Una orquesta de solistas
Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación. Director: Sebastiano De Filippi. Romanza triste, Op. 2 No. 2, de Alfredo Schiuma. Concierto en Do mayor para violonchelo y orquesta, de Franz Joseph Haydn. Solista: Stanimir Todorov, violonchelo. Metamorfosis, estudio para 23 instrumentos de cuerda solistas, de Richard Strauss. Confitería del Molino. Función del 29/9/23.
La
Orquesta de Cámara del Congreso está transitando su trigésimo tercera temporada,
y el maestro Sebastiano De Filippi, una década al frente de la agrupación. Los
frutos de este recorrido, como quedó en evidencia en el balance de la temporada
pasada, saltan al oído, y el concierto que aquí se reseña volvió a refirmarlo,
de la mano de un programa variado y desafiante.
A priori, las condiciones no parecían las
mejores, con la planta baja de la Confitería del Molino abierta a un público
invitado, aspecto que se vio compensando por la televisación y grabación del
concierto, hoy accesible para todo el mundo en el canal de YouTube del
organismo. Cierto ruido proveniente del tránsito no logró empañar el resultado
sonoro de una velada en la que la música se impuso, en todos los sentidos.
El
concierto abrió con una pieza del compositor argentino Alfredo Schiuma, a 60
años de su fallecimiento. Se trata de la Romanza
triste, en edición de Nahuel Valle, escrita en vísperas del primer
Centenario. Nacido en Italia y traído a la Argentina a los tres años, Schiuma
se formó como violinista en una época en que la música se enseñaba como
lenguaje, de manera integral. Nacionalizado argentino, el compositor logró una equilibrada
síntesis de las formas europeas y las temáticas y giros de nuestro país, tanto
en el campo de la ópera como de la música instrumental y vocal, en formato
sinfónico o de cámara. Esta breve pieza no se oyó como obra de circunstancia ni
mero compromiso, como suele suceder; en manos de De Filippi y la Orquesta del
Congreso se extrajo de ella todo su poder melódico, con su temperamento
melancólico y sus matices expresivos, en cuidado ensamble.
Como
curiosidad, la obra solista –el primero de los dos conciertos para violonchelo
de repertorio de Joseph Haydn- se escuchó el año pasado con Adrián Felizia en viola, instrumento para el cual realizó un interesante arreglo. Esta vez fue uno de
los mejores violonchelistas con que cuenta nuestro medio musical –Stanimir Todorov-
quien empuñó el arco para plasmar una versión vigorosa, plena de matices y con
cuidada estilística. La acústica del ámbito, que sin llegar a ser reverberante,
da espesor y volumen a las frecuencias graves, permitió un pleno disfrute de la
interpretación, incluyendo las cadenzas.
Sumando platos fuertes a un menú de por sí bien sustancioso, la obra de fondo del concierto fue Metamorfosis, el estudio que el provecto Richard Strauss concibió como réquiem para la cultura alemana cuando la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin. Al margen del contexto histórico que la inspiró, y de la acaso limitada interpretación que el compositor le asignó, por más dolorosa y auténtica que fuera, lo cierto es que Metamorphosen (tal su título en alemán, en plural) es una de las obras más complejas jamás escritas para el repertorio de cuerdas. Está concebida para 23 partes solistas, en un alarde de contrapunto que, por la maestría consumada del autor, no renuncia un ápice a su intensidad expresiva, por cierto extrema, ni tampoco a la audibilidad de cada una de las líneas. La Orquesta del Congreso, con dos músicos invitados, reforzó su nómina hasta llegar a los 23 integrantes, pero subsistieron algunas diferencias en las cuerdas graves: Strauss pide cinco chelos y tres contrabajos. La inteligencia del director y la edición de Sergio Catelani (violinista del ensamble), aprovechando que no todas las partes tocan al mismo tiempo, lograron con sus recursos una lectura donde cada nota escrita por Strauss suena, ¡y de qué manera!
Precedida
de una didáctica explicación del maestro De Filippi, que incluyó ejemplos en
vivo de cada motivo musical que la partitura luego desarrolla (el principal, es
la evocación y cita textual sobre el final del tema de la “Marcha fúnebre” de la
Heroica de Beethoven), esta
interpretación de las Metamorfosis
alcanzó un nivel de excelencia poco frecuente en una obra tan compleja. La
intrincada trama no fue óbice en ningún momento para que la música emergiera en
toda su elocuencia, la cual propone un cruce entre la nostalgia y la tragedia;
la cantabilidad de las líneas adquirió, en manos de De Filippi y su previa
experiencia en el mundo de la vocalidad, una llegada poderosa al oyente. En
cuanto a los músicos del Congreso, liderados por el concertino Pablo Pereira, respondieron de manera óptima a un alto desafío,
demostrando ser, sin duda alguna, una orquesta de solistas en toda la línea.
Daniel Varacalli
Costas
Comentarios
Publicar un comentario