Memoria musical

El Salón de Pasos Perdidos, ámbito de presentación de la Orquesta de Cámara del Congreso Nacional.

Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación. Director: Sebastiano De Filippi. Programa: Astor Piazzolla: Contemplación y danza. Sergei Rachmaninov: Vocalise (Arr. Fargod Fani). Sergei Taneyev: Canción. Solista: Gabriel Blasberg, clarinete. Leos Janacek: Idilio, para cuerdas. Salón de Pasos Perdidos del Congreso Nacional. Función del 25/3/22.

 

En medio de un fin de semana de importante revitalización musical tras la pandemia, la Orquesta de Cámara del Congreso, bajo la dirección del maestro Sebastiano De Filippi inició su actividad en el Salón de Pasos Perdidos en un concierto alusivo al Día de la Memoria, a la par que dio a conocer su temporada 2022 integrada por diez presentaciones que se avizoran de singular interés, con directores y solistas invitados.

Y a propósito de solistas, esta entrega contó, para su segmento inicial, con el concurso de Gabriel Blasberg, primer clarinete (junto a Osmar Sosa) de la Banda Sinfónica de la Ciudad, con ya una nutrida trayectoria detrás. Se lo pudo apreciar en tres obras de duración reducida, pero muy sustanciosas y unidas por una dimensión, si se quiera, elegíaca. En primer lugar, Contemplación y Danza, dos piezas que Piazzolla escribió a comienzos de los años ’50, de corte entre bartokiano y neoclásico, en las que todavía no se reconoce al músico del “nuevo tango”, pero sí las bases técnicas que había abrevado en Ginastera y Boulanger. Obra austera, sin esa rítmica obstinada que hiciera célebre a su autor, encontró en el binomio Blasberg-De Filippi un auténtico entendimiento que se trasladó a las obras posteriores, de una expresividad más inmediata. La Vocalise de Rachmaninov (una de sus canciones de 1915) suele escucharse en arreglo para cuerdas; esta vez el clarinete llevó su bellísima línea principal con trabajado sonido y sostenida comunicatividad. Finalmente, la Canción de Sergei Taneyev cerró la trilogía con total coherencia: un compositor poco frecuentado, a caballo entre el siglo XIX y el XX, así como entre el folklore ruso y lo académico. Esta pieza es eficaz da capo al fine y Blasberg la cerró con esa última frase a cargo del clarinete solo, apenas suspendida. Los intérpretes sortearon el desafío de una sala que, sin llegar a una reverberancia extrema, genera una circulación intensa del sonido (incluso de los extraños al concierto), cargando las dinámicas; aun sobre el límite, director y solista controlaron con pericia este aspecto acústico, con excelente resultado.

Gabriel Blasberg, clarinete solista de la Banda Sinfónica de la Ciudad, aquí junto a la Orquesta del Congreso.

La segunda parte de la velada ofreció el Idilio, del checo Leos Janacek, de cuya ejecución previa en nuestro país no tenemos registro, a diferencia de la Suite, que interpretó y grabó en su momento la Camerata Bariloche. De 1878 (un año posterior a la Suite) es esta obra que amalgama la mirada hacia la tradición musical (con ecos de la suite barroca y la serenata clásica), pero a través del tamiz romántico y del conocimiento del folklore moravo, que Janacek había investigado junto a su colega Frantisek Bartos. De tal modo que esta partitura, de siete movimientos inteligentemente balanceados en cuanto a tempi y métricas, no rehúye la evocación folklórica: de hecho su quinto número, con la sucesión de Adagio y Presto para volver al Tempo I (la forma ABA impera en varios de los movimientos) es claramente una Dumka, esa danza tan cara a Dvorák. Pese a su pluralidad de movimientos y divisiones internas, la obra se vivencia como una unidad, una suerte de cabalgata por diversos climas emocionales en los que, sin embargo, parece predominar una velada nostalgia, aun en los pasajes más animados, algo frecuente en las serenatas para arcos (Dvorák, Suk, Chaikovski, Elgar). Las cuerdas de la Orquesta de Cámara del Congreso, modeladas por De Filippi, ofrecieron una lectura vigorosa y altamente expresiva. Sin duda, el haber sorteado con éxito los desafíos de varias obras interpretadas el año pasado, como las transcripciones de La muerte y la doncella de Schubert o el Cuarteto de Verdi, colocan al organismo en un nivel técnico que le permite moverse con solvencia en un amplio repertorio que atraviesa las geografías y las épocas más diversas. Si a esto sumamos que hoy por hoy, la Orquesta del Congreso es la única agrupación en su tipo con carácter permanente, debemos ponderar que  mantenga este celebrado nivel para toda la comunidad, tanto local, que accede gratuitamente a sus conciertos, como mundial, que puede disfrutarlos por Internet, como fue el feliz caso del que se reseña.

Daniel Varacalli Costas

 

 

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