Romeo y Julieta: nos habíamos amado tanto

Romeo y Julieta. Ballet en tres actos. Coreografía: Kenneth MacMillan. Música: Serguei Prokofiev. Bailarines Invitados: Isabella Boylston y Herman Cornejo (American Ballet Theatre, Nueva York). Ballet Estable del Teatro Colón. Director: Mario Galizzi. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Carlos Prazeres. En el Teatro Colón. Última función: sábado 12 de noviembre.

 


Herman Cornejo e Isabella Boylston (Foto: Máximo Parpagnoli)

Mientras algunas historias envejecen inexorablemente, la de Romeo y Julieta conserva una vigencia asombrosa. Antagonismo, odio, una protagonista femenina con suficiente fortaleza como para rebelarse contra una cruel sociedad patriarcal, son algunos de los múltiples hilos que recorren la pieza teatral escrita por William Shakespeare a fines del siglo XVI. La única bocanada de aire fresco es el amor pleno, franco y apasionado de la pareja protagónica, cuya inmensidad no es suficiente para vencer la última ironía que el destino les tiene reservada: morir segundos antes de que el ser amado vuelva a la vida. Todo podría ser así hoy día, y por ello no pocas películas siguen reviviendo a Julieta y su Romeo en los más dispares escenarios. Esa disparidad alcanza también al mundo del ballet, con cientos de versiones trabajadas en clave neoclásica y contemporánea.

Hace pocos días se cumplieron treinta años de la muerte de Kenneth MacMillan, el coreógrafo inglés que marcó la escena del ballet de su país con obras como Cenicienta, Anastasia, Manon, Mayerling, entre otras. Sus coreografías le deben tanto al drama como a la danza: paradojas de la vida para quien tuvo que dejar de bailar debido a un creciente pánico escénico. Desde 1994, el Teatro Colón tiene en su repertorio Romeo y Julieta (1965), una obra magistral donde MacMillan maneja admirablemente los tiempos dramáticos, las dinámicas grupales, las miradas sutiles, los personajes comprimarios, las atmósferas. Grandes figuras  del ballet mundial han dejado huella con sus interpretaciones; los primeros bailarines del American Ballet Theatre Isabella Boylston y Herman Cornejo se sumaron ahora a ese listado estelar.


Una de las magistrales escenas grupales de "Romeo y Julieta" (Foto: Arnaldo Colombaroli)

Hay roles que solo pueden encararse cuando el intérprete ha alcanzado un cierto grado de madurez artística; tal es el caso de Cornejo, quien se encuentra en un momento de esplendor en su carrera. Superando la faz técnica con naturalidad, el bailarín argentino pudo impregnarse de los rasgos dramáticos de Romeo, apasionado en los dúos, derrochando simpatía con Benvolio y Mercucio, y conmoviendo en el final. Por primera vez bailó la obra con Boylston, una Julieta trabajada en profundidad que fue creciendo en lo actoral.

En los importantísimos roles secundarios, fue un placer volver a ver a los solistas del Ballet Estable que los bailaron la vez anterior en que se dio el ballet, en 2018: Nahuel Prozzi como un potente Teobaldo; Emanuel Abruzzo, pícaro y seductor Mercucio; Natalia Saraceno –con fuerte máscara en su Lady Capuleto-; Norma Molina y su aplomada caracterización de la Nodriza; Igor Gopkalo como el implacable Lord Capuleto; y el desenfadado trío de prostitutas (Iara Fassi, Camila Bocca y Ayelén Sánchez). Todos, en perfecta sintonía con el espíritu de MacMillan y su profunda teatralidad. Una impecable actuación tuvo el cuerpo de baile, de especial lucimiento en las escenas de esgrima. 

No pocas dificultades presenta la partitura de Serguei Prokofiev. El compositor utilizó un orgánico extenso, resuelto en esta oportunidad con el alojamiento de las placas en el palco avant-scène enfrentado a aquel donde se encuentra el órgano, instrumento para el cual Prokofiev escribió un breve solo precedente al dúo del balcón. Salvo algunos tempi acelerados y algunas poco limpias entradas de los bronces, la Filarmónica realizó un trabajo digno comandada por el brasileño Carlos Prazeres

En resumen: una imperdible cita con una pieza clave de la danza neoclásica, para ver una y mil veces.

Patricia Casañas


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