"Carmina Burana", la fortuna de tener cuerpos estables
Carmina Burana. Coreografía:
Mauricio Wainrot. Música: Carl Orff. Escenografía y vestuario: Carlos Gallardo.
Diseño de iluminación: Eli Sirlin. Ballet Estable del Teatro Colón. Dirección:
Mario Galizzi. Solistas vocales: Laura Rizzo (soprano), Alfonso Mujica
(barítono) y Martín Oro (contratenor). Coro Estable del Teatro Colón. Dirección:
Miguel Martínez. Coro de niños del Teatro Colón. Dirección: Carlos Bustamante.
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección musical: Carlos Calleja.
Producción del Auditorio Nacional del SODRE (Uruguay). En el Teatro Colón, el
martes 12 de marzo de 2024.
La apertura de la temporada 2024 del Ballet Estable del Teatro Colón fue una oportunidad invalorable para disfrutar de un espectáculo donde el cuerpo de baile y el Coro del Teatro –que celebrarán su centenario en 2025-, sumados a la Filarmónica de Buenos Aires y el Coro de Niños, sumados a director y solistas, realizaron un excelente trabajo.
Antes de reseñar el espectáculo,
cabe señalar que sorprende que luego de estas funciones de la compañía se anuncien
las próximas recién en junio con la reposición de la coreografía de Mario
Galizzi de La bella durmiente del bosque.
Mantener un elenco casi sin actividad durante dos meses –algunas funciones de Carmina Burana previstas en el
Anfiteatro del Parque Centenario no palian el vacío- es algo que sin duda
debería reverse.
Estrenada en Bélgica en 1998 y en la
Argentina en 2002 por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, la obra de
Mauricio Wainrot luce fresca en los
jóvenes intérpretes de la compañía. La coreografía sigue fielmente los mandatos
musicales que Orff elaboró sobre la compilación de textos anónimos reunidos en
el siglo XIII en el monasterio de Benediktbeuern, en Baviera. Sobre ellos, el
músico compuso una partitura con rasgos de vibrante sonoridad mediante efectos
de rítmica contundencia, y momentos de expansivo lirismo.
‘Fortuna imperatrix mundi’, con sus
famosos golpes de timbal, es resuelta por Wainrot con una coreografía coral y dinámica,
realzada por las amplias polleras del vestuario donde prevalecen los colores
fríos. En cada número hay una leve referencia a los textos: de la potencia de
la primera sección, pasamos a una armoniosa primavera (‘Primo Vere’) liderada
por tres eficientes parejas: Rocío
Agüero, Beatriz Boos, Lola Mugica, Jiva Velázquez, Gerardo Wyss y Facundo Luqui, y el cuerpo de baile
femenino encabezado por la impecable Paula
Cassano.
El segmento más dramático es ‘In
taberna’, en manos de Juan Pablo Ledo,
hoy uno de los artistas más impactantes del elenco. Ledo pone su personal máscara
al servicio de un solo electrizante, devenido en sensual dúo con Ayelén Sánchez, otra valiosa
intérprete. Otro tipo de sensualidad se despliega en ‘Cour d’amours’, con
expresiva y plástica actuación de Camila
Bocca y Federico Fernández. La
escena evoluciona desembocando nuevamente en ‘Fortuna imperatrix mundi’, como
lo indica la partitura de Orff, y toda la compañía se reúne para entonar con
sus cuerpos esta especie de himno ritual.
El cuadro de cantantes solistas tiene
integrantes de lujo, como la espléndida soprano Laura Rizzo, de recursos óptimos para una obra que interpretó
muchísimas veces en su carrera y que le sienta de maravillas. El Coro Estable, estereofónicamente
situado en los palcos, y el Coro de
Niños sonaron imponentes y con calidad, y la Filarmónica de Buenos Aires se sumó para lograr un excelente nivel.
Destacamos también la participación de Sebastián
Achenbach y Silvia Dabul, a
cargo del acompañamiento pianístico.
Pero el verdadero héroe de esta producción es el maestro Carlos Calleja, encargado de compatibilizar el Coro ubicado en palcos laterales, los niños y los solistas en sendos avant scéne y la Orquesta en el foso, estando siempre pendiente al detalle de la acción danza en el escenario. Sólo un especialista como Calleja puede llevar a buen puerto esta nave cargada de tan precioso material.
Patricia Casañas
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