Tesoros argentinos

Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación. Director: Sebastiano De Filippi. Programa: Himno Nacional Argentino, de Blas Parera (Versión de Alberto Williams). Intermedio romántico, de Arturo Luzzatti (Ed. Rafael Felli y Lucio Bruno-Videla). Criolla, de Luis Gianneo. Adagio elegíaco, de Juan Carlos Zorzi. Tres canciones para voz y orquesta de cuerdas, de Lucio Bruno-Videla (Solista: Silvina Suárez, soprano). Sueños de baile, de Ernesto Drangosch. Cielito y Scherzo, de Alfredo Schiuma. Salón de Pasos Perdidos del Congreso Nacional. Función del 26/5/2025.

El maestro De Filippi revelando "tesoros argentinos" al frente de la Orquesta del Congreso en el Salón de Pasos Perdidos. Foto: Gentileza Congreso de la Nación
 

Un día después de conmemorarse un nuevo aniversario del Primer Gobierno Patrio, la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, bajo la dirección de su titular, Sebastiano De Filippi, ofreció un concierto íntegramente dedicado a música de autores argentinos bajo el título “De nuestro tesoro”. Lo que hace algunas décadas hubiera parecido imposible, hoy en cambio es una realidad audible: hay una enorme cantidad de música de compositores nacionales de formación académica que merece darse a conocer y que el público está dispuesto a disfrutar. Programas como los que suele ofrecer el maestro De Filippi certifican esa calidad, y son también fruto de la ya señera lucha de la Asociación Argentina de Compositores y de otro músico argentino, el maestro Lucio Bruno-Videla, impenitente reconstructor de un patrimonio siempre al borde del más inmerecido silencio.

Además de co-editor (junto a Rafael Felli) del manuscrito del Intermedio romántico de Arturo Luzzatti, Bruno-Videla estrenó en este concierto sus Tres canciones para voz y cuerdas, que están basadas la primera en Gustavo Adolfo Bécquer, y las dos siguientes en poemas de la argentina María Esther Etcheverry de Hermann. La soprano Silvina Suárez, única solista de la velada, dio vida a estas canciones con voz de tinte oscuro, profundo vehículo para el español nativo de los versos y el clima de la música, logrado tanto en la acentuada brevedad de “Es el alba una sombra” como en la emotiva “Quiero morirme en mi tierra”, con su pasaje a cappella, y bien coronada por “Laberintos”.

El concierto abrió con una desconocida versión para cuerdas del Himno Nacional Argentino firmada por Alberto Williams. Se pidió no cantarla, curiosa instrucción que sirvió para apreciar la jerarquía del arreglo, armónicamente rico y con imprevistos adornos, realzados por el logradísimo fraseo que De Filippi imprimió a una música que, por su carácter, suele interpretarse de manera convencional o ritualista (en el mejor de los casos).

El Intermedio romántico de Arturo Luzzatti hace honor al adjetivo de su título; la Criolla de Luis Gianneo plantea un esquema rítmico interesante al margen de su origen danzable, mientras el Adagio elegíaco que Juan Carlos Zorzi compuso en memoria de su colega Gilardo Gilardi se eleva desde su comienzo con toda la potencia de las cuerdas graves (que siempre se lucen en esta orquesta en el marco acústico del Salón de los Pasos Perdidos) hacia la plenitud de su misión evocativa.

El comienzo de la segunda parte ofreció Sueños de baile, “Suite-miniatura fantástica”, Opus 11b del dotado Ernesto Drangosch. Una obra gratificante da capo al fine por las líneas claras de su “Invitación a la danza”, su corte salonístico en la “Danza primera”, y en particular por la sugestiva, reiterada insinuación que logra la música en “Declaración”, la cual regresará (sabiduría del compositor), en el último movimiento, irrumpiendo en el desarrollo de la “Danza final” en tres tiempos.

Como cierre, el Cielito y Scherzo de Alfredo Schiuma muestra las alturas a las que puede llegar la sublimación de lo folklórico, con difíciles partes para el violín solista por su empinada tesitura que el concertino Pablo Pereira sorteó con su habitual expresividad y justeza. El Allegro vivo final, con pasajes fugados, fue la despedida de un programa que no tuvo desperdicio y del que la Orquesta del Congreso, en manos del maestro De Filippi, logró extraer todo su potencial expresivo.

Daniel Varacalli Costas

 

 

 

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