La música que merece cuidarse
Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación. Director: Sebastiano De Filippi. Coro de Cámara de Tres de Febrero. Directora: Débora Maccarone. Solista: Javier Escobar, órgano. Programa: Obras de Wolfgang Amadeus Mozart. Divertimento No. 3 en Fa mayor, K. 138. Divertimento No. 1 en Re mayor, K. 136. Te Deum (himno), en Do mayor, K. 141. Inter natos mulierum (ofertorio) en Sol mayor, K. 72. Misericordias Domini (ofertorio), en Re menor, K. 222. Ave verum corpus (motete) en Re mayor, K. 618. Sancta Maria (gradual) en Fa mayor, K. 273. Salón de Pasos Perdidos del Congreso Nacional. Función del 25/11/2024.
La Orquesta de Cámara del
Congreso de la Nación realizó el anteúltimo concierto del año bajo la dirección
de su titular, el maestro Sebastiano De Filippi, en su ya tradicional ámbito
del Salón de Pasos Perdidos del Congreso Nacional. Se trató de un programa
titulado “Por Amadeus” -los conciertos suelen presentarse siempre bajo una idea
rectora- dedicado, como se infiere, a la obra de Wolfgang Amadeus Mozart. El
interés de la propuesta no pasó tanto por el compositor elegido -lo que es
ocioso poner de relieve- como por la particularidad de que las obras corales
que se ofrecieron, con excepción del Ave
Verum Corpus, son tan infrecuentes como bellas. El público respondió generosamente a la
iniciativa artística, desbordando las instalaciones.
Antes de valorar el
resultado musical de este concierto en particular, resulta necesario describir
el contexto en que esta orquesta ha venido trabajando durante este año, llevando
a cabo dos ciclos: la temporada oficial, en su hábitat podríamos decir que
natural, y el ciclo “Distintas notas, una sola Nación” en diversos templos
católicos de la ciudad, al margen de sus presentaciones extraordinarias en
otros espacios. A las dificultades propias de la vida argentina -sociales, económicas-
se suma en lo específico la novedad, que trascendió, por la cual a los músicos
de esta agrupación que dependen del Senado de la Nación (otra parte depende de
Diputados) se les dispensa el trato de empleados administrativos con un horario
de siete horas que cumplir, sin contemplar la especificidad de su tarea. No hay
orquesta que trabaje por jornada con horario completo, por cuanto los servicios
se distribuyen en ensayos, presentaciones y el lógico estudio del músico, que
trasciende ampliamente cualquier horario posible. Burocratizar de esa manera
una profesión lógicamente regulada en todo el mundo obedece sin duda a un error
administrativo, ya que no podemos suponer la imposibilidad de comprender el
encuadre de una tarea artística de este nivel, máxime cuando el rendimiento de
la orquesta, tanto por cantidad de ciclos y funciones como por el nivel del repertorio
asumido, la exime de toda sospecha respecto de su profesionalismo y compromiso
laboral. No por nada fue elegida por la Asociación de Críticos de la Argentina
durante tres años como la mejor orquesta de cámara del país, siendo actualmente
única en su tipo.
Dicho lo cual, en la
esperanza de que esta problemática gratuitamente instalada se resuelva positivamente,
vayamos a la música. Los dos divertimentos -del ramillete de tres que Mozart
compuso en 1772- son joyas de liviandad y gracia, pura seducción sonora a la
que nadie podría resistirse. El maestro De Filippi y sus músicos los encararon
con acabado sentido del estilo, evidenciado en la elección de los tempi, el cuidado de las articulaciones,
las dinámicas (que en otros casos se “ecualizan” con trazo grueso), a la vez
que con un gesto del director capaz de describir grandes arcos expresivos
propios de las frases musicales, sin renunciar a los detalles. En mi personal
visión, no es estrictamente necesario en estas obras observar las repeticiones
en cada movimiento, efecto colateral del historicismo; de hecho, casi podría
decirse que en el tiempo de ejecución de estos dos divertimentos, podrían
haberse ejecutado los tres.
La novedad del concierto
vino de la mano de las obras corales elegidas, en general de escasísima frecuentación.
Para ello, la Orquesta del Congreso contó con el aporte del Coro de Tres de
Febrero, dirigido por Débora Maccarone, y el concurso solista de Javier Escobar
en órgano. Se trata de un coro profesional, de notable empaste a la vez que
transparencia para los diversos momentos contrapuntísticos que deparan estas
partituras. Un sonido vibrante, con cuerpo, reforzado por la línea del órgano,
garantizó un disfrute pleno de estas obras, en general breves, de inspiración
sacra pero nunca meramente litúrgicas, a partir del excelente balance sonoro generado
entre voces e instrumentos, sabiamente equilibrados desde el podio por quien ha
sido -y sigue siendo- además de director, un experimentado cantante lírico.
La fluidez de los pasajes
fugados en las piezas menos conocidas compitieron con la diversa emotividad del
Ave Verum, servido con un discurso
musical bien proporcionado y comunicativo.
Realmente fue éste un
concierto “Por Amadeus”, al margen de toda rutina o lugar común, prueba “al
canto” de que esta orquesta y sus artistas invitados constituyen un valioso
proyecto cultural que merece fortalecerse.
Daniel
Varacalli Costas
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