'Caravaggio', más claro que oscuro

 Caravaggio. Ballet en dos actos. Coreografía: Mauro Bigonzetti. Reposición: Roberto Zamorano. Música: Bruno Moretti, basada en una selección de piezas de Claudio Monteverdi. Diseño de luces y escenografía Carlo Cerri. Vestuario: Kristopher Millar y Lois Swandale. Primeros bailarines invitados: Roberto Bolle y Maria Khoreva. Ballet Estable del Teatro Colón. Dirección: Mario Galizzi. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección: Bruno Moretti. En el Teatro Colón, el domingo 28 de mayo.

 

Maria Khoreva y Roberto Bolle en 'Caravaggio' (Foto: Máximo Parpagnoli)

Muchos coreógrafos han tomado las vidas y obras de pintores o escultores como eje para darles un nuevo punto de vista en la escena danzada. Tal es el caso de Leonardo da Vinci (1.618… Da Vinci, Joshua Cienfuegos, 2010), Gustav Klimt (Celebrando a Gustav Klimt, Vladimir Issaev, 2011), Henri Matisse, Sandro Botticelli, Kasimir Malévich y William Turner (Colores del mundo, Robert North, 2011), Frida Kahlo (Broken Wings, Anabelle López Ochoa, 2020; y Pies pa’volar, Analía González, 2007) o Auguste Rodin (Rodin, Boris Elfman, 2011), y la lista continúa. Yendo más atrás en el tiempo, nos encontramos con el Trittico botticelliano que la legendaria Margarita Wallmann montó para el Ballet del Colón; o Antiguas arias y danzas, la coreografía que Jorge Tomín creó sobre los personajes pintados por Raúl Soldi en la cúpula del Teatro, con motivo de su inauguración en 1966. También recordamos Entre deux rondes, la deliciosa fantasía que Serge Lifar situara en una sala del Louvre, vista en Buenos Aires en 1972 durante la visita del Ballet Clásico de Francia.

En 2008, el inolvidable Vladimir Malajov –por esa época director y fundador del Ballet de la Staatsoper de Berlín- encargó a Mauro Bigonzetti una obra que fungiera de homenaje a la cultura italiana. El coreógrafo romano sintetizó ese homenaje en la figura del célebre y controvertido pintor Michelangelo Merisi da Caravaggio, quien hizo del claroscuro su sello personal e introdujo como modelos en su pintura a personajes y expresiones de la vida cotidiana, algunos surgidos de los más bajos estratos sociales. El resultado fue Caravaggio, que el propio Malajov protagonizó en el estreno.

Esperado debut de Roberto Bolle en el Teatro Colón (Foto: Máximo Parpagnoli)

El Ballet del Teatro Colón convocó a Bigonzetti para montar la obra como segundo título de su temporada 2023, y redobló la apuesta invitando a los primeros bailarines Roberto Bolle (American Ballet Theatre de Nueva York) y Maria Khoreva (Ballet del Teatro Mariinski), ambos debutantes en nuestro primer coliseo.

Un marcado contraste se percibió entre cada uno de los actos que componen la obra. En el primero, luego de una bella y significativa imagen inicial que sumergió en la penumbra al cuerpo de baile e iluminó al protagonista, se intentó bosquejar la vida disipada del pintor en un ambiente marginal compuesto por prostitutas, pendencieros y otros personajes rústicos. Hubo escenas de conjunto cuyo diseño dinámico recordó a la reciente Cantata de Bigonzetti, vista el pasado año por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. La Luz (Khoreva) y la Sombra (contundente Ayelén Sánchez) fueron los elementos con los que jugó Caravaggio en su etapa de inspiración artística, al igual que la Belleza. Pero tanto el perfil dramático del protagonista como el de los roles comprimarios y la intervención de los conjuntos no transmitieron esa sordidez y visceralidad que caracterizó la existencia del pintor, por lo que este primer segmento se quedó a mitad de camino en ese aspecto. Mucho más logrado, el segundo acto transcurrió en dos planos escénicos que se entremezclaron conceptual y visualmente: la vida y la obra, en una simbiosis estética de profunda poesía, en especial en el dúo entre Caravaggio y su alter ego (excelente Nahuel Prozzi). La iluminación y la escenografía de Carlo Cerri se convirtieron en dos pilares importantísimos en la construcción de la pieza, como también el vestuario en colores tomados de la paleta del pintor.

La esperada actuación de Roberto Bolle reveló al artista en su espléndida madurez (tiene 48 años) con increíble estado físico y dominio técnico. Sin embargo, su physique du rol refinado no es el mejor para encarnar a Caravaggio, aunque logró imprimir el dramatismo necesario en el potente final. De delicadas líneas y pasmosa seguridad, Maria Kholeva dio vida a la Luz con maestría y con Bolle conformaron una dupla inolvidable.

Un momento del primer acto de 'Caravaggio' (Foto: Máximo Parpagnoli)

Todos los solistas del Ballet del Colón estuvieron ampliamente a la altura de las estrellas invitadas: Ayelén Sánchez interpretó con fuerza y carácter a la Sombra, Camila Bocca fue una adecuada corporización de la Belleza, Lola Mugica compuso a una misteriosa Quiromántica. Por el lado masculino, Emanuel Abruzzo y Emiliano Falcone derrocharon simpatía y desenfado como los amigos de Caravaggio. El cuerpo de baile se plegó con vitalidad a la complicada propuesta coreográfica, a pesar de que, según se informó, las bailarinas debieron actuar en media punta dado que el Teatro no les proveyó las zapatillas correspondientes.

La Filarmónica tocó sin mucho entusiasmo los cuestionables arreglos de Bruno Moretti de partituras monteverdianas, trasladadas a un lenguaje romántico de tipo convencional.

Celebramos esta acertada decisión de Mario Galizzi y su equipo de abrir nuevos caminos para la compañía.

Patricia Casañas


Comentarios

Las más leídas

Lo cómico, en serio

Un Nabucco revisitado

Sobre todo, Puccini

Tres grandes voces para "Il trovatore"

Buenos Aires Ballet: novedades y reencuentro

Otro Elixir de muy buena calidad

Lo mismo, pero distinto

Una viuda casi alegre

El Barroco, primero

La chispa del otro Leonardo