Un lenguaje para un destino
Río
de las congojas. Libertad Demitrópulos. Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires, 2020 (reedición)
Narraciones de vidas
-algunas, producto de la invención, otras, como el mestizo Lázaro de Venialvo,
de la realidad- que derivan a través de un contexto histórico -la empresa
colonizadora de Juan de Garay, fundador de Santa Fe y de Buenos Aires-, Río
de las congojas es resultado de una tarea que le planteó a la autora el
reto de “inventar” un lenguaje como puente hacia un lejano mundo colonial, que
es la célula primigenia de nuestro pasado: “Yo me quedé a acompañar a mis
muertos, que no me dan las ganas de seguir, ni las piernas, además. De tener
menos años, un suponer, los hubiera secundado en tamaña locura. Por ahora es
para mortificación, en derrotas y ventajas. Cuando llegué aquí, con Garay, yo
era un mozalbete comedido y me vine sobre las aguas del río, que no soy de los
que andan sobre la tierra”, dice Blas de Acuña al inicio de esta compleja
ficción que tiene por heroína a su esposa, la mestiza María Muratore, también
amante del fundador de ciudades. Una ficción que da voz a hombres y mujeres que
vivieron y se sacrificaron para el olvido -o la ignorancia- del gran relato de
la historia.
“A diferencia de otras
novelas que se detienen en la minuciosa reconstrucción de época -dice Piglia-
estos libros -los de la mencionada trilogía- buscan sobre todo definir una voz
y una entonación”. Con su deslumbrante dominio de la herramienta que es el
lenguaje, la autora construye una narración breve, terrible y de a largos
tramos envuelta en una angustiante sensación de vértigo y perentoriedad, a la
que reserva un final que nos sorprende. Y siempre el río, “el río tragahombres,
más negro que nunca, río de las congojas, enemigo del amor”, omnipresente telón
de fondo en su función metafórica de un trágico destino común.
Claudio
Ratier
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