Reducciones que amplían

Nueva Sinfonietta. Dirección: Carlos Calleja. Programa: Preludio y Muerte de amor de Tristán e Isolda, de Richard Wagner. Canciones de los niños muertos, de Gustav Mahler. (Solista: Alejandra Malvino, mezzosoprano). Cuadros de una exposición, de Modest Musorgski. Arreglos: Carlos Calleja. Auditorio de la Fundación Beethoven. Función del 30/8/2022.

Carlos Calleja al frente de la Nueva Sinfonietta en el Auditorio de la Fundación Beethoven. Foto: Patricia Casañas

“Nueva Sinfonietta”, inteligente proyecto musical encabezado por Carlos Calleja y apoyado por el Mecenazgo de la Ciudad, acaba de ofrecer su segundo concierto. Se trata de una agrupación de cámara que en esta ocasión se presentó con 13 músicos, todos profesionales de alto nivel, conforme al siguiente orgánico: dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, oboe, clarinete, fagot, corno, trompeta, percusión y piano. Carlos Calleja es unos de los directores más sensibles y dúctiles, de larga historia en nuestro medio, tanto en el área de ballet como en el de la formación de jóvenes músicos (se recuerda su sostenida labor en la Académica del Colón y luego en su propia Académica). Con renovado empuje, concibe ahora esta agrupación, para la cual arregla obras para gran orquesta y que, en sus palabras, “busca combinar la riqueza tímbrica sonora de la orquesta sinfónica con la intimidad y transparencia del conjunto de cámara, aportando, en su transformación, un resultado nuevo, con personalidad y vida propia.”

Lo escrito por el director constituye una síntesis perfecta de una experiencia verificable en la práctica. Si las preferencias del público actual parecen inclinarse por el formato sinfónico y el “sonido panorámico”, lo cierto es que, partitura en mano, resulta casi imposible escuchar, aun en acústicas privilegiadas como la del Colón, todas las líneas que un compositor escribió para una obra orquestal, reto que se vuelve más improbable cuanto más nos acercamos a comienzos del siglo XX, por ejemplo con Mahler. La “reducción” a un formato de cámara permite compensar la pérdida de ese sonido suntuoso y mórbido de la orquesta sinfónica con la posibilidad de oír lo que casi nunca se oye, o solo se imagina o reconstruye leyendo la música. En esta propuesta, todo el repertorio se vuelve a apreciar con otro nivel de detalle, en una experiencia distinta pero no menos atrapante, sin perder de vista –de ser posible- cómo la obra fue pensada originalmente, pues de otro modo, sin ese parangón, la experiencia perdería parte de su sentido.

El propio maestro Calleja es el encargado de estas versiones, que comenzaron nada menos que con Preludio y Muerte de amor de “Tristán e Isolda”. Wagner es tan pregnante que siempre prevalece; en este caso sólo se echó de menos un mayor trabajo sobre el rango dinámico, que se oyó muy limitado y que en el autor alemán contribuye a construir las tensiones de su música. La siguiente aventura fueron las Canciones de los niños muertos de Mahler, en la voz de Alejandra Malvino. El profesionalimo de la cantante, con su color bien asentado en las notas graves y una expresión totalmente adecuada al contenido de la impactante poesía de Ruckert, permitió disfrutar las cinco canciones acompañadas por un sonido robusto y parejo de los músicos.

Luego de una breve pausa, el director ofreció su versión para 13 instrumentos de Cuadros de una exposición, que en rigor se trató de una reducción de la orquestación de Ravel de la obra para piano de Musorgski, y no de una versión de esta última, a juzgar por lo oído. Dejando de lado algunas imprecisiones en ataques y afinación, la obra se disfrutó de principio a fin. El sonido sobró para el ámbito, lo que seguramente permitirá en el futuro graduar las dinámicas de una manera más sutil porque no es volumen lo que aquí se requiere, sino la producción de las intensidades que en este tipo de repertorio tan anclado en el romanticismo resulta esencial.

Ojalá este proyecto siga afianzándose con el trabajo común y ofreciéndonos este repertorio que inclusive puede encontrar alguna perla, como la versión original del Idilio de Sigfrido de Wagner. En esta misma línea, Carlos Calleja y sus nuevas huestes ofrecerán una versión reducida de Gianni Schicchi para la ópera de cámara del Colón: será una experiencia digna de ser vista y oída.

Daniel Varacalli Costas

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