Para salir de la oscuridad

Joyce DiDonato (mezzosoprano). Craig Terry (piano). Lautaro Greco (bandoneón). Music for a while (Purcell), As with rosy steps the morn (Händel, Teodora), Giovanna d’Arco (Rossini). Fünf Wesendonck-Lieder (Wagner), With a song in my heart (Rodgers y Hart), La vie en rose (Guglielmi-Piaf). Mozarteum Argentino Teatro Colón. Función del 5/12/2021.

 

Joyce DiDonato ofreció junto al pianista Craig Terry un recital extraordinario.
Foto: Liliana Morsia / Gentileza Mozarteum Argentino

La relación de Joyce DiDonato con el público porteño se convirtió a lo largo de sus visitas en un vínculo entrañable: durante el encierro en lo peor de esta pandemia de coronavirus, un mal que el mundo aún no ha superado, muchos vimos las grabaciones realizadas en el living de su casa y nos sorprendimos gratamente al descubrir que sobre su piano cuelga un afiche con la imagen de la sala del Teatro Colón. Esta es la quinta visita de la artista norteamericana a Buenos Aires, al igual que las anteriores para los ciclos del Mozarteum Argentino. La última fue en 2019 y al poco tiempo el mundo comenzó a transitar uno de sus peores momentos. Por tal razón el título de este recital de retorno, Into the Light, revela optimismo y el sincero deseo de que, de una vez por todas, el mal sea superado.

Joyce DiDonato es la dueña del estilo y del fraseo, es una con la música. Su dominio del escenario es absoluto y su estado vocal y su nivel de madurez como artista están a pleno. Ya lo había demostrado en sus visitas anteriores y regresó para renovar el entusiasmo de un público que sabe retribuirle esas experiencias extraordinarias que son sus recitales.

Del programa se pueden destacar la cantata Giovanna d’Arco, un muestrario de recursos rossinianos, acaso una gran aria dividida en varias secciones que rara vez se disfruta en vivo, para la ocasión en una versión de antología (en mi caso, es la primera vez que la disfruto en persona); los Fünf-Wesendonck Lieder, honda compenetración en el mundo wagneriano mediante estos cinco microcosmos, a su vez prueba de inteligente versatilidad; el momento de particular distensión, en el que además de dirigirse al público en castellano, ofreció sus versiones de With a song in my heart y La vie en rose, dos conocidos temas asociados a los repertorios de Doris Day y Edith Piaf respectivamente.

Como bises se escucharon Crude furie de Serse, un aria de bravura a modo de catarsis en tiempos pandémicos, según comentó al dirigirse al auditorio; Los pájaros perdidos de Piazzolla y para terminar Canción al árbol del olvido de Ginastera, volcada con sincera emoción.

Su compañero de ruta fue Craig Terry, pianista de larga trayectoria tanto por su colaboración con cantantes como en calidad de miembro de conjuntos de cámara, además de su actividad concertística. Un músico completo a la altura de una gran circunstancia, que supo comunicar las delicadezas de cada partitura, especialmente allí donde el piano deja de asumir la función de acompañante para complementarse con la voz en una relación de igual a igual (valga esto en especial para los Wesendonck-Lieder y para Giovanna d’Arco, donde al piano le corresponde desplegar la paleta sonora rossiniana). La sorpresa fue la participación de Lautaro Greco en bandoneón, que se sumó para hacer su aporte en las canciones de Rodgers y Hart, Guglielmi y Piaf, y Trejo y Piazzolla. Integrante del quinteto que lleva el nombre del compositor argentino, entre otras distinciones obtuvo un premio Grammy 2019 por su colaboración con Joyce DiDonato en el álbum Songplay.

Lautaro Greco sumó el timbre inconfundible del bandoneón al cierre de un recital de amplio repertorio.
Foto: Liliana Morsia / Gentileza Mozarteum Argentino

Sobre el final, Joyce DiDonato dedicó la velada a Gisella Timmermann, directora ejecutiva y responsable artística del Mozarteum, la más importante organización musical del país. La dedicatoria tuvo un profundo significado, que podemos entender como el más sincero agradecimiento a una institución que vuelve a tomar contacto directo con el público al cabo de dos años desde el estallido de la pandemia y que, con el tiempo -desde el cierre de la Wagneriana hace 20 años hemos visto de todo-, pasó a ser, de las grandes organizaciones privadas, la única que funciona en el presente. Gracias a su permanencia y sus invaluables aportes, los melómanos porteños pueden tener la seguridad de estar sólidamente respaldados por la labor de una institución que vela por la más alta calidad a la hora de diseñar una temporada de conciertos.

Claudio Ratier

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