Elina Garanča: una cantante europea
Elina Garanča, mezzosoprano. Malcolm Martineau (piano). Johannes Brahms: Liebestreu (Fidelidad de amor) Op. 3 n° 1; Geheimnis (Secreto) Op 71 n° 3; O wüßt ich doch den Weg zurück (Oh. si conociera el camino de regreso) Op. 63 n° 8; Von ewiger Liebe (Del amor eterno) Op. 43 n° 1 - Hector Berlioz: “D’amour l’ardente flamme” (La condenación de Fausto). Jāzeps Vītols: Šūpuļdziesma, (Canción de cuna – piano solo). Francesco Cilea: “Io son l’umile ancella” (Adriana Lecouvreur). Jāzeps Mediņš: Sapņojums (Sueño). Jāzeps Vītols: “Sapņu tālumā” (En sueños distantes); “Man prātā stāv vēl klusā nakts” (Aún recuerdo aquella silenciosa noche). Charles Gounod: Plus grande dans son obscurité (La reina de Saba). Camille Saint-Saëns: “Mon couer s’ouvre à ta voix” (Sansón y Dalila). Henri Duparc: Au pays où se fait la guerre; L’invitation au voyage; Extase; Phydilé. Claude Debussy: Claro de luna (Suite Bergamasque – piano solo). Pietro Mascagni: “Voi lo sapete o mamma” (Cavalleria rusticana). Ruperto Chapí y Lorente: “Cuanto está tan hondo” (El barquillero); Carceleras (Las hijas del Zebedeo); Víctor Herbert: “Art is calling for me” (La hechicera). Teatro Colón. Ciclo “Aura”. Función del 20/10/2025.
La
mezzosoprano Elina Garanča llegó por segunda vez a
Buenos Aires, en esta ocasión en compañía de un co-equiper a su altura: Malcolm Martineau.
La
multiplicidad del programa que abordó nos lleva a discurrir -al menos un
intento- sobre aquello que se denomina “estilo”. Escuchamos “Está en estilo” o
“No está en estilo”, frases hechas y repetidas por generaciones que, en el
mejor de los casos, dejan entrever una neblinosa intuición.
El
“estilo” es un rasgo individual y a su vez colectivo, tiene sus puntos de
conexión con la época que lo gestó y es producto de una cultura en la cual los
artistas inmersos en sus tiempos delinearon marcas distintivas hasta hacerlas
reconocibles, para sus contemporáneos y para las generaciones futuras.
Toda
música vocal -de eso se trata la velada de esta noche- está concebida conforme
al idioma que la vio nacer. Y en cuanto al cantante capaz de dominar los
estilos más variados, no es sino el poseedor de una ductilidad que le permite
amoldar su arte a cada una de esas múltiples posibilidades, hasta diferenciarse
del promedio (¿cuántas veces se ha recurrido a eso de “todo muy bonito pero
igual”, un flagelo de los tiempos, no solo del nuestro?). Quien posee la
cualidad del dominio de los estilos suma la facultad de comunicar intenciones
que a menudo están encriptadas en cada partitura, y que no siempre están “a
mano”. A veces ni el propio autor las pudo notar: intérprete mediante, la obra
de arte se complementa con los receptores, y acaso un rasgo tan distintivo como
valioso en quien emprende el trabajo de recrear es transitar de un estilo a
otro, con ductilidad y respeto, sin renunciar al propio sello personal.
En
cuanto al repertorio de Elina Garanča, merece destacarse que junto a piezas irresistibles
para el gran público (en este caso en su justa medida), ofreció números no tan
frecuentados sin excluir novedades absolutas.
Desarticulemos
el orden de lo anunciado para dar comienzo con lo más familiar. Qué acierto
ofrecer las infalibles ““Mon couer s’ouvre à ta voix”, “Voi lo sapete
o mamma”, o un momento no muy frecuentado como “Plus grande dans son obscurité", un
aria para soprano de La reina de Saba, cuerda en la que Garanča
persistió mediante su versión de “Io son l’umile ancella”. Y entre el
repertorio lírico, especial señalamiento merece su admirable de “D’amour
l’ardente flamme”. Bienvenidas, claro que sí, estas piezas que aseguran el
suceso, pero no es en ellas donde radicó lo diferenciado del recital. Del
amplio repertorio en el cual se escuchó cantar en alemán (Brahms), francés
(Duparc), castellano (Chapí), inglés (Herbert), con un arco que -ópera italiana
y francesa mediante- transitó el Lied y la chanson para culminar
con la zarzuela y la opereta, quién mejor que ella para ofrecernos autores de
su patria, Letonia, que la gran mayoría de nosotros desconoce: Jāzeps Vītols y
Jāzeps Mediņš.
Agreguemos
que entre las cualidades de la artista sobresale el dominio de las lenguas
extranjeras más allá de la fonética, tal como demostró en una entrevista radial
y en algunos momentos de la velada que le permitieron desplegar un notable
dominio del castellano: de aquí la razón del título de esta reseña, pues su
versatilidad la preserva de los encasillamientos.
Anoche presenciamos un evento que no fue un buen recital más. Tuvimos la fortuna de valorar en vivo y en directo a una intérprete dúctil en extremo, intensa, de un alto intelecto que le permite pasar de un estilo a otro con total concentración. Su vocalidad es plenamente eficaz y sin zonas débiles. Es dueña de un instrumento de naturaleza lírica y parejo en todo su registro, sólido en el grave, en el centro y en el agudo, tesitura a la cual propende de manera natural y en la que despliega una importante sonoridad. La compenetración con cada partitura, el saber brindar el color y el carácter adecuado según el caso, un admirable manejo de la frase y del legato, son parte sobresaliente de una generosa suma de factores, en una cantante que en cada sección abordada supo construir microcosmos contrastantes entre sí; el resto acaso sea intransferible y depende de la receptividad de cada oyente.
Al destacado Malcolm Martineau le tocaron sus momentos de lucimiento individual, con sus versiones de Šūpuļdziesma (Canción de cuna) de Jāzeps Vītols y del Claro de luna de Debussy.
A
la hora de los bises se escuchó Habanera de Carmen, Musica
proibita de Stanislao Gastaldon, O mio babbino caro de Gianni
Schicchi, antes de la obligada cita con el tango: Mi Buenos Aires
querido de Gardel y Lepera, y, por último, la Nana de las Siete
canciones populares españolas de Manuel De Falla.
El
de Elina Garanča fue un recital diferente que no desaparecerá de la memoria porque,
en síntesis, representó un hecho artístico muy por encima de cualquier
promedio.
Claudio
Ratier


Comentarios
Publicar un comentario