La pasión según Haydn

El Ensamble Concentus BA en la Usina del Arte, celebrando a Haydn. Foto: Patricia Casañas

El sr. Haydn en su laboratorio. Ensamble Concentus BA. Director: Ricardo Sciammarella. Programa Franz-Joseph Haydn. Obertura de “Il mondo della luna”. Cantata: “Miseri noi, misera patria”. Solista: María Florencia Machado, mezzosoprano. Sinfonía No. 92 en Sol mayor “Oxford”. Usina del Arte. Función del 26/6/22.

A comienzos de los años ‘90, el auge del CD renovó los oídos de los oyentes de todo el mundo con los sonidos redescubiertos de la música barroca, clásica y aun posterior. Entonces estaban en su esplendor los pioneros -Harnoncourt, Leonhardt-, seguidos por Gardiner, Pinnock, Hogwood, Norrington, Savall, Koopman, Bruno Weil, los Kuijken y tantos otros responsables de ensambles, varios de los cuales llegaron a presentarse en nuestro país. Entonces el debate entre melómanos era algo más frecuente y gratificante que hoy día, en que se fomenta la indiscriminación y el aplauso automático. Lo que entonces era el partido de los “tradicionalistas” versus los “historicistas” actualmente parece haber encontrado un balance en grupos de cámara tradicionales que ya han aprendido el estilo, junto a grupos historicistas que ya no venden “autenticidad” sino estudiados criterios estilísticos, aunque difieran radicalmente entre sí. Sin embargo, hoy sabemos que no es lo mismo escuchar obras con instrumentos de época –o sus réplicas- que con instrumentos actuales, ni tampoco es lo mismo lo que se puede hacer con unos y con otros, aun contando ventajas y desventajas.

Nuestro país tiene cultores tenaces en diversos repertorios e intérpretes que han triunfado en el mundo (baste mencionar a Gabriel Garrido o Manfredo Kremer), pero el movimiento local necesita ampliar su oferta. Como respuesta a este imperativo nació en plena pandemia el Ensamble Concentus BA, conformado por músicos profesionales de diversas partes de la Argentina y dirigido por Ricardo Sciammarella, a quien descubrimos en aquella ya lejana década de 1990 como violonchelista en un recordado CD de Radio Clásica. Hoy ocupa el podio de este ensamble que reúne a unos treinta instrumentistas, cuyas cuerdas agudas tocan de pie y rodeando al director a izquierda y derecha, detalle no menor.

En el concierto que se reseña, el autor elegido fue Joseph Haydn (los historicistas enseñan que no usaba el Franz, aunque sí lo ha hecho la posteridad). Junto con Rossini, Haydn es uno de los compositores más difíciles de tocar debido a la claridad y la precisión que demanda su estilo, en particular en materia de articulación –lo que implica virtuosismo- y fraseo, y porque además es un autor que derrocha ingenio, humor y creatividad a granel, por lo que requiere sabias dosis de gracia y expresividad. En suma: Haydn es un autor fundamental, que en muchos géneros, como la sinfonía, la sonata para piano o la música sacra, no empalidece al lado de Mozart.

Sciammarella propuso un concierto bien estructurado, que abrió con la obertura de “Il mondo della luna”, ópera de 1777 que pudimos ver íntegra en el Teatro Avenida gracias a Buenos Aires Lírica en el año 2011. Quizá por ser obra de “calentamiento”, se echó de menos algo más de volumen y color orquestal en esta primera entrega, que por lo demás reveló que para Sciammarella, la agilidad en los tempi y la afectividad de esta música no son incompatibles.

La segunda obra, de la que no tenemos noticia que se haya hecho en nuestro medio, presentó a la mezzosoprano rosarina María Florencia Machado en la Cantata “Miseri noi, misera patria”, de 1790, esto es, la plena madurez del compositor austriaco. Si bien está escrita para soprano (con la amplitud que tenía el término en el siglo XVIII), Machado explotó el color oscuro de su voz, dándole un peso dramático relevante para bien decir el texto, más allá de su destreza en coloraturas y de algún vibrato en valores largos que quizás algún purismo limitaría.

Como es lógico tratándose de Haydn, el plato fuerte estuvo dado por una de sus sinfonías, la llamada “Oxford”, casi contemporánea a la citada cantata, ofrecida por Haydn al momento de recibir su doctorado honoris causa en la ciudad universitaria homónima, aunque en rigor la hubiera compuesto para París. Se trata de la obra inmediatamente anterior a la primera serie de sus sinfonías londinenses, por lo que estamos frente a un Haydn para quien el género no ofrece secretos, pero sigue siendo, como lo es en cada uno de sus 104 exponentes, una cantera inagotable de imaginación.

Sciammarella exigió al máximo al ensamble en términos de tempi y dinámicas, en general extremadas, arriesgando con ello algunos desajustes y balances. Pero ser tan radical en Haydn es apostar doble sobre sencillo: este tipo de partituras son de por sí un verdadero derroche de energía que requiere a menudo mucho control, algo de respiración en los fraseos y una cierta distancia emocional. Si a esto le sumamos que Sciammarella no sólo reitera, como es habitual en los historicistas, la exposición del Allegro, sino también la sección de desarrollo y recapitulación, la exigencia y extensión se incrementan, a menudo sin demasiado rendimiento para ejecutantes ni para oyentes.

Puesto en perspectiva, y a la luz de lo escuchado, el Ensamble Concentus BA viene a aportar un repertorio y una manera de tocarlo que actualmente resultan poco cultivados, de modo que no cabe más que celebrar su conformación y desear su permanente crecimiento.

Daniel Varacalli Costas

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