Un “baccano in chiesa”

Ensamble Prometheus. Director: Giovanni Panella. Matías Sagreras, órgano.
Programa: Berceuse. Misa “Cantate Domine Canticum Novum”, de Licinio Refice. Organiza: Fundación Prometheus. Augusto Bovio. Con el Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires. En la Cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento. Función del 1/5/2022.

La edición de la partitura de Refice utilizada por el maestro Panella.
Foto: Patricia Casañas.

Cuando el compositor y sacerdote católico Licinio Refice tenía veinte años, Pío X escribió un Motu Proprio con detalladas reglas acerca de la música que debía interpretarse en la iglesia. Hacía tres meses que lo habían elegido Papa y la elección del tema demuestra la importancia que en ese entonces el Vaticano le asignaba a la música, como también las prevenciones que todavía despertaba como arte. La lectura del documento (que llegó a mis manos gracias a dos anticuarias de San Telmo) demuestra el rigor con que el príncipe del Catolicismo juzgaba el asunto: no sólo la única música digna del templo era el canto gregoriano (admitiéndose los cantos extralitúrgicos con las debidas licencias), sino que toda música no concebida para el culto divino, aunque tuviera una temática religiosa (por ejemplo, los oratorios o las misas de los compositores clásicos) era considerada profana y no apta para ejecutarse en un lugar sagrado. La cantidad de prohibiciones que el texto contiene (no sólo de músicas, sino de instrumentos y hasta de personas) asombra a tal punto que lo que hoy sucede en las iglesias católicas en materia musical (?) parece provenir de una institución diferente.

Este contexto permite entender por qué la primera misa de Refice –oportunamente titulada “Cantate Domine Canticum Novum”, de 1910- encendió polémica por su “sensualidad” y complicó la carrera de un compositor que se perfilaba brillante (para ese entonces era director de la Capilla Liberiana en Santa Maria Maggiore en Roma, el ámbito donde trabajó el mismísimo Palestrina).

El maestro Giovanni Panella, al frente del Ensamble Prometheus, realizó el estreno latinoamericano de esta obra en la cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento. Su fervor por el compositor italiano (que comparte con su esposa, la soprano Marta Rossi, paisana de Refice) nos ha abierto la puerta a este interesante músico que sin duda quería verter “vino nuevo en odres viejos”, o si no viejos, al menos tradicionales. Porque esta Misa sigue de manera ortodoxa las cinco partes del Ordinario y respeta su texto latino (el único entonces autorizado por la Santa Sede). ¿Qué era entonces lo que levantó tanto polvo en aquellos años que hoy parecen remotos? Seguramente el nutrido cromatismo de la partitura, que parece haber despertado los demonios que siempre se le atribuyeron al arte de los sonidos, y que más bien estaba dentro de la mente de los mismos censores.

Un momento del concierto del Ensamble Prometheus en la Cripta del Santísimo Sacramento.

Once voces, entre masculinas y femeninas, el acompañamiento del órgano a cargo de Matías Sagreras y la dirección del maestro Panella, volvieron esta obra a la vida en un ámbito más que propicio para su escucha. Lo primero que merece rescatarse es el equilibrio de planos logrado entre el órgano de la Cripta -ubicado a un costado del altar, pero con tubos a ambos lados del ábside y un hermoso sonido envolvente- y las voces, soberbiamente realzadas por una acústica natural sin excesiva reverberación. Por lo demás, tanto el trabajo de conjunto del Prometheus como los aportes solistas, con especial lucimiento de las voces graves, revelaron un trabajo concienzudo de principio a fin.

La Misa “Cantate Domine Canticum Novum” debió haber marcado un hito en un periplo ya comenzado por Lorenzo Perosi en el ámbito de la música sacra, una suerte de salto hacia una liberación expresiva que venía a conciliar las esferas de lo sagrado y lo profano, tan divididas desde la Edad Media y luego a partir de la penitencia inferida por la Contrarreforma. Son notables las partes solistas en el Kyrie, el carácter responsorial de ciertos pasajes del Gloria y la consistencia de su final; el detalle con que la música sigue cada frase del Credo, con un necesario interludio organístico y un vibrante final sobre la palabra “Resurrexit”; un Sanctus con un Benedictus lento, sensual, y un Agnus Dei solemne y sensible al mismo tiempo.

Pese al Día del Trabajo el ámbito estaba repleto de asistentes, que pidieron por más música. El Prometheus y el maestro Panella respondieron con más Refice, ofreciendo “Tu es Petrus” con ajustado ensamble y fuerza expresiva.

Antes de la Misa, el organista Matías Sagreras había ofrecido una obra de Refice, transcripta para órgano, llamada Berceuse. La pieza, de una hermosa serenidad, luego de desplegar su primer tema, aborda un segundo, que remite inmediatamente a un pasaje del Acto II de Tosca, en el que Scarpia intenta seducir a la protagonista. Un “baccano in chiesa” que, buscado o no, pero fuera de toda duda, habría divertido mucho a su avezado creador.

Daniel Varacalli Costas

 

Comentarios

Las más leídas

Lo cómico, en serio

Un Nabucco revisitado

Sobre todo, Puccini

Tres grandes voces para "Il trovatore"

Buenos Aires Ballet: novedades y reencuentro

Otro Elixir de muy buena calidad

Lo mismo, pero distinto

Una viuda casi alegre

El Barroco, primero

La chispa del otro Leonardo