Música, cine y más música

Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto”. Director: Pablo Boggiano. Coro Nacional de Música Argentina. Programa: Buenos Aires, íntimo, casi secreto, de Claudio Alsuyet. Solista: Fernando Ciancio (trompeta y fliscorno). Requiem, de Martín Palmeri. Puesta en escena: Carlos Branca. Diseño de visuales: Federico Raúl Bongiorno. Solistas: Carla Filipcic Holm, soprano. Nazareth Aufe,  tenor. Víctor Torres, barítono. Daniel Campomenosi, actor. Martín Palmeri, piano. / El acorazado Potemkin, de Serguei Eisenstein. Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional Libertador San Martín. Director: Santiago Chotsourian, Obras de Nikolai Rimsky-Korsakov, Modest Mussorgsky y Alexandr Borodin.  Fundación Cinemateca Argentina. Palacio Libertad, ex CCK. Funciones del 15 y 16/8/2025.

El film de Eisenstein en el privilegiado marco de la sala Sinfónica del ex CCK, con la Juvenil San Martìn y el maestro Chotsourian. Foto: Fede Kaplun - Gentileza Prensa Organismos Estables

Un fin de semana de alto interés cultural ofreció en su programación musical el ex CCK, hoy Palacio Libertad, en su sala sinfónica principal.

La noche del viernes la Orquesta de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” se presentó con Pablo Boggiano como director invitado para ofrecer una reposición y una novedad absoluta. El primero tuvo por objeto una obra del compositor argentino Claudio Alsuyet, estrenada hace una década por la Filarmónica porteña en el Teatro Colón, titulada Buenos Aires, íntimo, casi secreto. Casi podría pensarse, luego de tanto tiempo, como un virtual re-estreno, salvo para aquellos que tuvimos la suerte de haberla escuchado en su orquestación original, con una percusión más nutrida. La obra destila la sensibilidad de su autor para leer la realidad, en este caso urbana, y extraer de ella una visión amable. Porque este Buenos Aires de Alsuyet no es el de la locura citadina, su tránsito y sus psicopatías, sino el que el compositor atesora y de alguna manera le gustaría vivir. Concebido casi como un concierto para trompeta –asumida aquí, como el día del estreno, por el versátil Fernando Ciancio- logra en el movimiento lento, gracias a una sutil operación –cambiar la trompeta por un cálido fliscorno o flügelhorn- incorporar al oyente a esa sensibilidad a la que hacíamos referencia.

Tanto en el caso de ésta como en el de la siguiente obra, los autores estuvieron en la sala. En el caso de Martín Palmeri, además, se situó frente al piano para el estreno de su Requiem. La obra continúa la línea iniciada con la Misa Tango, su Magnificat, y en alguna medida, la beethoveniana Fantasía Coral Tango, apreciada el año pasado en el Salón Dorado de La Prensa. El lenguaje de Palmeri es accesible, privilegia la comunicación por medio de líneas claras, y mediante un recurso probado como sumar el timbre del bandoneón, inmediatamente logra el perfume rioplatense que es su sello personal.

En el caso de este Requiem, sin embargo, parece imponerse una desmesura poco proporcionada a la entidad de los materiales. Se trata de una obra extensa en sus 16 movimientos, que toma textos litúrgicos utilizados indistintamente en diversos Requiem (Mozart, Cherubini, Verdi, Fauré) y que, a falta de un sobretitulado, fueron leídos por el actor Daniel Campomenosi. El resultado fue casi confesional, con ubicuas referencias a la muerte, el juicio final y la condena eterna, por más que la música trabaje primordialmente sobre la idea de la esperanza; mensajes cruzados que solo pueden aceptarse en un momento cultural donde ya ninguna de estas cosas importa demasiado. El marco visual fue desafortunado: no se advirtió puesta en escena alguna (pese al profesionalismo de quien la firma) y las proyecciones en una franja detrás y arriba de la orquesta no revistieron mayor interés, aunque permitieron jugar, anticipando la experiencia de la jornada siguiente, con la experiencia imagen-sonido.

La interpretación logró sostener con calidad la partitura, a partir del compromiso del maestro Boggiano y del Coro Nacional de Música Argentina por comunicar con vehemencia la música; notable como siempre Carla Filipcic como solista vocal, seguida por Víctor Torres con su profesionalismo y finalmente por un poco audible Nazareth Aufe.

Martìn Palmeri(izquierda, detrás del piano) y el estreno de su Requiem con la Filiberto y el maestro Pablo Boggiano. Foto del autor.

Al día siguiente, en la Ballena Azul se ofreció otra propuesta que habitualmente funciona muy bien: alternar cine mudo con música en vivo. Las experiencias en el Teatro Colon siempre han sido formidables (Metrópolis, Los Nibelungos; Berlín, sinfonía de una ciudad; Amalia) y ésta, la segunda de la temporada del ex CCK (ya se dio La pasión de Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer) contó también con la dirección musical de Santiago Chotsourian al frente de la Orquesta Juvenil Nacional –para mí todavía “Libertador”- San Martín, ubicada sobre el escenario. El film elegido fue el inoxidable Acorazado Potemkin de Eisenstein, capaz hasta el día de hoy de despertar ideales que parecen sepultados, como lo demostró el público con sus entusiastas manifestaciones antes y después de su proyección.

La copia, que se anunció como restaurada y de propiedad de la Fundación Cinemateca Argentina, no se vio con la calidad esperable (recuerdo en los años ‘90, con motivo de la reinauguración del Cosmos ‘70, una proyección deslumbrante por el plateado en las tomas de la superficie marina), además de advertirse algunas tomas omitidas que pueden verse por Internet. Por otro lado, la proliferación de intertítulos, si bien ayudan al seguimiento de la trama, pareció excesiva y ajena a la estética general de la cinta. A priori, se hubiera deseado el acompañamiento sonoro con música soviética (ha sido habitual utilizar la Quinta de Shostakovich, con su progresión de la angustia inicial a la apoteosis final); aquí se optó, en cambio, por música del “Grupo de los Cinco”, de corte romántico-nacionalista decimonónica. Matizada por segmentos de piano solo (que a menudo dejaban oír los temas de la música elegida) interpretados por el maestro Chotsourian, cronometrada con pericia y bien asociada a la diegética de las imágenes, el resultado fue altamente satisfactorio. Los juveniles músicos lograron un resultado más que adecuado, teniendo en cuenta la escasa iluminación y la necesidad de tocar una música “a la medida” de una experiencia visual acaparadora como es la de Eisenstein.

En el balance, ambas experiencias, con música argentina reciente y la sinestesia de buen cine con buenos sonidos, redundaron en una programación valiosa y atractiva para este fin de semana en el ex CCK, hoy Palacio Libertad.

Daniel Varacalli Costas

 

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