Una ofrenda que interpela

 La ofrenda a tres. Cuento coreográfico de Carlos Trunsky a partir de “La ofrenda musical” de J. S. Bach. Coreografía y dirección: Carlos Trunsky. Música: Johann Sebastian Bach y Pablo Bursztyn. Vestuario: Jorge López. Bailarines: Sol Rourich, Matías Gallitelli y Teresa Marcaida. En Teatro El grito, el miércoles 14 de septiembre.


Sol Rourich, Teresa Marcaida y Matías Galitelli (Foto: Matías de Cristobal)

El último trabajo de Carlos Trunsky es una clara muestra de la excelencia de su narrativa coreográfica y de la riqueza de su universo interior.

En esta Ofrenda a tres dos mujeres y un hombre en una habitación con una sola puerta establecen complejas relaciones que quedan abiertas a la interpretación del espectador. En el transcurso de una hora, los tres personajes (¿padres e hija? ¿triángulo amoroso?) entretejen una trama perturbadora y misteriosa, cuya profundidad se revela –pero no se devela- en cada gesto. Al carácter visceral, básico y hasta grotesco del hombre (cuya sorprendente entrada en escena es un recurso magistral) se le opone la siniestra autoridad de la mayor de las mujeres, la única que sale y entra por la puerta y conoce el afuera, la que tiende hilos que corta bruscamente, la que alimenta y domina. Con el rostro cubierto por su larga cabellera cual Mélisande a la inversa, la otra mujer permanece recluida, latente, relegada, durante casi media obra; pero cuando resurge de su letargo provoca un final perturbador.

                         Sol Rourich y Matías Galitelli (Foto: Matías de Cristobal)

Tres sillas y una mesa que van siendo destapadas como telones que se corren para dar paso a una nueva escena constituyen la mínima escenografía donde los bailarines, más allá de los desafíos técnicos,  son a la vez actores. En ese sentido, el coreógrafo contó con la complicidad de tres intérpretes de lujo. La magnífica Sol Rourich realiza un trabajo pleno de detalles, miradas y gestos impactantes. Matías Gallitelli presta su máscara entre infantil y primitiva a su personaje, y Teresa Marcaida destila intriga y compromiso.

No conviene dar más detalles de esta obra llena de sutilezas, que interpela sin piedad y que permite múltiples miradas, tantas como interlocutores tenga. Trunsky, hábil creador de atmósferas, nos propone espiar el micromundo de sus criaturas tan de cerca que hasta podemos escuchar sus respiraciones. En ese mundo no hay sobreentendidos, y la lectura de cada uno es lo que enriquece el acto de la experiencia teatral.

Patricia Casañas

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