La alegría de hacer música

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Directora: Natalia Salinas. Richard Strauss: Romanza para violonchelo. Solista: Matías Villafañe. Franz Schubert: Sinfonía Nº 4 en Do menor “Trágica”. Ludwig van Beethoven: Triple concierto para piano, violín y violonchelo en Do mayor, Op. 56. Solistas: Iván Rutkauskas, piano; Elías Gurevich, violín; Benjamín Báez, violonchelo. Coordinación: Zunilda Eva González. Usina del Arte. Función del 20/10/2023.

La maestra Natalia Salinas al frente de la Filarmónica porteña, mientras Matía Villafañe daba a conocer la Rapsodia para violonchelo de Richard Strauss. Foto: Patricia Casañas.

Una nueva presentación de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, con entrada libre y gratuita, se cumplió en la Usina del Arte. Mientras en las inmediaciones se hacía sentir la ebullición de un partido de Boca, con las consiguientes dificultades para desplazarse, en el interior de la sala el público acompañó con entusiasmo un concierto que sin duda lo merecía. Un programa con un perfil netamente clásico, interpretado íntegramente por talentosos artistas argentinos –y en particular del Teatro Colón-, alcanza y sobra para celebrar una fiesta musical.

Para el podio se convocó a la maestra Natalia Salinas, de creciente carrera internacional pero también visitante frecuente de su país, quien dirigió con pulcritud y destreza un programa de compositores centrales del repertorio, pero para nada trillado.

Prueba de lo dicho es la obra inicial, la Romanza para violonchelo de Richard Strauss, que data de 1883 (el mismo año de la sonata que dedicó a ese instrumento y al piano) y que fue redescubierta en una biblioteca de Dresde en 1985. Se trata de una pieza que no supera los 10 minutos, de un solo movimiento de acentuado lirismo, conforme al romanticismo inicial del autor, entonces wagneriano confeso. Matías Villafañe la abordó con compromiso y elocuencia evidentes, bien secundado por la orquesta, en lo que puede considerarse la primera audición oficial de esta vibrante partitura.

En segundo lugar, quizás para evitar el armado del piano (estos conciertos no tienen intervalo) se interpretó la Cuarta sinfonía de Schubert, subtitulada, de manera excesiva, “Trágica”. Se trata de una obra de hechura clásica, sobre el molde de la forma sonata, con el típico trabajo motívico de Schubert que redunda en un discurso a menudo machacón, y que en este caso desplaza a los segundos temas, tanto del primer movimiento como del final, las melodías más cantábiles. No es una sinfonía fácil de abordar por sus desafíos de ensamble y en general interpretativos; sin embargo, sin llegar a la ligereza de toque que permiten los instrumentos de época, Salinas y los filarmónicos lograron una lectura convincente, si se acepta el sentido de búsqueda que representó esta partitura para el joven Schubert. Se observó la repetición en el primer movimiento; no así la del Rondó, decisión del todo adecuada para evitar reiteraciones innecesarias.

Saludo final de los solistas del Triple concierto beethoveniano: Elías Gurevich, Benjamín Báez e Iván Rutkauskas. Foto: Patricia Casañas.

El final del concierto puso en escena a tres músicos del Teatro Colón: el pianista Iván Rutkauskas, el violinista Elías Gurevich y el violonchelista Benjamín Báez, en el Triple concierto de Beethoven. La actitud de los solistas permitió anticipar, aun antes del primer compás, que sería una fiesta de la música. Totalmente compenetrados, y a su vez dialogando entre sí de manera fluida y espontánea, los tres músicos lograron dar vida a esta peculiar partitura beethoveniana que coloca en el lugar solista al típico trío con piano. Hubo empuje en el primer movimiento, al igual que en el acompañamiento orquestal que se oyó bien fraseado y acentuado; expresividad fina en el movimiento medio y un buen enfoque idiomático de la polaca final, que dejó grabada en el público sus pegadizas melodías (varios salieron tarareándolas).

Como cierre, el maestro Rutkauskas destacó la pertenencia de los solistas al Teatro Colón, tanto a la Filarmónica en el caso de Villafañe, Gurevich y Báez, como su propia calidad de maestro interno. Precisamente en esta línea, fuera de programa se interpretó una pieza de otro maestro preparador del teatro, Fabián Máximo, denominada Trío, escrita en 2019 para esa conformación de cámara. Se trata de un segmento único con forma tripartita, cuyos extremos transmiten un clima turbulento pero al mismo tiempo reminiscente de nuestra música de Buenos Aires y que anticipan este particular momento existencial que atraviesa nuestra sociedad. El maestro Máximo saludó desde la platea, entusiasmado por este encore que permitió redondear un concierto de artistas argentinos con una obra argentina, no dejando afuera la creación, base de toda cultura artística que se precie de tal.

Daniel Varacalli Costas

 

 

 

 

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