Una celebración bien argentina

Orquesta Sinfónica Nacional. Directora: María Laura Muñiz. Programa: Manolo Juárez: Elegía. Pablo Ortiz: Videbimus Lumen (Solistas: Trío Luminar. Patricia Da Dalt, flauta. Marcela Magin, viola. Lucrecia Jancsa, arpa). Alberto Williams: Poema del Iguazú, Op. 115. En el Centro Cultural Kirchner. Función del 26/8/2022. 

El Trío Luminar, integrado por Patricia Da Dalt, Marcela Magin y Lucrecia Jancsa (de izquierda a derecha) celebró sus primeros 20 años junto a la Sinfónica Nacional. Crédito foto: Federico Kaplun

La Orquesta Sinfónica Nacional celebró en un concierto los 20 años del Trío Luminar, agrupación de cámara integrada por tres grandes maestras de sus respectivos instrumentos: Patricia Da Dalt, en flauta; Marcela Magin, en viola, y Lucrecia Jancsa, en arpa. La cuestión trasciende ampliamente a que dos de sus integrantes pertenezcan a la orquesta (Magin, ya retirada, integró en cambio la Filarmónica de Buenos Aires), ya que el grupo ha sostenido a lo largo de dos décadas una formación instrumental inusual con identidad propia, cuya combinación nos remite de inmediato a una de las tres últimas sonatas de Claude Debussy. El Luminar, desde aquellos primeros momentos que nos tocó felizmente apreciar y reseñar, supo sembrar buena semilla y cosechar excelentes frutos, entre ellos sus grabaciones y las obras que han dado a conocer o sabido generar, por lo atractivo de una combinación a la que han sabido darle brillo y sentido.

El desafío se incrementó en este concierto debido a que el trío se presentó como solista en formato de concierto, en una obra especialmente compuesta para la ocasión por Pablo Ortiz (66), compositor formado en la Universidad Católica Argentina y alumno de Mario Davidovsky, señero creador argentino de larga carrera en Estados Unidos.

En calidad de estreno mundial, se ofreció como estreno mundial, con el Luminar como solista, su obra Videbimus Lumen (en latín, “veremos la luz”), en tres movimientos, con un lenguaje contemporáneo y expresivo, aunque emocionalmente contenido, y una orquestación rica que incluyó placas. Paradójicamente fueron estos timbres, que connotan la idea de lo luminoso,  los que conspiraron en parte contra la audibilidad de los solistas, en particular el arpa en el segundo movimiento, y parcialmente la viola, cuestión atribuible a la orquestación, un tema que sin duda desvela a todo el que compone para solista y orquesta. Por lo demás, el Trío Luminar exhibió su habitual homogeneidad y solvencia y fue aclamado por el público, que aprecia como siempre su calidad interpretativa.

Abrió el programa Elegía, del recordado Manolo Juárez, músico que nos dejó en la pandemia con un invalorable legado de obras y docencia. Elegía es una pieza en un solo segmento, compuesta en 1963; según ciertas fuentes fue el primer trabajo sinfónico de Juárez, dedicado a su maestro Honorio Siccardi, que acababa  de fallecer. El comienzo con las cuerdas graves (en un clima que nos acerca al comienzo de la Inconclusa), un crescendo imponente y luego el desarrollo en un lenguaje que se percibe como atonal, plasma una obra de profundo contenido emotivo que pinta de cuerpo entero a su autor, siempre comprometido y frontal.

La elección de fondo fue el Poema del Iguazú, que el longevo Alberto Williams compuso luego de sus ochenta años. Es uno de sus dos poemas que reflejan sus viajes por el país (el otro es el dedicado a los mares australes), geografía que aprendió a amar a partir de su ilusionado regreso de París en 1889.

Se trata de una obra en cuatro movimientos: “Las selvas dialogan con las cataratas”, de ágil contrapunto y perceptible descriptivismo; la “Barcarola” del Iguazú, de corte más galante; el nocturno de “La luna ilumina las cascadas”, con un hermoso dúo entre dos arpas y un clarón (aquí sí, maestría de la orquestación) y un final (La Garganta del Diablo), con un comienzo armónicamente muy moderno y un pegadizo motivo en los bronces que conduce a un final de vigor desbordante. Como nos apuntó Pablo Williams, nieto del compositor, este segmento es en rigor la orquestación del último número del Poema de la araña pollo, de 1922, para piano, titulado “Regocijo del bosque”, y así lo verificamos. Un procedimiento legítimo, del que ya Williams había hecho uso al orquestar el también pianístico Poema de las campanas.

La directora María Laura Muñiz, egresada de la UCA y docente de su especialidad, tuvo un desempeño correcto, acaso sin margen para profundizar en matices expresivos ni para mayores precisiones técnicas, como se infirió de su gestualidad, asumiendo el desafío de dirigir tres obras argentinas complejas y, como también trascendió en una entrevista periodística, editando la partitura de Williams, de la que habitualmente se conservan copias facsimilares de engorrosa lectura. El aporte que la Orquesta Sinfónica Nacional -esta vez liderada por su concertino Luis Roggero- viene haciendo a la difusión de la obra orquestal del patriarca de la música argentina es otro de los aspectos que contribuyeron a la importancia de este concierto, que tanto por los autores como por sus intérpretes, podría calificarse de incuestionable “industria argentina”.

Daniel Varacalli Costas

 

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