Una fusión redonda y alocada

 Folia. Coreografía y dirección artística: Mourad Merzouki. Concepción musical: Franck-Emmanuel Comte y Grégoire Durrande. Intérpretes: Ballet contemporáneo del Teatro San Martín. Dirección: Andrea Chinetti. Codirección: Diego Poblete. Músicos: Graciela Oddone, soprano. Fabrizio Zanella y Darío Zappia, violín. Hernán vives, guitarra y laúd. Ignacio Caamaño, violonchelo. Hernán Cuadrado, contrabajo, Jorge Lavista, clave, órgano y dirección de ensamble. En la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, de jueves a domingo hasta el 18 de junio.


Graciela Oddone y Antonella Zanutto, al rojo vivo, en Folia (Foto: Carlos Furman)

Que un género tan antiguo como la folía, tan popular en el cancionero del Siglo de Oro español, pueda relacionarse con el hip-hop, es algo que quizás consideraríamos poco probable. Sin embargo, el origen popular de esa y otras danzas del barroco es un punto no menor que legitima la viabilidad de la idea. La experiencia concreta tiene la última palabra sobre esta fusión, y quién se atrevió a llevar adelante esta mixtura y muchas otras es el francés Mourad Merzouki, que en 2018 creó Folia (así, sin acento), la obra que el Ballet del San Martín pone en escena en su temporada 2023.

Hablábamos de mixturas, y vaya si las hay. La coreografía de Merzouki se expresa en un lenguaje donde el clásico, la acrobacia, lo contemporáneo y hasta las artes marciales conviven,  se potencian y dan a luz una nueva expresión. Todo es posible en este diálogo alocado, frenético y bello, esta argamasa con la cual el coreógrafo construye una propuesta original y potente.

Gran desempeño del Ballet del San Martín en Folia (Foto: Carlos Furman)

Con efectos visuales sorprendentes y gran musicalidad, Merzouki explora todas las posibilidades de la redondez, valiéndose de pelotas sobre las cuales rebotan los bailarines, esferas como carrozas de cuentos de hadas que los trasladan junto a los músicos, un globo terráqueo que ‘vuela’ a la manera de Chaplin en “El gran dictador” (¿un homenaje, quizás?), una plataforma elástica que acompaña a la hierática Antonella Zanutto en una vibrante escena al rojo vivo.

La participación activa de los músicos es otro ingrediente atractivo, con una cuidada amplificación que no va en desmedro de la calidad y el balance sonoro. Vertiginosas tarantelas y chaconas se suceden insólitamente ensambladas al ritmo del hip-hop y la música electrónica, y Graciela Oddone, toda una especialista en el repertorio barroco, asume con total soltura el desafío de cantar tomando parte en la escena coreográfica.

El 'derviche' Juan Camargo (Foto: Carlos Furman)

Toda la compañía se entrega con pasión a los dictados de Merzouki. Expresivos, dúctiles e increíblemente formados en lo técnico, todos y cada uno de los bailarines afrontan sin problemas –y sin respiro- las dificultades que los desafían. Cabe destacar la habitual expresividad de Lucía Bargados, y el simpático trío conformado por Eva Prediger, Damián Saban y Andrés Ortiz. Más redondez: los hipnóticos giros del “derviche” Juan Camargo.

En el final, luego de una escena de alocado vértigo, bailarines, soprano y músicos cantan juntos acercándose al público: todo un símbolo de la unión de épocas, lenguajes y códigos diferentes, a través de la universalidad de la música y la danza.

Patricia Casañas

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