Giselle por Osipova: bailar, morir y renacer

Giselle. Ballet en dos actos. Coreografía de Gustavo Mollajoli sobre la original de Jules Perrot, Jean Coralli y Marius Petipa. Música de Adolphe Adam. Bailarines invitados: Natalia Osipova (Royal Ballet de Londres) y Daniel Camargo (Ballet Nacional de Holanda). Solistas y cuerpo de baile del Ballet Estable del Teatro Colón. Director: Mario Galizzi. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Manuel Coves. En el Teatro Colón, el jueves 21 de abril.

Natalia Osipova, pasional intérprete de "Giselle"
(Foto: Máximo Parpagnoli)

Varios ingredientes interesantes confluyeron en esta apertura de temporada del Ballet Estable del Teatro Colón. En primer lugar, el título elegido: Giselle, programado en 2020 y suspendido por la cuarentena, una obra central del repertorio romántico y femenino, que siempre concita entusiasmo tanto en los intérpretes como en el público. Se trató además de la rentrée de Mario Galizzi como director de la compañía (ya lo fue en dos oportunidades), una presencia experimentada y querida por el elenco.

La actuación de la rusa Natalia Osipova, fugaz visitante en 2011 para una gala en el Teatro Coliseo, fue otro punto fundamental. El recuerdo de aquel desmesurado pas de deux de Don Quijote despertó gran expectativa por verla en un ballet completo. Los acompañantes de Osipova aportaron una cuota de suspenso. Isaac Hernández (del English National Ballet), su Albrecht original, defeccionó solidarizándose con la renuncia de Paloma Herrera como directora de la compañía, incumpliendo su compromiso en una actitud de desprecio hacia el Teatro Colón como institución. Se invitó entonces a Vladimir Shklyarov, del Ballet del Teatro Mariinski de San Petersburgo, pero el conflicto bélico desatado entre Rusia y Ucrania le impidió realizar el viaje. La elección recayó finalmente en Daniel Camargo, bailarín brasileño que tomó el reto de compartir estas funciones con la estrella, a pesar de no haber bailado nunca juntos.

Seguramente una cuestión de agenda hizo que Osipova recién bailara la séptima función. Sumamente interesante, su trabajo interpretativo mostró cómo puede obtenerse un enfoque novedoso de un papel tan transitado, creado hace más de ciento ochenta años. Desde su primera aparición, compuso una Giselle absolutamente distinta de la visión tradicional, más vibrante, con gestos y detalles propios. Lejos de la tímida adolescente, con un carácter casi infantil con alguna pizca de picardía, Osipova fue una aldeana vital, expresiva. Mucho de contemporaneidad tuvo su personaje, en un trabajo de factura original que rompió los moldes históricos. La célebre escena de la locura, piedra de toque para cualquier bailarina, fue resuelta de manera conmovedora por la estrella del Royal Ballet.

Osipova y Daniel Camargo, en el segundo acto de "Giselle"
(Foto: Máximo Parpagnoli)

Dentro del marco fantasmagórico del segundo acto, Osipova trabajó el papel coherentemente con su línea de interpretación. A los rasgos sobrenaturales propios del personaje, la bailarina sumó una gestualidad contundente y una técnica deslumbrante. Su alejamiento de todo convencionalismo se extendió también a su vestuario y peinado, despojado de todo ornato. Una inolvidable actuación.

El joven Daniel Camargo fue un Albrecht correcto, con porte de danseur noble y buena técnica. Si bien su desempeño estuvo a la altura de las circunstancias, sería deseable una mayor maduración y profundización del papel.

Entre los locales, Dalmiro Astesiano volcó toda su experiencia en la interpretación del Hilarión, y compuso una actuación excelente. La reina de las willis fue Paula Cassano, imponente, fría, implacable; gran desempeño de la bailarina argentina. El Pas de paysan fue bailado con frescura por Camila Bocca y Maximiliano Iglesias.

Natalia Saraceno (Bathilde), Norma Molina (la madre de Giselle), Igor Gopkalo (el Duque), Rocío Agüero y Lola Mugica (dos willis) completaron con eficacia el elenco, y el cuerpo de baile mostró cohesión y disciplina.

La Filarmónica acompañó adecuadamente la función, con el seductor sonido del violín de Pablo Saraví en el Pas de paysan, y mediano desempeño de Kristine Bara en el importante solo de viola del pas de deux del segundo acto.

Fue una velada inolvidable, cuyo clima de fiesta se extendió hasta la salida de los bailarines por la calle Cerrito, donde una multitud los esperó para aclamarlos una vez más.

Patricia Casañas


Comentarios

Publicar un comentario

Las más leídas

Lo cómico, en serio

Un Nabucco revisitado

Sobre todo, Puccini

Tres grandes voces para "Il trovatore"

Buenos Aires Ballet: novedades y reencuentro

Otro Elixir de muy buena calidad

Lo mismo, pero distinto

Una viuda casi alegre

El Barroco, primero

La chispa del otro Leonardo