El horror, el horror…

Mariana Enriquez. Un lugar soleado para gente sombría. Buenos Aires, Anagrama, 2024.



Por el ámbito y el carácter de estos doce relatos, se puede decir que, al menos al día de hoy, Mariana Enriquez completa la trilogía iniciada con Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego. Concebidos durante el tórrido verano de 2023 -“el tiempo de la canícula”, por aludir a un conocido autor, ya que entre fantasmas andamos-, enriquecen la obra de quien halló en el horror, o en el gótico como también se le suele llamar, un género donde bucear en profundidad y salir a flote una y otra vez para transferir sus vivencias.

En línea con los clásicos de este tipo de literatura se vale de un sistema metafórico y simbólico de lo escabroso, cuyo objeto es, de la mano de la vivencia personal, la radiografía del momento histórico y social que toca atravesar. Esto otorga a su pluma un valor agregado, que deviene el mejor aporte que desde nuestro ámbito se le puede hacer a un género de muy larga data, desenvuelto mediante diversas lenguas y desde latitudes bastante lejanas. Y esto no es un detalle más, porque a pesar de tal herencia la autora no deja de mostrarse plenamente argentina, algo clave en cuanto al interés que despierta en los lectores extranjeros, en muchos casos no hispanohablantes. (La observación no corresponde a una suerte de “nacionalismo de vizcachera”, conservar la identidad no es un hecho menor.)

Mediante tremendas y a veces repulsivas metáforas y símbolos que reiteradamente exceden sus propios límites, estos relatos congregan tanto a los fantasmas internos como a los de afuera, los que acechan; casi nunca tienen nombres y apellidos, títulos menos, tampoco andan amortajados o encadenados por parques o explanadas, porque son actuales y vernáculos (este último aspecto queda exceptuado del relato que da nombre al libro, con su paseo por la otra cara de una sociedad idealizada). Lo abarcado va desde los íntimos cambios y somatizaciones que pueden producirse en una mujer en determinado momento de su vida (Metamorfosis); la inmersión en lo siniestro como algo natural, sin entrar en una sobrecarga de lo espeluznante acaso para crear un efecto de mayor cercanía entre texto y lector (La mujer que sufre); el paso por la no aceptación de una pérdida irreparable (Un lugar soleado para gente sombría), hasta los traumas y el horror sufridos por una sociedad que no solo presenta heridas infectadas que no cierran, sino que es acechada por sus peores fantasmas, esos que no puede terminar de ocultar y que aun así opta no hablar sobre el tema (Los himnos de las hienas); la complicidad y el silencio (Cementerio de heladeras) o el sondeo de un presente que perturba a una sociedad que busca culpables y cae por su propia pendiente (Mis muertos tristes, Ojos negros).

El ámbito de su narrativa es el lado B de las personas y del medio social, ese lado que molesta, ofende y produce horror en los ciudadanos bien pensantes que profesan el sentido común. Y aquellos que saben sondear el adentro y el afuera con lucidez, se preservan de ese sentido y ejercen su oficio con sana desconfianza hacia ese peligroso engendro que llamamos “lo correcto, lo decoroso, lo que está bien”, hasta despedazarlo.

Este libro apareció hace unos meses, la edición que tengo ante mí es la séptima. Siempre existe desconfianza por parte de algunos lectores hacia aquellos autores que conocen el éxito editorial y todo lo que conlleva. Es que en la mayoría de los casos esos productos son prescindibles y su presencia, efímera, solo obedece a razones de mercado. No sé si es necesario subrayar que no es el caso de Mariana Enriquez, pero sí remarcar que no está nada mal recibir el reconocimiento y que al escritor o escritora le llegue en vida, en plenitud de sus facultades creativas. Más allá del éxito de ventas, su literatura ha llegado para ser long-seller, para permanecer, por la sencilla razón de su honestidad intelectual, su ausencia de prejuicios y su admirable sutileza y valentía para radiografiar todo aquello que tantos prefieren no mirar ni de reojo. Su lenguaje simbólico-metafórico posee un inequívoco aspecto testimonial.

Mariana Enriquez ha anunciado ya hace tiempo la escritura de una nueva novela iniciada en pandemia. La última, Nuestra parte de noche, llegó para ser uno de los grandes textos de nuestro tiempo (2019). Mientras, sumerjámonos en estos doce relatos de Un lugar soleado para gente sombría al reencuentro (o simplemente encuentro, para aquellos que aún no la han leído) con una autora que cala hondo y sin filtros, que sabe mirar y contar la realidad que nos rodea, que molesta por enunciar verdades y que, afortunadamente, tiene mucho por relatar.

Claudio Ratier

 


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