De la Vinci poco se sabe

L’altra casa (La otra casa). Simona Vinci. Torino, Einaudi, 2021 

La primera vez que escuché el nombre de Simona Vinci (Milán, 1970) fue gracias a Liliana Díaz Mindurry. Hace mucho tiempo -y mejor no hacer la cuenta-, se lanzó su novela De los niños nada se sabe (Dei bambini non si sa niente), su primer libro, una inmersión en la crueldad infantil a contracorriente de todo, seguida por la colección de relatos En todos los sentidos como el amor (In tutti i sensi come l’amore), ambos bajo el sello Anagrama, y luego el silencio más empecinado: de ella en Argentina se habla poco, o directamente no se habla.

A la lectura de los dos libros mencionados -los únicos traducidos a nuestra lengua- siguió la de Brother and Sister, variación de una conocida historia de los Hermanos Grimm a partir de un hecho real, y Stanza 411, el vertiginoso y desesperado monólogo interno de una mujer en un cuarto de hotel en Roma. Me encontré con una prosa osada y libre de reparos, cruel, sincera, poética, de hondo calado, y hoy esa experiencia de lectura se renueva en toda su fuerza y alcances posibles.

Se trata de su último libro, L’altra casa (novela inédita en nuestra lengua, por si es necesaria la aclaración), donde la Vinci se interna en las sombras, penumbras y entrañas del género gótico, con el escenario de una casa real en plena valpadana, propiedad en el pasado de la cantante lírica Giuseppina Pasqua-Giacomelli, intérprete de Mrs. Quickly en el estreno de Falstaff de Giuseppe Verdi (Scala de Milán, 1893). Cabe decir que esa casa -hoy un emprendimiento comercial- se encuentra en Budrio (área metropolitana de Bologna), donde la autora reside desde edad temprana. En línea con una tradición fundacional del gótico literario, la Villa Giacomelli cobra desde el vamos la estatura de un gran personaje protagónico, aunque -tal como deja saber el título- no se trata de la única casa en cuestión a lo largo de las más de trescientas páginas que componen el libro (opto por abstenerme del innecesario ejercicio de resumir la trama).

Que una obra literaria se adentre en el mundo de la ópera es algo que merece particular atención de mi parte como divulgador del género y musicógrafo, razón por la cual señalo lo siguiente. Si Maura Veronesi -uno de los personajes principales, mezzosoprano al igual que la Pasqua- prepara un recital-homenaje que incluye páginas verdianas de Oscar, Eboli y Quickly, a primera vista podrá parecer un despropósito vocal. Pero dado que la novela no tiene la finalidad pedagógica de instruir sobre el género lírico, ni producir guiños de complicidad a los “operópatas”, el contraste no es descabellado. Porque la artista del pasado comenzó su carrera como soprano leggiero, se consagró como mezzo y también se lució como contralto; el del paje Oscar en Un ballo in maschera fue el personaje de su debut. Y si bien durante la lectura se puede encontrar alguna imprecisión en lo referente a cuestiones líricas -cosas mínimas e inofensivas, en verdad-, sería muy injusto no reconocer la seriedad con que la escritora se documentó para abordar el mundo de la ópera, abordaje realizado por primera vez en su vida, según refirió en una entrevista para el programa L’isola deserta (RAI Radio 3). Y la variedad de datos, a los que se suman detalles de pura invención literaria, son inteligentemente manejados en función de una trama que se lanza a bucear en zonas abismales.

Los personajes de las historias de fantasmas -los de este lado- son seres que atraviesan duros momentos existenciales; aquellos que se les manifiestan -los del otro lado- son entes que han dejado un gran dolor y cosas pendientes detrás de sí. Por tal razón, más allá del miedo que producen las primeras manifestaciones y encuentros, lo que rige estas historias es una gran angustia que arrastra una serie de sucesos escindidos entre dos mundos, cuyas criaturas anidan en el corazón de los personajes. (Si es que arribamos a un lugar después de morir, la posibilidad de que el dolor persista por toda la eternidad resulta más que aterradora; porque tal vez sea lo único que queda, ese dolor.)

Una buena historia de fantasmas alberga un hondo sentido humano y L’altra casa, una cúspide en la obra de Simona Vinci, cumple con este principio de manera superadora; hecho que suele darse en la mejor literatura, uno de sus logros es despertarnos empatía con los más desgraciados entre sus complejos y magistralmente concebidos personajes. Ojalá que los buenos lectores del mundo hispanohablante lleguen a conocer esta novela; por una vez seamos optimistas y pensemos que tarde o temprano sucederá.

Claudio Ratier

Agradecimiento: a Cristina Ferrajoli, que al enterarse del lanzamiento de L’altra casa no dudó en conseguirle un ejemplar al autor de la reseña.

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