Por siempre Verdi

Aida, de Giuseppe Verdi. Reparto: Mónica Ferracani, Enrique Folger, Anabella Carnevali, Leonardo López Linares, Lucas Debevec Mayer, Mariano Mariño, Martín Otaduy. Patricia Villanova. Escenografía: Marcelo Perusso. Vestuario: Ramiro Sorrequieta. Iluminación: Ariel Conde. Coro de la Ópera de Rosario. Director: Horacio Castillo. Ballet Clásico Ruso de Rosario. Directora: Tatiana Fesenko. Dirección de escena: Marcelo Perusso. Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario. Director: Mario Perusso. Teatro “El Círculo” de Rosario. Función del 9/10/22.

 

Enrique Folger y Mónica Ferracani, dupla intensa como Radamés y Aida. Foto: Gentileza Teatro "El Círculo".

Justo en la víspera del día en que Verdi hubiera cumplido –y en realidad, cumplió- 209 años, y en medio de la noticia de la venta de su casa de Sant’Agata, hoy todavía museo, regresar a su Aida se convierte, inesperadamente, en un necesario homenaje. Se trata del segundo –y último- título que ofrece esta temporada el Teatro “El Círculo” de Rosario, con su foso ampliado y el regreso al podio del maestro Mario Perusso, leyenda viviente de la ópera en la Argentina que fue recibido y despedido con merecidas ovaciones.

Como habitual binomio, asumió la dirección escénica Marcelo Perusso, quien se caracteriza por su lectura tradicional y siempre eficaz del texto teatral. Ciertamente por “tradicional” no debe entenderse falto de originalidad, sino todo lo contrario: respetar los ejes de tiempo y lugar, aportando comprensión a un público que ya no es el “entendido” que tenía nuestro país en otro contexto educativo y cultural, y al mismo tiempo aspirar a un cierto nivel de abstracción en los recursos, no es un reto menor. El régisseur argentino cumplió con estas metas y ofreció una Aida disfrutable de principio a fin, a partir de un marco visual dominado por dos paneles que se abren y cierran sobre la boca del escenario, anticipando la fatídica piedra del final, y un despliegue rutilante en el desfile triunfal que subraya el carácter de grand opéra del título. Acaso la escena mejor resuelta haya sido la del juicio del cuarto acto, con dos portales egipcios que marcan un afuera y un adentro en un contrapunto visual que acompaña el contrapunto dramático dictado por la música y las palabras. Muy bien diseñados la escenografía, obra también de Perusso hijo, el vestuario de Ramiro Sorrequieta, también responsable de la caracterización, y la iluminación de Ariel Conde. La utilería, facilitada por el Teatro Colón, contribuyó a realzar el realismo histórico de las escenas de conjunto, incluso de manera suntuosa.

La Amneris de Anabella Carnevali fue uno de los puntos fuertes del elenco de esta Aida rosarina. Foto: Gentileza Teatro "El Círculo"·
El elenco vocal se oyó en general homogéneo, aunque en el primer acto la ubicación de los cantantes sobre el proscenio y con los paneles a sus espaldas enfocara las voces de manera algo desbalanceada con la orquesta. Con el transcurrir de la ejecución se fue aplacando cierta desmesura de volumen hasta desembocar en una lograda escena final, que no ahorró las sutilezas necesarias. Mónica Ferracani como Aida refirmó sus dotes de cantante experimentada, dueña de un trabajado decir y de una controlada dinámica, virtud esta última que sus compañeros de elenco exhibieron en menor medida. En compensación, la garra de Enrique Folger (Radamés) siempre comunica y llega de manera pasional, como el peso específico de la voz de Lucas Debevec Mayer (Ramfis). Mención aparte merece Anabella Carnevali, quien luego de un comienzo algo excesivo en vibrato fue creciendo hasta componer una Amneris realmente potente e impactante en la escena del juicio. Leonardo López Linares (Amonasro) dominó la escena, como es habitual en su personalidad canora, a despecho de cierto desgaste en su emisión, mientras el resto del elenco cumplió de manera discreta. El Coro dirigido por Horacio Castillo mostró volumen y buen ensamble, mientras los bailarines entrenados por Tatiana Fesenko desarrollaron una coreografía reiterativa aunque vistosa.

La Sinfónica Provincial rosarina, bajo las órdenes del maestro Perusso, desplegó una interpretación al servicio del canto y la escena, como sin duda le hubiera gustado al viejo Verdi, para quien la sinfonía era la sinfonía y la ópera era la ópera, describiendo en esta frase tan digna de su idiosincrasia itálica su pertenencia al mundo del teatro, que aquí se vio y oyó honrado por todo lo alto.

Daniel Varacalli Costas

 

 

 

 

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