Ballet del San Martín, impactante programa

 Los gestos de la sal. Coreografía y dirección: Teresa Duggan, sobre el cuento de Alejandra Kamiya. Música: Gingo Ohno. El eco de las manos. Coreografía y dirección: Nicolás Berrueta. Música: Claudio Martini. Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Dirección: Andrea Chinetti. Codirección: Diego Poblete. En el Teatro Regio (Córdoba 6056, CABA), el sábado 13 de abril. Funciones: de jueves a domingo a las 20, hasta el 28 de abril.


Poesía y belleza en "Los gestos de la sal" de Teresa Duggan (Foto: Carlos Furman)

A esta altura resulta ocioso decir que el Ballet del Teatro San Martín es la nave insignia de la danza contemporánea argentina. Dirigida con mano sabia por Andrea Chinetti y Diego Poblete e integrada por un mix de bailarines experimentados y elementos jóvenes en crecimiento, la compañía tiene además la virtud de abrir constantemente su repertorio a los creadores de nuestro país. Es el caso del programa que comentamos, que inició la actividad de este año del elenco fuera de su espacio habitual: la sala Martín Coronado del Teatro San Martín. Trasladado al Teatro Regio, que también forma parte del Complejo Teatral de Buenos Aires, el Ballet se adaptó con profesionalismo a las reducidas dimensiones del escenario, aprovechando incluso las superficies adyacentes al proscenio. Claro está que las dos obras del programa no requirieron de la compañía in totum, y por eso esperamos que este desplazamiento de sede no se transforme en algo habitual.


Una historia de amor en el noreste andino (Foto: Carlos Furman)

La amplia trayectoria de Teresa Duggan nos habla de una artista interesada en los cruces de lenguajes y estéticas. Un ejemplo de su pasión por lo oriental fue su anterior colaboración con el Ballet del San Martín, Dos pétalos, sobre un cuento japonés anónimo. Los gestos de la sal también tiene su raigambre en la literatura de ese origen, pero trasladando su historia al noreste andino. Duggan concibió una obra de delicada belleza, atravesada muy sutilmente por un perfume japonés en los cambios de escena, en la inocencia de la narración, en las imágenes impregnadas de una conmovedora sencillez. Colaboraron para ello el magnífico vestuario de Nam Tanoshii y la música de Gingo Ohno, carnavalito incluido, una dupla creativa que ya acompañó a Duggan en su recordada El gran invierno. La coreógrafa incorporó algunos pocos objetos (ramas, agujas, hilos, plumas) que junto a un mínimo juego de sombras coadyuvaron a crear la magia del relato. Quizás las intervenciones de la voz de Alejandra Kamiya sean algo gratuitas, pero esto no hizo mella en el excelente resultado final. Puestos eficazmente en la piel de sus personajes, Rodrigo Etelechea y Fiorella Federico encabezaron con entrega al grupo de intérpretes.


Camargo y Suárez Poch en "El eco de las manos" (Foto Carlos Furman)

En el otro extremo, se presentó El eco de las manos, un trabajo fuerte, energético, extenuante para los bailarines y de gran potencia visual. Según su autor Nicolás Berrueta, “la obra hace referencia a cómo nuestro camino puede ser modificado con un simple toque. A veces la vida nos acaricia y otra nos golpea, nuestro cuerpo y emociones se abren o se bloquean en respuesta a esto, y a partir de allí también nos relacionamos con el mundo que nos rodea en un intercambio casi infinito.” El eco… deja planteadas al espectador cientos de imágenes -algunas fantasmales- cuyo significado puede ser esbozado en muchos sentidos, pero que no lo dejará indiferente. El impactante Juan Camargo protagonizó al torturado personaje objeto de esos cambios y angustias, en dúo junto a Manuela Suárez Poch y una docena de increíbles bailarines.

Patricia Casañas

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