Belleza transfigurada

Concierto lírico por los 10 años de la Fundación La Santa Faz. Programa: Dietrich Buxtehude: Preludio en Fa mayor BWV 145. Giulio Caccini: Ave Maria. J.S.Bach: Et misericordia, Quia fecit mihi magna, del Magnificat. Giuseppe Verdi: Liber Scriptus Proferetur, de la Misa de Requiem. Pietro Mascagni: Ave Maria (arr. del Intermezzo de Cavalleria Rusticana). W.A. Mozart: Benedictus del Requiem en Re menor. Louis Vierne. Carillon de Westminster. Fray Pablo Caronello: Missa Brevis en Fa mayor “De la Transfiguración”. Rocío González, soprano; Mairín Rodríguez, mezzosoprano; Cristian Karim Taleb, tenor; Leonardo Fontana, bajo. Francisco Tello, órgano. Basílica Nuestra Señora del Rosario, Convento de Santo Domingo. Función del 29/8/2022.

El padre Caronello saluda al público luego del estreno de su obra, junto a Rocío González y Mairín Rodríguez. Foto: Gentileza Fundación Santa Faz.

Entre las riquezas musicales que nos viene deparando este año post-pandemia, se cuentan el haber escuchado, en la misma temporada, la primera misa musical de la historia –la llamada “de Notre-Dame”, de 1365, interpretada en abril por el Ensamble Vocal Extramuros, y la más reciente estrenada en nuestro país: la “Missa Brevis” en Fa mayor, llamada “De la Transfiguración”, cuyo autor es Fray Pablo Caronello, sacerdote de la Orden de Predicadores, formado en la Universidad Católica Argentina.

El estreno se dio en el marco de las celebraciones por los diez años de la Fundación La Santa Faz, que preside el presbítero Eduardo Pérez. Se trata de una entidad que se propone aunar la devoción religiosa a la belleza artística, y que en el plano práctico mantiene una residencia para estudiantes en la ciudad de Buenos Aires, entre otros proyectos que le otorgan una definida identidad.

La parte musical de estas celebraciones tuvo lugar en la Basílica Nuestra Señora del Rosario, conocida por ser parte del convento de Santo Domingo, cuyo altar, incendiado en los penosos episodios de 1955, fue en su momento sustituido por un órgano de excelente sonido. El concierto estuvo organizado en dos partes, una primera a cargo de los solistas, y una segunda dedicada a la Misa. Por un problema de salud, el organista Matías Sagreras debió ser reemplazado por Francisco Tello, quien tuvo un excelente desempeño, apreciado especialmente en las dos piezas solistas: el Preludio en Fa mayor de Buxtehude y el hermoso Carillon de Westminster de Vierne, que abrió la segunda parte.

También como acompañante, Tello mostró sus capacidades al secundar a cuatro cantantes del Coro Estable del Colón, quienes propusieron un repertorio variado que pasó de lo sacro a lo operístico de inspiración religiosa. La soprano Rocío González se lució en el Ave Maria de Caccini, anticipo de otros Ave Maria románticos; la mezzo Mairín Rodríguez exhibió un importante volumen en dúo con el tenor en el “Et misericordia” del Magnificat de Bach, seguidos del bajo Leonardo Fontana en “Quia fecit mihi magna” (con algún detalle en su fonética del latín). La contralto puso en evidencia la ya legendaria crítica al Requiem de Verdi al cantar el “Liber Scriptus Proferetur”: la filiación de esta partitura con el teatro lírico, totalmente legítima, resulta más discutible en la adaptación del Intermezzo de Cavalleria Rusticana de Mascagni como Ave Maria, a cargo del tenor Cristian Taleb, de voz clara, segura y expresiva.

El final de la primera parte estuvo dedicado al “Benedictus” del Requiem de Mozart (este número fue reconstruido por su alumno Sussmayr), que convoca a los cuatro solistas y que fue objeto de una interpretación bien ensamblada.

El bajo Leonardo Fontana, la soprano Rocío González, el compositor Pablo Caronello, la mezzo Mairín Rodríguez, el tenor Cristian Karim Taleb y el organista Francisco Tello, artífices de la nueva Misa de la Transfiguración.

El corazón del concierto estuvo dado, como se anticipó, por el estreno mundial de la Missa Brevis de Pablo Caronello. Se trata de una obra en seis partes, escrita para órgano y cuatro solistas, lo que garantiza una transparencia que rindió formidablemente en el presbiterio de Santo Domingo, el cual permitió una llegada casi inmediata del sonido a los oyentes, experiencia poco común. Escrita conforme al sistema tonal, esta Misa responde a una extensa tradición, al mismo tiempo que la actualiza, acertada ductilidad que permite percibirla de manera directa y sin innecesarias mediaciones ni intelectualismos. Su epicentro está dado por el Credo, en el que van entrando sucesivamente el tenor, la contralto, la soprano y el bajo, y que sigue el texto con la música de manera muy estrecha y lograda; conmueve en el Crucifixus, con el registro grave del órgano, en el luminoso Resurrexit y en la polifonía gozosa con que anuncia la vida “venturi saeculi”.

El Credo funciona como un articulador de todo el resto de la obra, que comienza con un Kyrie en tempo moderado, y con voces sonando al unísono a la manera de un coro (y que permiten casi presuponerlo). El Gloria asciende un peldaño la potencia expresiva con la entrada en forte del órgano, la solemnidad de las voces y una sección intermedia en la que comienza a esbozarse un contrapunto que luego se profundizará en los números siguientes. Luego del Credo la obra comienza a transitar el camino hacia una paz –la Transfiguración anunciada en el título- a través del Sanctus con su comienzo laudatorio, y un Agnus Dei final más lento, con el comienzo a cargo del órgano y un dúo entre el bajo y la soprano.

Hay una gratificación melódica en toda esta Missa Brevis de Caronello que refuerza la idea de que la Iglesia puede y debe seguir abrevando en su rica, insustituible tradición musical, testimonio elocuente, sea desde una perspectiva devocional o laica, del poder de la belleza como via regia para interpelar la inteligencia y la sensibilidad humanas.

Daniel Varacalli Costas

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