Fantasías analógicas

Contemporáneo 2022. Programa: Cinéma, de Erik Satie (arr. para piano a cuatro manos de Darius Milhaud), entreacto del ballet Relâche. Fantaisie Mécanique, de Unsuk Chin. Ghosts before breakfast, de Sebastián Rivas. Ballet Mécanique de George Antheil. Intérpretes: Lucas Urdampilleta y Silvia Dabul, pianos. Werner Mengel, trompeta. Pablo Fenoglio, trombón. Ensamble Tambor fantasma: Bruno Lo Bianco, Oscar Albrieu, Gonzalo Pérez Terranova, Frank Kumor, Gabriel Rodríguez, Daniela Cervetto, Pedro Montes de Oca, Lucas Castelli, Lucas Udrisard. Diseño de sonido: Mauro Zannoli. Dirección musical: Rut Schereiner. Teatro Colón. Función del 11/10/2022.

 

La genial película de René Clair con música de Erik Satie. Foto: Máximo Parpagnoli / Gentileza TC

La última propuesta del ciclo Contemporáneo del Teatro Colón, bajo la curaduría de Martín Bauer, ofreció un viaje en el tiempo que bien podría pensarse especular. Las obras que abren y cierran el programa tienen prácticamente un siglo; las dos intermedias son de 1994 y del año en curso. El título que se eligió para agruparlas –Ballet Mécanique- por la obra de George Antheil que cierra el concierto, supone una síntesis de todo lo ofrecido: es música concebida para acompañar el movimiento, pero no el de la danza en vivo, sino el del movimiento del cine que en la década de 1920 deslumbraba multitudes (y desbancaba a las casas de ópera con nuevos palacios a los que se desplazó la vida social de las ciudades). Por eso la palabra “ballet” se lee acompañada del adjetivo “mecánico”; de alguna manera eso es el cine, esa fantasía que genera el movimiento a partir de la repetición de lo estático: la fotografía. Hoy vivimos un mundo digital, que parece haber desplazado a lo analógico y que se vende como el futuro de lo humano. Este concierto demuestra que lo mecánico, hoy asimilado a lo “analógico”, cumplió en su momento ese mismo papel distópico. Y aquí estamos, todavía esperando el futuro.

Porque si algo probó este concierto es que el futuro, literalmente, fue. Y así lo muestra Cinéma, la obra de Satie arreglada para dos pianos por Milhaud, pensada para acompañar un film de René Clair insertado como entreacto de un ballet (genial experiencia comparativa). Silvia Dabul y Lucas Urdampilleta interpretaron con absoluto profesionalismo este desafío sincrónico originario con una película donde la imagen del mismo Satie, apenas comienza la cinta, no deja de tener impacto emocional. Pero la narrativa que la música acompaña, ya sea a través de bloques fijos de dos o cuatro compases que se repiten incesantemente, o inspirándose en el ritmo inconfundible de la Marcha fúnebre de Chopin, es por sí misma impresionante. No sólo por la modernidad de las imágenes (un cañón desde distintos ángulos, el ajedrez contra la ciudad, una bailarina sobre un vidrio tomada de abajo), sino por la alegoría que representa una troupe de elegantes señores de levita corriendo desesperadamente detrás de un carro que lleva un ataúd, que luego de una larga odisea citadina se cae para ser abierto y descubrir que dentro suyo hay un personaje que, con una varita mágica, hace desaparecer a sus salvadores, a sí mismo y a sus propios espectadores. Feroz anticipación de una cultura sin sentido: lo que Occidente pronto sería y parece seguir siendo.

La surcoreana Unsuk Chin otorga el atributo de mecánica a una fantasía que mejor podría denominarse onírica. A partir de esta obra la maestra Ruth Schereiner tuvo a su cargo, con eficaz resultado, el comando desde el podio de las dispares fuerzas que requirió la música. A su izquierda se ubicaron parte de la percusión y la trompeta, frente a ella el piano y a la derecha los tambores y un protagónico trombón, a cargo de Pablo Fenoglio, con pasaje comprometidos y frecuente uso de sordinas.

La mirada omnipresente en el film de Richter intervenido por el video de Alexis Moreano, en la bra de Sebastián Rivas, Fantasmas antes del desayuno, en estreno mundial. Foto: Máximo Parpagnoli / Gentileza Prensa TC

El estreno mundial del programa correspondió a una obra de Sebastián Rivas (francés, hijo de argentinos, el mismo que compuso Aliados, la estupenda ópera sobre Pinochet y la Thatcher con texto de Esteban Buch), traducible como Fantasía antes del desayuno, la cual acompaña un video donde el tema del tiempo aparece de manera explícita. El ecuatoriano Alexis Moreano Banda interviene un film dadaísta de Hans Richer, de 1928, con imágenes muy pregnantes (como el reloj que se refleja en la pupila de un niño), jugando siempre con la evanescencia, aspectos en que la música acompaña certeramente al film, junto a un inquietante ruido de estática o descargas eléctricas.

Luego del intervalo, el Ballet Mecánique de George Antheil tuvo como complemento visual a una película de Fernand Léger, que incluye sus célebres arlequines deconstruidos. Hay menos rigor aquí en la sincronicidad, que aparece como un pretexto para una obra que instala el ritmo de manera feroz, aunque en evidente deuda con Stravinski (La consagración… y Las bodas son su evidente telón de fondo). Dos ventiladores que se activan y desactivan, y la ubicua presencia de pistas con pianolas grabadas (que compiten con los pianistas en vivo hasta que éstos pasan a ser espectadores del film) son algunos de los guiños de una música cuya mayor debilidad es su longitud medida contra sus reiteraciones, que terminan cansando el oído. Con todo, la experiencia no deja de ser contundente, y completa un programa que nos coloca a los contemporáneos (o sea, a nosotros) como verdaderos retratados. Hoy la fantasía mecánica se travistió de fantasía digital: el dios es el mismo, el poder dio una vuelta de tuerca más.

Daniel Varacalli Costas

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