Un balance extraordinario
Orquesta del Congreso de la Nación. Director: Sebastiano De Filippi. Notas de verdad. Piazzolla: Contemplación y danza. Rachmaninov: Vocalise. Taneyev: Canción. Solista: Gabriel Blasberg, clarinete. Janácek: Idilio para cuerdas. Revolución Criolla. Drangosch: Sueños de baile. Figueiras: Fantasía para vibráfono (estreno mundial). Solista: Marina Calzado Linage, vibráfono. Zalcman: Elegía. De Rogatis: Suite árabe. Mendelssohniana. Perusso: Elegía (estreno mundial). Mendelssohn: Concierto para violín en Re menor. Solista: Freddy Varela Montero, violín. Mendelssohn: Sinfonía para cuerdas No. 7. Integral de la música masónica de Wolfgang Amadeus Mozart. Con el Coro de Cámara de Tres de Febrero (Dir. Débora Maccarone) y Jaquelina Livieri, Mariano Spagnolo, Pol Gonzáles, Juan Roleri. Sonidos en la noche. Becerra: Reminiscencias, tema con variaciones. Mahler: Adagietto de la Sinfonía No. 5 Debussy: Danzas para arpa y cuerdas. Solista: Lucrecia Jancsa, arpa. Schönberg: Noche transfigurada. Legado europeo. Piazzolla: Tardecita pampeana. Wagner: Hoja de álbum. Haydn: Concierto en Do mayor para violonchelo y orquesta (Arr. para viola). Solista: Adrián Felizia, viola. Dvorák: Serenata para cuerdas, Op. 22. En el Salón de Pasos Perdidos del Congreso de la Nación, Gran Logia de Libres y Aceptados Masones y Confitería del Molino. Funciones de los días 25/3/22, 27/5/22, 29/7/22, 17/8/22, 30/9/22 y 25/11/22.
La Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, bajo la dirección musical del maestro Sebastiano De Filippi, acaba de concluir su 32ª temporada con un nivel de programación, solistas y calidad interpretativa que invita sin duda a realizar un balance.
Al
comienzo de cada una de sus presentaciones, la agrupación se define como la
única orquesta de cámara estable de la Ciudad, algo que puede resultar
llamativo pero que es indudablemente cierto. Para remontarnos a un organismo de
cámara profesional y permanente con un perfil similar sería necesario
retroceder a las décadas de 1980 y 1990 y a las temporadas de la Orquesta de Cámara
Mayo, que bajo la dirección del maestro Mario Benzecry cumplió una tarea
cultural de alto nivel presentando por lo menos una obra argentina por
concierto (a menudo encargos) y solistas de primer rango, a lo que cabe agregar
que sus secciones de cuerdas eran lideradas por los entonces solistas de la
Sinfónica Nacional. Algo más atrás podría mencionarse a la Camerata Bariloche, que durante el largo reinado de Elías Khajat tanto hizo por la revitalización del Barroco, y luego en su segunda etapa con Fernando Hasaj, ya en esta centuria, cuando viró a un repertorio más cercano en el tiempo.
Bajo
la dirección del maestro De Filippi, la agrupación musical estable del Congreso
Nacional ha devuelto a nuestro medio cultural ese nivel indispensable en un
repertorio no cubierto por ninguna otra orquesta, con un criterio de programación,
rotación de solistas y directores invitados que no puede menos que considerarse
modélico.
Un
repaso por la ficha técnica de este balance (que consigna los conciertos
cubiertos presencialmente por quien escribe, los que estuvieron a cargo del titular) certifica ese balance en términos
de alternancia de obras universales con otras argentinas, y dentro de esas
categorías un nuevo balance entre obras centrales, algunas exhumaciones y
varios estrenos absolutos.
A
la hora de destacar algunos hitos, el primer concierto del año, además de la
expresividad del clarinete de Gabriel Blasberg en la Canción de Taneyev, permitió
apreciar el intenso Idilio de Leos Janácek,
de cuya previa ejecución local no hay noticia. Se trató de una obra emotiva para una
velada que tuvo como eje el Día de la Memoria, bajo el lema “Notas de verdad”.
“Revolución
criolla” fue un programa íntegramente dedicado a la música argentina con motivo de
la fecha patria del 25 de mayo. Allí se lució como solista Marina Calzado
Linage –una de nuestras percusionistas más activas- en el estreno mundial de la Fantasía para vibráfono de Juan Carlos
Figueiras, obra que allana el camino al oyente con un lenguaje de resonancias
populares. Hubo un momento para homenajear al maestro Guillermo Zalcman,
fallecido durante la pandemia, fundador de la Orquesta Estudiantil de Buenos
Aires, a través del abordaje de su Elegía.
Dos obras en forma de suite abrieron y cerraron este concierto súper-argentino:
Sueños de baile de Drangosch y la Suite árabe de Pascual de Rogatis.
La
música argentina se coló también en el concierto titulado “Mendelssohniana”,
que abrió con la Elegía de Mario
Perusso, la cual importó el estreno de su versión para orquesta de cuerdas. Se trata
de una obra de profunda sensibilidad que el maestro más antiguo del Teatro
Colón compuso para las víctimas del coronavirus. El resto del concierto capeó
el doble desafío de transparencia y equilibrio clásico que siempre plantean las
sinfonías para cuerdas de Mendelssohn, gracias a un trabajo minucioso con los arcos;
a esto se sumó la ejecución del concierto juvenil, en Re menor, del autor
alemán por el virtuoso Freddy Varela Montero, concertino de la Estable del
Colón.
Otra
fecha patria –el 17 de agosto, día de San Martín- fue el inteligente pretexto
para interpretar la totalidad de la música de inspiración masónica de Mozart (con
excepción de La flauta mágica) en el
ámbito de alta carga simbólica que la Logia tiene en la calle Perón. La voz,
tanto a nivel solista como grupal, se sumó así a una propuesta que desbordó de
público interesado.
De vuelta en el Salón de Pasos Perdidos, la agrupación que dirige el maestro De Filippi alcanzó durante el mes de septiembre uno de sus momentos artísticos más elevados, con la interpretación de la complejísima Noche transfigurada de Arnold Schönberg, media hora de música de gran complejidad armónica y dinámica que la Orquesta del Congreso ofreció en una versión de alto calibre técnico y emocional y que permitió el lucimiento tanto del concertino Pablo Pereira y las filas de violines, como de las cuerdas medias y graves. Acaso este hito pueda compararse a otros dos alcanzados en la temporada anterior: la ejecución de transcripciones de sendos cuartetos de Giuseppe Verdi y de Schubert ("La muerte y la doncella"), este último con todas las repeticiones de la partitura original. El concierto titulado “Sonidos en la noche” se completó con la aportación de una de nuestras mejores arpistas –Lucrecia Jancsa- en el Adagietto de la Quinta de Mahler y fundamentalmente en las danzas Sagrada y Profana de Claude Debussy. Como obra argentina se ofrecieron las Reminiscencias de Guillermo Becerra, otro compositor preocupado en llegar al oyente sin abdicar del contenido artístico.
El último concierto de este balance se ofreció en el primer piso del edificio de la Confitería del Molino, lugar de buena acústica pero escasa ventilación. Un par de perlas abrieron la velada: la desconocida (y nacionalista) Tardecita pampeana de Piazzolla y Hoja de álbum de Wagner, grata pièce de circonstance. Tras estos aperitivos, los platos fuertes fueron, en primer lugar, el arreglo para viola del Concierto en Do mayor de Haydn, original para violonchelo y descubierto tardíamente en el siglo XX. Adrián Felizia hizo sonar la viola como pocas veces se escucha en su rol solista, con afinada precisión y sentido del estilo, estupendamente secundado por la orquesta. El cierre fue la Serenata para cuerdas de Dvorák, obra gratificante da capo al fine, pero difícil, partitura en mano, por sus permanentes matices dinámicos, agógicos y contrapuntos.
Al
término de esta cabalgata, solo cabe esperar que la Orquesta del Congreso de la
Nación profundice la senda encarada, que incluye la televisación y streaming de sus conciertos, mejore y amplíe los ámbitos de trabajo y presentación, y mantenga
la calidad de solistas y programas, que colocan a este elenco en un nivel
comparable a cualquier orquesta internacional de su rango. Un trabajo sostenido
de este nivel merece ser apoyado en toda la línea porque enaltece la cultura
argentina.
Daniel Varacalli
Costas
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