"La bayadera", con sabor a despedida
La bayadera. Ballet en tres actos. Coreografía: Mario Galizzi, basada en Marius Petipa. Música: Ludwig Minkus. Escenografía: Verónica Cámara. Vestuario: Valeria Montagna. Iluminación: Rubén Conde. Intérpretes: Rocío Agüero, Juan Pablo Ledo, Beatriz Boos, solistas y cuerpo de baile del Ballet Estable del Teatro Colón. Dirección: Mario Galizzi. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección: Manuel Coves. En el Teatro Colón, el miércoles 18 de diciembre.
El habitual fin del año con ballet en el Teatro Colón tiene en esta oportunidad una connotación muy especial. Se trata del cierre de la tercera gestión de Mario Galizzi como director del cuerpo durante la cual Natalia Osipova, Roberto Bolle, Marianela Núñez, Kimin Kim, Herman Cornejo e Isabella Boylston –entre otros- fueron estrellas invitadas, la compañía estrenó Windgames de Patrick De Bana, Caravaggio de Mauro Bigonzetti y el espectacular Bolero X de Shahar Binyamini, se repusieron La fierecilla domada (luego de treinta años) y Onieguin de Cranko, Suite en blanc de Lifar, Romeo y Julieta de MacMillan, El cascanueces de Nureyev, y las magníficas producciones de El lago de los cisnes y La bella durmiente del bosque, cuyos derechos el propio Galizzi cedió al Colón. Se incluyó también producción nacional: Carmen de Alejandro Cervera, Adagietto de Oscar Araiz, Carmina Burana de Mauricio Wainrot. Tres fructíferos años de incesante trabajo, que dejan un balance positivo y agradecido hacia una figura muy querida por la compañía.
Como broche de este camino, Galizzi montó La bayadera, acabado ejemplo del clasicismo imperante en la Rusia zarista de la segunda mitad del siglo XIX. La fascinación por el exotismo oriental eclosiona en esta obra que reúne todos los ingredientes del modelo académico: virtuosismo en los solistas, dramatismo, movimiento de conjuntos y gran despliegue visual. A diferencia de la versión que Natalia Makarova montó para el Ballet del Colón en 1992, la de Galizzi no incluye el último acto, donde los dioses destruyen el templo y los amantes Nikia –la bayadera del título- y Solor se reúnen en el más allá, con lo cual se sobreentiende que el guerrero cumple con el mandato del Rajá y se casa con su hija Gamzatti. Los malos ganan, una vez más.
El protagónico de la función que se reseña estuvo a cargo de una de las jóvenes figuras del elenco: Rocío Agüero, una bailarina que viene demostrando un paulatino crecimiento en cada una de sus actuaciones. Agüero evidenció un cuidado trabajo de interpretación del papel de Nikia, a la vez que fue impecable en su desempeño técnico, con sostenidos equilibrios, seguridad en giros y saltos y hermosa línea en el acto de las sombras. Juan Pablo Ledo como Solor volcó toda su experiencia dramática en un papel asimilable al Albrecht de Giselle: debe sacrificar su amor por su deber, aunque con matices disímiles. Ledo es a esta altura un artista consagrado, que imprime sus rasgos personales a cada rol.
Otra revelación fue Beatriz Boos como Gamzatti, precisa y eficaz en los fouettés italianos del Acto II y convincente en su contrapunto dramático con Nikia en el Acto I.
En los comprimarios, se destacó la presencia escénica de Igor Gopkalo como el Rajá, y el virtuosismo de Yosmer Carreño como el Ídolo de oro. Todo el elenco se sumó con entrega y el cuerpo de baile femenino lució parejo en la escena de las sombras (Acto III).
El director andaluz Manuel Coves condujo con buen pulso a la Filarmónica, destacándose el desempeño solista del concertino Xavier Inchausti en el último acto, y José Araujo en el sentido y hermoso solo de violonchelo que acompaña la variación de Nikia del Acto I.
Patricia Casañas
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