La vigencia de un género

El cónsul. Ópera en tres actos. Música y libreto de Gian Carlo Menotti. Director musical: Justin Brown. Director de escena: Rubén Szuchmacher. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Iluminación: Gonzalo Córdova. Coreografía: Marina Svartzman. Elenco: Leonardo Neiva, Carla Filipcic Holm, Adriana Mastrangelo, Virginia Correa Dupuy, Héctor Guedes, Pablo Urban, Alejandro Spies, Marisú Pavón, Marina Silva, Rocío Arbizu, Sebastián Sorarrain. Orquesta Estable del Teatro Colón. Teatro Colón. Función del 3-5-2022.

La iluminación de Gonzalo Córdova aportó una significación especial a las escenas de contenido onírico de El cónsul. Foto: Máximo Parpagnoli / Gentileza: Prensa Teatro Colón

Entre fines de la década de 1990 y los primeros años del 2000, las óperas de Gian Carlo Menotti se habían convertido en Buenos Aires en uno de los puntales de las compañías independientes y de cámara. Títulos como El teléfono, Amahl y los visitantes nocturnos, La médium (Juventus Lyrica), o La solterona y el ladrón (el “Menotti Fest” del ISATC) se sumaban a los éxitos históricos que había ofrecido el Colón con Amelia al ballo; Socorro, socorro los globolinks (de enorme repercusión entre los chicos) y El cónsul, estrenada en 1953, cuando era novedad mundial, con dirección de escena nada menos que de Armando Discepolo, y ofrecida por última vez en la temporada 1999.

En esta última ocasión, Gian Carlo Menotti vino personalmente y supervisó la puesta en escena de lo que fue una excelente producción, firmada por Emilio Basaldúa. Tuve entonces el gusto de entrevistarlo y preguntarle acerca de su lenguaje musical, tan sencillo y lineal como sus libretos, pero siempre honesto y efectivo. Menotti me respondió: “Es curioso, porque no escribo para resultar accesible a nadie ni para captar un determinado públi­co. Escribo así porque ése es mi len­guaje. Terminamos un siglo en el que se ha insistido demasiado en que debe escribirse de un modo o de otro. Pero el arte es un territo­rio libre, y punto.”

Exactamente una década después, la compañía Buenos Aires Lírica realizó una producción también de excelente nivel, firmada por Fabián von Matt y que contó, al igual que la que aquí reseñamos, con Carla Filipcic Holm en el protagónico y Virginia Correa Dupuy como la madre.

Algo más de una década pasó y El cónsul volvió a verse en el Colón, marco acaso excesivo para una música con una tendencia más bien camarística, con una armonía discreta, de líneas ágiles e interesante colorido, que sólo condesciende a una retórica tradicional y más "verista" en el final del segundo acto y en su conclusión definitiva. El director inglés Justin Brown demostró suma pericia en el podio de la Orquesta Estable, con gestos precisos y altamente expresivos y un resultado de audible claridad y cuidado ensamble.

La concepción escénica de Rubén Szuchmacher tomó la distancia necesaria de un material que dice todo y explica todo, sumando a ello la riesgosa familiaridad del inglés, por lo que necesita evitar énfasis y sumar algún tipo de insinuación. El experimentado régisseur dejó respirar la obra tal cual se muestra, sin agregarle pretensiones. Dos decorados bien situados en época firmados por Jorge Ferrari (también responsable del vestuario) aprovecharon el disco giratorio que posibilitó los cambios de escena sin correr el telón mientras se desarrollan los breves interludios instrumentales. Un punto fuerte resultó la iluminación de Gonzalo Córdova; la irrupción de un tono verdoso para identificar los segmentos oníricos, al comienzo del segundo acto y en el final, aportan una idea muy sugerente.

En el plano vocal, la nota distintiva fue la homogeneidad del elenco, sin desbalances que pudieran afectar la relación entre personajes principales y comprimarios, siendo que todos son igualmente importantes en el género.

A la hora de realizar algunas distinciones, merece destacarse en primer lugar a Carla Filipcic Holm, quien confirmó una vez más ser una de las mejores cantantes argentinas, en un protagónico que desempeñó con total autoridad vocal y escénica, administrando gradualmente el dramatismo que su parte tiene desde el mismo comienzo. Adriana Mastrangelo compuso eficazmente el papel de la secretaria, con una voz de importante volumen, matizado color de mediosoprano y lograda actuación. Lo mismo puede decirse del John Sorel encarnado por el brasileño Leonardo Neiva, de voz bien centrada en su registro baritonal y con un carácter adecuado a su personaje. El mago a cargo de Pablo Urban fue un hallazgo de la producción, por su compromiso actoral y comunicatividad vocal.

Carla Filipcic Holm encarnó a una vibrante Magda Sorel. Foto: Arnaldo Colombaroli / Gentileza Prensa Teatro Colón

Como perspectiva, El cónsul demuestra que la ópera puede y debe abordar temáticas actuales y que tiene mucho para iluminar sobre ellas con su particular lenguaje. De hecho, este título de Menotti fue actual en su momento, y dejando de lado los elementos ya hoy algo anacrónicos –el teléfono de línea, la papelería- y su anclaje histórico –la Guerra Fría- permite superar la ubicua recurrencia del triángulo amoroso que saturó la ópera romántica y que todavía hoy alimenta las temporadas de ópera en todo el mundo. Creadores y programadores tienen una gran tarea por delante para defender la vigencia de un género “duro de matar”.

Daniel Varacalli Costas

 

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