La fiesta de la música

Festival Argerich. Serguei Prokofiev: Concierto Nº 3 para piano y orquesta en Do mayor Op. 26. Martha Argerich, piano. Antonin Dvorak: Obertura Carnaval Op. 92. Camille Saint-Saëns: El carnaval de los animales. Martha Argerich y Dong Hyek Lim, pianos. Annie Dutoit Argerich, narradora. Orquesta Estable del Teatro Colón. Luis Gorelik, director. Teatro Colón. Función del 20/8/2022.

Martha Argerich interpreta el Tercero de Prokofiev bajo la dirección del maestro Luis Gorelik. Foto: Arnaldo Colombaroli / Gentileza Prensa TC

El último concierto del Festival Argerich fue una verdadera fiesta de la música, así como un excelente broche para esta cita (casi) anual con una de las más queridas y admiradas intérpretes de todos los tiempos: Martha Argerich. Música de cámara, recitales, teatro musical, conciertos con orquesta y solistas: hubo para todos los gustos en este Festival, nacido y sostenido bajo la guía de su fundadora, con algunos intervalos, desde 1999.

En la primera parte de la velada de cierre, Argerich y la Orquesta Estable ofrecieron el tercer concierto para piano de Serguei Prokofiev. El plácido comienzo a cargo del clarinete y las cuerdas, con una línea melódica que contiene todos los giros propios de la caligrafía del autor ruso, da paso a la vibrante entrada del piano, seguida de pasajes de gran exigencia para las cuerdas. Luego de un segundo movimiento (Tema con variazioni) que alterna tiempos rápidos y lentos, escalas ascendentes y descendentes del piano, en el tercero retornan los ritmos obsesivos en un diálogo constante y virtuoso entre solista y orquesta.

Más de una vez la misma pianista confesó haber aprendido la obra durmiendo, mientras su amiga María Rosa Oubiña, la conocida “Cucucha Castro”, lo ensayaba una y otra vez en el cuarto que compartían en Ginebra en 1957. La anécdota da cuenta de la peculiar genialidad de Argerich, cuya espontaneidad y energía se encuentran intactas pese al paso de los años. Su perfecta comprensión de la escritura de Prokofiev y su espíritu danzable, y el fraseo de las amplias líneas melódicas desplegadas por el compositor dieron como resultado una interpretación antológica. La pianista brilló e hizo brillar a la Orquesta Estable, que respiró, bailó y disfrutó con ella. Ante la ovación, Argerich ofreció el número inicial de las Escenas infantiles de Schumann. Pero aún faltaba más.

Annie Dutoit Argerich y su histriónica máscara desata la risa de su madre ante el teclado. Foto: Arnaldo Colombaroli / Gentileza Prensa TC

Luego del intervalo, la Orquesta tocó la Obertura Carnaval de Dvorák en una versión que hubiera necesitado mayor claridad sonora, al margen del muy buen desempeño del concertino Oleg Pishenin.

El carnaval de los animales de Saint-Saëns es sin duda una obra donde prima el buen humor. En esta ocasión, fue acompañada de los textos escritos por el actor, humorista y escritor francés Francis Blanche (1921-1974). Da cuenta de los años que tiene este guión, que recorre de modo jocoso la fantasía zoológico-musical de Saint-Saëns, que exista un registro sonoro de él en fecha tan lejana como 1959. Secundada por un valetto, la histriónica y elegante Annie Dutoit Argerich se prestó con simpatía al juego propuesto por Blanche, valiéndose de máscaras y otros objetos. Un inteligente juego de luces (no se consigna a quién se debe en el programa de mano) acompañó cada uno de los números.

El orgánico habitual de la obra (dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, clarinete, xilofón, glockenspiel y dos pianos) fue objeto aquí de una ampliación en las cuerdas. Todos los integrantes de la fauna carnavalesca desfilaron traducidos por los músicos de la Orquesta Estable y los dos pianos a cargo de Martha Argerich y el coreano Dong Hyek Lim. Se destacaron especialmente el flautista Jorge de la Vega en el décimo número (Pajarera), Jorge Bergero a cargo del solo de chelo en El cisne, y el contrabajista Mariano Slaby caracterizando a El elefante. Una divertida Argerich se plegó a la descripción de los Pianistas, incluidos en la humorada de Saint-Saëns para el número XI de la obra, y todos recibieron con alegría la lluvia de confetti que la narradora esparció sobre ellos, como adecuado festejo para una velada donde la música fue la gran triunfadora.

Patricia Casañas

 

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