"Las bestias", fieras humanas
Las bestias. Coreografía: David Señoran. Diseño
de vestuario: Alejandro Mateo. Diseño de luces: David Seiras. Música original:
Alejandro Catarino. Bailarines: Rodrigo
Bonaventura, Lautaro Cianci, Lucas Coliluan, Matías Furio, Luis Garbossa,
Gastón Gatti, Sergio Jardín, Cristian Katari, Arian Ortellado, Joaquín Toloza,
Fernando Vera, Eduardo Virasoro. Dirección general: David Señoran. En El
portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034, CABA), viernes a las 22,30,
hasta el 25 de noviembre.
Hace una década David Señoran estrenó “Las
bestias”, una obra para ‘no mansos’, según su propio decir, y desde ese
entonces el coreógrafo la ha repuesto en varias oportunidades, incluso
incorporando algunos cambios. Aún así, la creación de Señoran mantiene intacto
su atrapante magnetismo, y esto porque se trata de un trabajo que habla de
temas que hacen al origen tribal, el salvajismo primigenio, la pertenencia
comunitaria, la violencia y la expulsión, planteados en términos
preeminentemente masculinos. Comienza con una inquietante ambientación sonora,
semejante a una desordenada cabalgata, en medio de una cerrada oscuridad. Un
foco cenital se abre apenas sobre un torneado cuerpo desnudo, que la vista
cosifica luego de unos minutos de observación en la penumbra. Ese cuerpo indefenso
que trabajosamente intenta erguirse con movimientos cuasi femeninos, puede ser
el hombre ‘domesticado’, inerme, carente de instintos, despojado de su coraza
bestial. Como permanente contrapartida a la fiereza de la ‘manada’, es el único
atisbo de fragilidad y armonía en los sesenta minutos de duración de esta pieza
feroz.
Rugidos roncos, movimientos bruscos e
intermitentes con una serenidad uniforme, percusión corporal, son algunos de
los elementos que integran el lenguaje de Señoran y que resultan eficaces para
expresar la brutalidad que recorre la pieza. Cada una de las ‘bestias’ conserva
su gesto identitario y reconocible, aunque se pliegue al grupo. En un admirable
juego visual y simbólico, los bailarines se encaraman unos sobre otros para
convertirse en atemorizantes centauros, con los pies hacia atrás y actitudes enraizadas
en el baile folclórico varonil. Mucha información emana del desarrollo
escénico, derramada sin filtro sobre el espectador.
El vestuario compuesto por retazos o jirones
colabora con la ferocidad de la obra. El elenco responde de modo impresionante
a las consignas del coreógrafo, en un interesante mix de individualidades que
forman el todo.
Misteriosa, cruda, visceral y llena de símbolos, “Las bestias” nos espeta la animalidad del ser humano: aquella que aunque parezca superada, nos acecha amenazante a la vuelta de la esquina.
Patricia Casañas
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