeterna (Tomás Alfaro, órgano). Auspicia Secretaría de Extensión UNCUYO. Basílica de María Auxiliadora y San Carlos. Función del 9/12/2021.

El Coro Universitario de Mendoza, en el presbiterio de la Basílica de San Carlos. 
Foto: Gentileza Martín Cortez / CUM

En el marco de una breve gira, que abarcó también Mar del Plata, se presentó en la Ciudad de Buenos Aires el Coro Universitario de Mendoza, dirigido por la maestra Silvana Vallesi. La visita despertaba interés, en primer lugar por la calidad del organismo, creado en 1965 por Felipe Vallesi y ganador de numerosos premios (entre ellos, fue el primer coro latinoamericano en obtener el Gran Premio Europeo). Luego, se trataba de la primera actuación en la que el conjunto ofrecería material trabajado inmediatamente antes y durante el largo invierno impuesto por la pandemia. Dos aspectos más reforzaban el señalado interés: por un lado, el programa elegido, que con excepción de un breve motete de Bach, estuvo centrado en compositores del siglo XX, dos de ellos activos y muy reconocidos: el estadounidense Morten Lauridsen y el alemán Michael Ostrzyga. Finalmente, que estos autores se escucharan en la Basílica de San Carlos, en el corazón del barrio de Almagro, resultó un estímulo adicional: se trata de uno de los templos más hermosos e imponentes de Buenos Aires, que cuenta con un órgano de excepcional sonoridad. Como en otras ocasiones, me embargó como oyente la sensación de estar navegando en una nave espacial-musical.

Aprovechando con inteligencia las virtudes del ámbito, la propuesta incluyó una entrada por la nave central de las voces femeninas del coro en las piezas de A Ceremony of Carols, de Britten, que ya de por sí abre con una procesión. El arpa de Mercedes Bralo Cisternas fue un aporte virtuoso (como en el Interludio) y colorístico. Fue luego el turno de las voces masculinas en las Cuatro pequeñas plegarias de San Francisco de Asís, donde la música de Poulenc, como es habitual en ella, combinó misticismo y sensualidad, esa amalgama tan típica en la que resuenan los ecos de San Juan de la Cruz. El texto, en francés, fue expresado con cuidada dicción.

Un nuevo aporte instrumental vino de la mano del violonchelo de José Luis Di Marco, en el Stabat Mater del noruego Knut Nystedt, fallecido en 2014. Una extensa cadenza inicial del instrumento impuso una retórica de denso dramatismo a una obra que el coro asumió en toda su dimensión expresiva. Un breve remanso anclado en la tradición fue escuchar el coro doble que exige el Motete “Komm, Jesu, komm” de Bach, cuyas líneas vocales precisas y bien ensambladas fueron subrayadas tenuemente por el continuo de Tomás Alfaro.

A partir de este momento, el concierto se internó en una línea ascendente en cuanto a desafíos estilísticos. Iuppiter de Michael Ostrzyga contrasta por sus impetuosos unísonos iniciales con los contrapuntos bachianos; ese comienzo diáfano deriva hacia un tratamiento indudablemente actual, donde a través de interjecciones y murmullos la voz se objetiviza en sonido puro, indagando en la esencia de la palabra que se infiere como balbuceo originario (iluminador el aporte en el programa de la profesora Estela Di Lorenzo, que asocia en sus raíces a la palabra “Júpiter” con Deus Pater y otras variables).

 Silvina Vallesi preparó el Coro y lo guió con mano maestra junto al órgano, a cargo de Tomás Alfaro, en la obra de Morten Lauridsen.
Foto Gentileza: Martín Cortez / CUM

El final tenía reservada una sorpresa: el coro se retiró del presbiterio para subir al coro, donde fue acompañado por el órgano principal del templo, cuyo extraordinario sonido, de la mano de Tomás Alfaro, se abrió a la armonía de cada acorde y pareció literalmente flotar en un ambiente que provee una reverberancia justa, jamás excesiva. Así ubicados, bajo la guía experta de la maestra Vallesi, el coro desplegó las cinco partes de Lux Aeterna de Morten Lauridsen, una obra de encuentro entre la tradición y la actualidad, con resonancias crepusculares (por momentos, la cabeza de un motivo parece insinuar el tema de Nimrod de Elgar), un eficaz contrapunto y una expresividad suntuosa que los coreutas asumieron con verdadera unción.

De nuevo en el llano, el Coro regaló una zamba fuera de programa, luego de una extensa cabalgata de más de una hora y media de puro disfrute. La nave musical nos había llevado de la mano, más allá del tiempo y el espacio.

Daniel Varacalli Costas

 

Comentarios

  1. Que magnífica descripción de esos instantes musicales sublimes

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  2. Emotivas palabras para describir y desentrañar cada obra. El Coro nos elevo a través de sus voces tan amalgamas y ricas en tonos y silencios. Extraordinaria dirección, elección de obras de muy difícil ejecución, hicieron que durante un momento nos elevarnos al más allá!!!!!

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