"Carmen", pasiones y reencuentros
Carmen. Ballet en dos actos. Coreografía: Marcia Haydée. Música: Georges Bizet. Diseño escenográfico y de vestuario: Pablo Nuñez. Diseño de iluminación: Ricardo Castro. Intérpretes: Natalia Pelayo, Valentín Batista, Federico Fernández, Camila Bocca, Maricel De Mitri, Juan Pablo Ledo, Jiva Velázquez, solistas y cuerpo de baile del Ballet Estable del Teatro Colón. Dirección: Julio Bocca. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección Zoe Zeniodi. En el Teatro Colón, el sábado 5 de abril.
La historia de amor mutuo entre Marcia Haydée y el Teatro Colón lleva
un largo camino recorrido. Luego de la exitosa audición que Marcia –con solo
dieciocho años de edad- hizo en su escenario para ingresar (exitosamente) al
Ballet del Marqués de Cuevas, el reencuentro fue en 1979 cuando protagonizó Onieguin, la maravillosa obra de John
Cranko, junto al Ballet de Stuttgart. Volvió como coreógrafa dirigiendo a la compañía
alemana en su versión de La bella
durmiente del bosque, y hace dos años Mario Galizzi, director del Ballet
Estable del Colón en ese entonces, la convocó para reponer La fierecilla domada, otra de las masterpieces que Cranko dedicó a la bailarina brasileña.
Como coreógrafa, además de la citada
Bella durmiente, Marcia tiene en su
haber sus propias versiones de Giselle (Giselle
y las willis), El pájaro de fuego, La
cenicienta, El lago de los cisnes, y Coppelius
el mago, esta última estrenada en el Teatro Argentino de La Plata en 2011. Era
casi inevitable que el Ballet del Colón incorporara a su repertorio alguna de sus
obras, y así llegó esta Carmen para
abrir la temporada 2025, celebratoria de los cien años de los cuerpos estables,
con la compañía dirigida a partir de este año por Julio Bocca. El solo hecho de que la compañía del Colón pueda
volver a trabajar con esta impar figura de la danza mundial, con sus juveniles
ochenta y siete años, es un hecho auspicioso y enriquecedor.
Buenos Aires pudo ver esta obra en
el Luna Park al año siguiente de su estreno en 2004, con el elenco original:
los argentinos Marcela Goicoechea y Luis Ortigoza (actualmente maestro de
repertorio del nuestro Ballet Estable) y el Ballet de Santiago de Chile.
Marcia Haydée define a Carmen como “un animal salvaje”, más cercana a la criatura de Próspero Merimée que a la de la ópera de Bizet: desfachatada, insolente, desinhibida, aferrada a las banderas de la libertad. Para desarrollar la historia, la coreógrafa opta por un formato extenso, lo cual le permite poner la mirada en los personajes secundarios (la dueña de la fábrica, el primer oficial, el jefe de los contrabandistas, los amigos de Escamillo) y dar presencia a las escenas de conjunto además de los segmentos dedicados a los personajes principales. Incluye en estos últimos a Micaela, la contrapartida de Carmen, delicada, pudorosa e inocente. Un punto interesante es la inclusión de pasajes hablados, lo cual implica todo un desafío para quienes acostumbran a expresarse sólo con el movimiento. El aspecto dramático, traducido en gestos, miradas y certeras marcaciones, está siempre en primer plano.
La base musical selecciona
fragmentos de la ópera junto a dos movimientos de la Sinfonía en Do de Bizet. El primer movimiento de esta última obra no
es por cierto la mejor elección para la detención de Don José y su posterior
degradación y encarcelamiento, punto que marca el comienzo de su caída; el
segundo, en cambio, guiado por la envolvente voz del oboe, acompaña
adecuadamente el dúo del ex soldado y la gitana, sus sensuales tensiones, lo
sugerido y lo explícito. La escenografía planteada en dos planos con distintos
fondos que varían según los actos y escenas, es eficaz, sobre todo en el final
de la obra con la simbólica caída del velo rojo que acompaña la muerte de
Carmen.
En la función que se reseña, Natalia Pelayo compuso uno de los
grandes roles de su carrera. Su madurez interpretativa y su experiencia como
actriz le otorgaron notable magnetismo escénico, sumado a la solvencia técnica
que es habitual en ella. La fiereza de la escena de la pelea con la dueña de la
fábrica, su desparpajo en la seducción de Don José (y cuanto hombre se le ponga
delante) y su pertinaz elección de la libertad aún frente a la fatalidad de su
destino fueron momentos culminantes de una pasional actuación coronada por una
cerrada ovación. Junto a ella, el debut en el Teatro Colón del joven Valentín Batista nos trajo a un
bailarín expresivo y talentoso. El argentino, formado en la escuela del Colón y
en el Houston Ballet, mostró dotes actorales notables: fue un Don José
capturado por la gitana, desesperado por su abandono y fuera de sí en el final.
Federico Fernández puso su seductora
estampa para encarnar a Escamillo; Camila
Bocca cumplió con la personalidad recatada de Micaela; Juan Pablo Ledo aportó personalidad y buena danza como el primer
oficial; y Jiva Velázquez desató
calurosos aplausos en su breve pero efectiva intervención como el jefe de los
contrabandistas.
Fue un placer, como siempre,
reencontrarse con la calidad y el aplomo de una artista como Maricel De Mitri, como la dueña de la
fábrica.
Para muchos integrantes del cuerpo
de baile estas funciones representan su debut en el escenario del Teatro Colón,
a la luz de las recientes incorporaciones. El elenco se vio sólido y
comprometido, con los rasgos interpretativos que son su fortaleza. Correcto el
acompañamiento de la Filarmónica de Buenos Aires.
Habrá cinco elencos en total en estas funciones de Carmen: un variado abanico de intérpretes que harán suya de modo muy distinto la eterna historia de la cigarrera de Sevilla.
Patricia Casañas
Comentarios
Publicar un comentario