Un desafío de proporciones

Orquesta Sinfónica Nacional. Director: Luis Gorelik. Programa Bela Bartók: Concierto para piano y orquesta No. 2 en Mi Mayor (Solista: Marcelo Balat, piano). Maurice Ravel: Suite No. 2 de “Daphnis et Chloé”. Juan José Castro: Sinfonía No. 2 “Bíblica” (Recitante: Ingrid Pelicori). Coro Polifónico Nacional. Director: Antonio Domeneghini. Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner. Función del 7-9-2022.

El maestro Luis Gorelik al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional. Al fondo, el Coro Polifónico Nacional. Foto: Patricia Casañas

La Orquesta Sinfónica Nacional ofreció uno de los conciertos más desafiantes y extensos de su temporada (dos horas y cuarto de música, prácticamente). Con un hilo conductor dado por la fecha de composición de las obras (las de Bartók y Castro fueron estrenadas en 1933 y 1932 respectivamente, la suite de Ravel es de 1913), el concierto supuso desafíos diversos y concurrentes. Si bien su epicentro estuvo dado por el virtual reestreno generacional de la Sinfonía “Bíblica” de Juan José Castro (en tanto es casi imposible que una persona viva haya asistido a su estreno y única ejecución en la Argentina), no menos importante fue haber comenzado con el Concierto No. 2 de Bartók, considerado por pianistas tan relevantes como András Schiff y Stephen Kovacevich como una de las partituras más difíciles de la literatura para piano y orquesta. En este caso, el solista fue Marcelo Balat, alumno dilecto de la recordada Pía Sebastiani y casualmente solista de piano y celesta de la Sinfónica, rol que, justo es aclarar, en nada se vincula con el aquí asumido, que es el de ser solista en una obra concertante.

El maestro Luis Gorelik estuvo a cargo de la dirección musical del concierto y se lo vio totalmente comprometido con un repertorio que, a falta de programa de mano o un sucedáneo digital razonable, comentó micrófono en mano con información pertinente a lo largo de tres sucintas intervenciones.

Bartók encontró en Balat un intérprete aguerrido, con una sonoridad imponente y un toque preciso y bien ensamblado con la orquesta. La Sinfónica acompañó adecuadamente, con particular destaque en el movimiento intermedio y el final (en el primero las cuerdas callan).

La segunda Suite de Daphnis et Chloé operó como bisagra entre Bartók y Castro, no sólo por su ubicación en el programa, sino porque la maestría de Ravel, tanto en materia de orquestación como de armonía, a caballo entre lo impresionista y lo neoclásico, ofreció los ingredientes necesarios para entender las estéticas de las demás obras propuestas. Gorelik la dirigió con rigor y gesto contundente.


El pianista Marcelo Balat saluda al público que lo ovaciona luego de tocar Bartók. Foto: Patricia Casañas

La segunda parte del concierto sumó al Coro Polifónico Nacional, preparado por Antonio Domeneghini, para la reposición de la que Juan José Castro catalogó como su segunda sinfonía, titulándola “Biblica”, aunque como bien señaló Gorelik en sus comentarios, se trate más bien de un oratorio. En realidad, sólo lo es parcialmente (agrego de mi cosecha) en el sentido  de la tradición iniciada en Roma por Carissimi, consagrada por Händel y luego por autores como Haydn y Mendelssohn, dada la ausencia de solistas. La otra novedad del estreno estuvo dada por la participación de la actriz Ingrid Pelicori, quien tuvo a su cargo el papel de narradora, asignado a Victoria Ocampo en el estreno en el Teatro Colón, el 15 de noviembre de 1932. Sabida es la amistad y colaboración en la gestión musical que unió a Victoria Ocampo y Juan José Castro; en este caso, la escritora aportó a la obra la selección de textos de la Biblia, a los que agregó algunas brevísimas paráfrasis de su autoría. Los  textos están en francés (el marco cultural de la época permitía esa opción) y así fueron respetados por Pelicori, que sumó a una muy correcta dicción un aporte actoral que, con el sobretitulado en español, permitió acceder al contenido narrativo de la obra. Prácticamente los mismos textos son luego cantados por el Coro, lo que habilita a pensar que su previa inclusión recitada permitía dos cosas: la anticipación (y comprensión) del texto posteriormente cantado y –naturalmente- la intervención de Victoria.

La obra tiene tres partes (tituladas Anunciación, Entrada a Jerusalén y Gólgota) repartidas en quince números, y la ausencia de solistas vocales, la vuelve un tanto monolítica y anula la teatralidad que se da cuando los cantantes pueden asumir personajes diversos. En rigor, la Sinfonía “Bíblica” funciona conceptualmente como una enorme plegaria que no da respiro y que luego de describir muy brevemente la alegría de la divina concepción y las vicisitudes del Calvario concluye afirmando un mensaje de confianza en la trascendencia.

En lo musical, la partitura pone bien en alto la maestría de Juan José Castro como compositor, tanto en el manejo de las formas tradicionales (por caso, la fuga de la tercera parte) como en la orquestación (por ejemplo en el trémolo agudo de los violines que sirve de puente entre la primera y la segunda parte o en el comienzo de la tercera, donde logra el sonido de un órgano, instrumento que curiosamente no utiliza). Buena parte del saber y de las estéticas desarrolladas hasta ese momento del siglo XX encuentran un Castro un vehículo tan dócil como creativo: las voces de Honegger, Shostakovich, Stravinski o Bartók, por ejemplo, dejan oírse con facilidad. Quizás el punto más débil de la obra sea una retórica demasiado uniforme, grandiosa e imponente por cierto, pero no siempre capaz de transmitir matices dramáticos que mantengan la vigencia de una narrativa muy anclada a la década que la vio nacer. En cualquier caso, la interpretación de Gorelik, la Sinfónica y el Coro Polifónico nacionales fue comprometida y ejemplar, y cumplió con una de las funciones naturales de nuestros organismos que es dar a conocer la música argentina, por más que, como también señaló el director, nada haya de idiomáticamente “argentino” en una obra que presenta un lenguaje europeo que se ha planteado históricamente como universal.

El público ovacionó a los intérpretes, entre ellos a un director visiblemente emocionado que sorteó con éxito un desafío artístico de importante magnitud.

Daniel Varacalli Costas

Comentarios

  1. Excelente comentario de VC , siempre tan acertado . Felicitaciones a los cuerpos estables ,especialmente a la OSN

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