Una Tosca cumplida
Tosca, de Giacomo Puccini. Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Dirección musical: Michelangelo Mazza. Dirección de Escena: Aníbal Lápiz. Reposición de la producción de Roberto Oswald. Escenografía: Roberto Oswald. Vestuario: Aníbal Lápiz. Iluminación: Rubén Conde. Reparto: Anna Netrebko, Yusif Eyvazof, Fabián Veloz, Luis Gaeta, Mario de Salvo, Darío Schmunck, Christian De Marco, Claudio Rotella, Guadalupe Fustinoni. Coro Estable del Teatro Colón. Director: Miguel Martínez. Coro de Niños del Teatro Colón. Director: César Bustamante. Orquesta Estable del Teatro Colón. Teatro Colón. Función del 24/11/2022.
La
anterior gestión del Teatro Colón apostó fuertemente a Tosca como cierre de temporada, al programar originariamente nueve
funciones (que hoy pasaron a ser diez) con tres elencos alternativos, aun con
la discutible repetición de un autor –Giacomo Puccini- en una temporada de escasos
títulos.
Si
bien el protagónico femenino fue asignado a tres cantantes de reconocido nivel,
la expectativa generada por el debut operístico de Anna Netrebko, a quien localmente
se la había escuchado hasta ahora sólo en recitales, ha sido enorme. Y es
explicable, tratándose de una artista consagrada a nivel internacional, a quien
se convoca en un momento cumbre de su carrera, una suerte de non plus ultra. Otro dato digno de poner
de relieve es la posibilidad de compartir escenario con una estrella de esta
magnitud que se abre a los artistas argentinos, en el marco de una celebrada producción
local que reaviva el recuerdo de Roberto Oswald, todavía palpitante en buena
parte del público, a través de quien fuera su socio artístico, Aníbal Lápiz, sumando
a ello la iluminación de Rubén Conde.
Sentado
esto, es poco lo que cabe evaluar de un hecho artístico tan signado de
antemano, no sólo por sus protagonistas, sino por el título y la producción
elegidos. El predispuesto entusiasmo del público parece dejar poco margen a
cualquier novedad que vaya en dirección a resignificar uno de los títulos de
ópera más transitados del siglo XX, algo que sería posible, por rara paradoja,
en un contexto menos propicio. El otro riesgo ante tamaña garantía es no poder
distinguir la interpretación de la obra, ya que hay una tendencia a asignar los
méritos de la pieza a sus intérpretes, cuando son ellos en estos casos quienes
llevan la parte más difícil: hacer decir algo nuevo y potente a un texto que ya
dijo casi todo.
La
histórica producción Oswald / Lápiz fue exhibida con profesionalismo en sus aspectos
escenográficos, de iluminación y de vestuario; se extrañó, en cambio, un mayor
compromiso actoral en el segundo acto, del que se recuerdan marcaciones de mayor
potencia, acordes con el voltaje de la materia tratada (la tortura política y
el chantaje sexual, nada menos). Obiter
dictum: llama la atención que este acto segundo, uno de los momentos más
geniales de toda la historia de la ópera, incluso de gran complejidad musical
(basta con analizar las progresiones armónicas de su ominoso final) le haya
valido a Puccini la crítica de vulgar y efectista, como si toda la ópera del
siglo XIX no hubiera manejado los mismos elementos pero sólo aplicados a una
enfermiza obsesión por el triángulo amoroso, sin los condimentos socio-políticos
que aquí aparecen sumados al impresionante tratamiento musical y escénico
pucciniano.
La
Tosca de Anna Netrebko puso frente a nuestros ojos y oídos a una interpretación
de inobjetable primer nivel, estupendamente cantada y actuada, con algunos
rasgos propios perceptibles en “Vissi d’arte…”, como un sutil manejo del decir
del texto y de los matices dinámicos, que la convirtieron en una verdadera
súplica. Yusif Eyvazov exhibió como Cavaradossi una voz potente, comprometida en
lo dramático, pero de un color no siempre grato y una emisión algo despareja,
en particular en el primer acto. Los innecesarios rallentandi en “E lucevan le stelle…” sólo sirvieron para arrancar
aplausos automáticos. Fabián Veloz ofreció su Scarpia esta misma temporada en
el Teatro El Círculo de Rosario, y el del Colón produjo la misma impresión: la
de un cantante de inobjetable técnica y bella voz, pero demasiado lírico para
un personaje dramático, que requiere un decir que ponga en juego toda su
psicopática maldad. Correctos los comprimarios en líneas generales, con especial
destaque del Angelotti de Mario De Salvo por volumen y actuación.
Los cuerpos estables del Colón exhibieron un muy alto nivel, comenzando por el Coro Estable y el Coro de Niños, que regalaron un eficaz final del primer acto. La Orquesta Estable fue dirigida por Michelangelo Mazza, un director hasta ahora de discreta carrera internacional que alterna con otra colega en el podio; en estos casos, resulta difícil evaluar de quién es el concepto interpretativo. La Estable sonó transparente y colorida, con una potencia que volvió una vez más a tapar en ocasiones a los cantantes, al menos tal como se oye desde la platea. Algunas lentitudes innecesarias, quizás aquí convenidas entre el director y la pareja protagónica, seguramente habrían disgustado al minucioso Puccini. Su música no necesita ser subrayada con amaneramientos, ya es expresiva de por sí.
En
suma: una Tosca precedida de una gran
expectativa, que sin duda cumplió con creces y cuyo mayor mérito ojalá sea
iniciar en esta gran forma de arte a todos los que se hayan sentido atraídos
por el compositor y el título, así como por sus renombrados intérpretes.
Daniel Varacalli
Costas
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