Más allá del feminismo

¿Quién es Clara Wieck? Autores: Betty Gambartes y Diego Vila. Intérprete: Annie Dutoit Argerich. Músicos: Eduardo Delgado, piano. Víctor Torres, barítono. Escenografía: Gastón Joubert. Iluminación: David Seldes. Vestuario: Graciela Galán. Dirección: Betty Gambartes. En la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín. Función del 24/2/2022.


 Annie Dutoit (Clara) secundada por Eduardo Delgado (piano) y Víctor Torres (voz). 
                                                                       Foto: Carlos Furman

¿Quién es Clara Wieck? comienza planteando el enigma que supone conocer al otro. Sabemos del otro lo que dicen de él o lo que el interesado quiere que se sepa, pero también lo conocemos a través de lo que quiere ocultar. Una suerte de fiesta de Babette: así como somos lo que dejamos de hacer, nos damos a conocer por lo que escondemos.

A partir de esta idea, la propuesta da un inteligente viraje a la leyenda que entorna la figura de la gran pianista y compositora alemana, para apartarse del lugar común. No se trata aquí de dar una vuelta más al remanido enigma de si Clara de algún modo engañó a su amado Robert Schumann con su común amigo Brahms. Por el contrario, de lo que habla la pieza es del espacio de la mujer creadora en una cultura donde ese papel estaba destinado exclusivamente al hombre. Y no porque el hombre fuera especialmente malo (de hecho Robert amaba a Clara, como Mahler amaría después a Alma, con similares consecuencias), sino porque era el brazo ejecutor de una cultura que lo condenaba a desempeñar determinado papel en nombre de aquella. Esto, hoy día en plena crisis, para bien principalmente de los propios varones, era entonces algo indiscutido. Tras combatir la férrea dominación paterna junto a su novio, Clara pasa a enfrentar la aspiración a la primacía de su marido, agravada por compartir un terreno común: el de la creación y la interpretación musicales.

El unipersonal de Betty Gambartes y Diego Vila acierta en esta actualización de una de las biografías más apasionantes de la historia de la música, y lo hace sin distorsiones, porque no las necesita, ni golpes bajos ni obvios manifiestos, mediante un texto de cuidada calidad dramática y eficaz comunicatividad. Quien tiene a su cargo la tarea de asumirlo y delinear al personaje que habla a su través es Annie Dutoit Argerich, cuyos apellidos eximen de explicar su genealogía. Aunque su rostro nos recuerde casi exclusivamente al de su padre, lo importante aquí es que Annie Dutoit, desandando el camino de la ficción a la realidad, es ella misma, una actriz consumada cuya foránea pero correctísima dicción del español resulta ideal para encarnar a este personaje que fue parte indisoluble de la cultura musical austro-alemana del siglo XIX. Con elementos mínimos –una escenografía de velos blancos que semejan el teclado de un piano, una plataforma, una lograda iluminación, atinados cambios de vestuario y una sabia dirección de Gambartes-, la actriz se expone a una cercanía casi íntima con el público, que se ve de inmediato involucrado en una trama tan poética como dramática.

En el día de su cumpleaños, apoyada en su memoria, pero también en cartas y críticas, la viuda de Schumann se permite recordar las complejas vicisitudes de su vida, no sólo la enfermedad neurodegenerativa de su esposo, sino también sus diez embarazos y las muertes de varios de sus hijos, moneda corriente en aquella época. En medio de ese enjambre de asechanzas físicas y emocionales, el haber desarrollado una carrera fulgurante como pianista, aun a despecho de sus dotes creativas, convierte a Clara Wieck en un interesante referente para el pensamiento contemporáneo acerca de la mujer y la cultura en general.

Otro de los aciertos de este unipersonal es la alternancia con fragmentos musicales, interpretados en vivo por Eduardo Delgado, recordado habitué de los festivales Argerich. Atenuando, quizás intencionadamente, los desbordantes apasionamientos schumannianos (aunque también hay piezas de Brahms y de Wieck), su interpretación acompaña discretamente la propuesta, al igual que la de Víctor Torres, vehículo de algunos reconocibles Lieder, una de sus especialidades. La utilización de imágenes proyectadas y efectos de sonido coadyuva eficazmente al clima que se busca en cada escena.

La obra discurre sin flaquezas hasta la muerte de Schumann; acaso a partir de allí, en el tramo final de la obra, esos cuarenta años que Clara vivió como recuerdo viviente de su marido, resignando así también su propia personalidad, resulten difíciles de sintetizar. La tensión dramática trepa un peldaño más hasta terminar con el personaje tendido de espaldas en el piso y la música del Dies Irae del olvidado Requiem Op. 148 de Schumann. Una cierta vacilación, al regresar el personaje en medio de aplausos grabados que estimulan los de público, y luego el agregado de un fragmento final donde Clara-Annie parece dispuesta a tocar el piano, para, tras una indicación, ir a un apagón total con el comienzo del Concierto para piano de Schumann, mitigan el impacto de una obra que hasta entonces se viene desarrollando de manera impecable y con sostenido interés.

En suma: ¿Quién es Clara Wieck? es un buen ejemplo de cómo la historia de la música, pasada por el tamiz del teatro, es una excelente cantera de reflexión sobre la realidad de la cultura en el momento actual, al margen de cualquier prejuicio o reduccionismo.

Daniel Varacalli Costas

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